El riesgo de inundarse no desaparece en los tiempos de la COVID19
Por Tania Paez, especialista senior de la división de agua y saneamiento del BID en Perú.
Muchos peruanos, sino todos, recuerdan los fatídicos primeros meses del 2017, cuando el último fenómeno de El Niño costero ocurrió, catalogado como uno de los mayores desastres naturales del Perú en los últimos 100 años. El impacto en cifras es significativo: se reportaron más de 1.1 millones de afectados y más de un centenar de fallecidos. En términos de daños materiales, se destruyeron 63,802 viviendas, 318 establecimientos educativos, y 62 establecimientos de salud, y además millares de centros de salud y educación quedaron dañados, así como miles de kilómetros de carreteras. Se estima que los daños económicos sobrepasaron los 3000 millones de soles, representando casi un 0.6 % del PIB de ese año.
Esta tragedia dejó en evidencia, por un lado, la falta de infraestructura para minimizar los riesgos asociados a las inundaciones (sistemas de drenaje pluvial), y por otro lado la limitada institucionalidad para planificar, diseñar, y gestionar adecuadamente los sistemas de drenaje pluvial. Fue así que desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) trabajamos junto al Ministerio de Vivienda Construcción y Saneamiento (MVCS) en la elaboración del primer Plan Estratégico de Drenaje Pluvial que sirvió para realizar el diagnóstico de los sistemas de drenaje pluvial urbano en todo el país (el cual no existía) considerando la particularidades de cada región; presentar alternativas de solución para las diferentes problemáticas identificadas; y dimensionar las necesidades financieras para solventarlas.
El control, la prevención y mitigación de la ocurrencia e impactos de las inundaciones pluviales en áreas urbanas es una tarea compleja que está interrelacionada con diferentes problemáticas, como el crecimiento de las ciudades sin planificación, impermeabilización de las ciudades, falta de infraestructura, disposición inadecuada de los residuos sólidos, entre otros. Por eso se requiere abordajes integrales, multidisciplinarios, más allá de la ingeniería física del enfoque tradicional.
En los países en donde se cuenta con una gestión robusta de las aguas de lluvia, se ha migrado de la gestión puramente ingenieril enfocada en controlar y encauzar los ríos, hacia una nueva visión que parte de aceptar que no podemos controlar completamente a la naturaleza; que no podemos disminuir a cero las probabilidades de inundaciones, y que debemos adaptarnos a esa realidad. Al mismo tiempo, en el ámbito de gestión urbana la visión de evacuar el agua de lluvia de manera rápida está cambiando hacia una visión de integrarla a la ciudad, infiltrándola en las áreas verdes y reusándola cuando es posible. De hecho, el expulsarla las aguas fuera de la ciudad puede generar consecuencias negativas aguas abajo.
Desde el BID proponemos que la solución se enmarque en el concepto de la Gestión Integral del Riesgo (GIR) para construir resiliencia en las ciudades, prepararlas para afrontar los problemas de forma eficiente. Este enfoque genera desarrollo social, económico y ambiental con sostenibilidad, de una manera participativa e incluyente. Esto implicar superar la visión tradicional de la gestión de los desastres para adoptar una visión GIR, de un enfoque reactivo orientado a la preparación y la respuesta, hacia uno preventivo orientado a la disminución de vulnerabilidades y catalizador de desarrollo.
Los planes tradicionales a menudo proponen soluciones a los problemas de lluvia en la ciudad, sin considerar lo que sucede en las áreas rurales aguas arriba de la ciudad. Por ejemplo, en muchas ciudades del Perú, los problemas de inundaciones urbanas están íntimamente ligadas a los huaicos, las avenidas torrenciales, los desbordes de ríos y quebradas, por lo que debemos asegurar una mirada integral de la cuenca, tanto de la parte urbana como rural, para realmente minimizar los riesgos por inundación. A nivel urbano, otro elemento de suma importancia a considerar es la planificación territorial, la cual debe anticiparse al crecimiento de las ciudades para evitar la ocupación de áreas inundables, crear incentivos para la urbanización formal, controlar y penalizar la ocupación de áreas inundables, entre otros. Las consecuencias de no planificar terminan en destrucción y afectación de hogares, y en casos como la tragedia de 2017, a la pérdida de vidas.
Las proyecciones climáticas apuntan a que las lluvias torrenciales, los huaicos, continuarán, en algunas zonas del país con mayor intensidad. Por eso es necesario contar con soluciones integrales que contemplen las áreas urbanas y rurales para el control de las inundaciones que permitan disminuir los efectos negativos drásticamente. Un elemento importante para que todo esto funcione es asegurar la sostenibilidad de las inversiones. Para esto, hay que trabajar decididamente en fortalecer los gobiernos locales para que cuenten con capacidades técnicas, presupuestos adecuados y normativas actualizada. Se debe tratar al drenaje pluvial como un servicio más, como el de agua potable, de alcantarillado, o de electricidad.
La buena noticia es que el Perú ha avanzado en la dirección correcta, comenzando con la aprobación de la Ley General de Drenaje Pluvial en 2018. Las intervenciones bajo la Autoridad de Reconstrucción Con Cambios en la región del norte tienen una mirada integral de la zona rural y urbana (ríos, quebradas, drenaje pluvial); y se está actualizando la normativa relacionada al diseño de la infraestructura, para también considerar la infraestructura verde como elemento fundamental en la disminución de las inundaciones urbanas.
Desde el BID estamos apoyando al MVCS en un programa ambicioso para el manejo integral del drenaje pluvial, que no solo contempla infraestructura sostenible para mitigar las inundaciones en ciudades priorizadas, también fortalece los gobiernos locales para que se operen y mantengan adecuadamente las obras de infraestructura. El programa también contempla dotar a las instituciones a nivel nacional y local con instrumentos que aseguren una adecuada gestión del drenaje pluvial urbano, tanto para prevenir las inundaciones como para minimizar su impacto en las ciudades. Esto incluye la modernización en la medición de las precipitaciones en las ciudades, el diseño de sistemas de alerta temprana, la actualización de la normativa para incluir la infraestructura verde de las ciudades en el manejo de las lluvias, la mejora de los catastros urbanos para evitar la urbanización en zonas inundables, y la capacitación de técnicos en todos los niveles de gobierno para planificar, diseñar y operar y mantener sistemas de drenaje pluvial.
Ahora mismo el vencer la pandemia de la COVID-19 concentra mucho de nuestros esfuerzos, pero no olvidemos que las inundaciones ocurren sin previo aviso. Invertir en sistemas de drenaje integrales nos permitirá prevenir una tragedia más en nuestro país y volverlo más resiliente.
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