5 Reflexiones Estratégicas para afrontar 2024
Ahora que la mayoría de empresas esta en modo economía de guerra y, por tanto, principalmente enfocadas en cómo crecer, reducir costos y mejorar la rentabilidad (¿cómo sea?), quisiera compartir 5 reflexiones estratégicas algo contrarias a la intuición que, a mi modo de ver, deberían ser consideradas también en la agenda y mesa de debate de empresas y líderes durante este 2024.
- Talento: mucho se habla del talento, de si se tiene, si se va, de reducirlo en número, o de adquirir nuevo y mejor. Todo esto desenfoca, genera un impacto en el clima de la organización, cuesta dinero y su retorno no necesariamente es inmediato. Por eso, y más allá de necesidades puntuales y evidentes, ¿y si cambiáramos de paradigma? ¿Y si asumiéramos por un instante que el talento que tenemos en casa fuera todo el recurso con el que contamos (y que no podemos descartar a ninguno)? ¿Cambiaría en algo nuestra mirada de cómo trabajar con ellos? ¿El foco acaso no pasaría a cómo potenciar, acompañar y llevar al éxito a cada uno individualmente y juntos todos en equipo? ¿En cómo mejorar la motivación, el clima y ser un gran lugar para trabajar? ¿Valdría la pena el esfuerzo o sería “más fácil” aplicar la receta tradicional de cortar, cambiar, reemplazar?
- Transformación digital: no, no me refiero a implementar IA y todas estas super herramientas de las que todo el mundo habla y pocos saben cómo funcionan. Me refiero a reflexionar sobre dónde estoy hoy tecnológicamente y como puedo automatizar y sistematizar mis procesos para ser más rápido y eficiente, de manera simple y ojalá costo efectiva, empezando por lo básico. De pensar también en cómo mejorar la administración de talento, de maximizar el uso de data para conocer y gestionar mejor a mis clientes y consumidores, de mejorar el servicio al cliente que probablemente hoy da pena. De “visionar” dónde quiero estar en los próximos años y cómo construyo ese futuro ahora. Suena a mucho, pero se trata primero de gatear antes de correr. Ya habrá tiempo después de pensar en cosas de avanzada que difícilmente entendemos y que no necesariamente vemos claro donde encajan.
- Impacto Social: en un año donde todo el mundo esta pensando en gastar menos, la pregunta que todos deberíamos estar haciéndonos es qué proyectos estamos desarrollando en el frente social y en cuánto va a incrementar esa inversión. Suena ilógico, pero si queremos sostener la empresa en el largo plazo, necesitamos hacer más, no menos, por nuestro entorno. En un país donde la pobreza, el hambre, la inseguridad y en general la precariedad van al alza, la discusión que deberíamos estar teniendo es cuál exactamente va a ser nuestra contribución para mitigar ese impacto y corregir el curso. No hay empresas exitosas en países que fracasan. Por tanto, cuestionémonos realmente, cómo podemos ayudar más hoy a nuestra comunidad, a nuestros stakeholders y a nuestro país. No hay lonche gratis, y además no se trata verdaderamente de un gasto, sino de una inversión. Inclusive si “sólo” se trata de voluntariado.
- Economía circular: queremos ser innovadores, optimizar nuestros procesos, reducir costos, maximizar el uso de recursos, pero nos cuesta ver cómo y, sobretodo, ir más allá. Sólo pensemos en el impacto de nuestras acciones en el planeta (pérdida de recursos, contaminación, cambio climático). Si queremos mejores resultados, debemos hacer las cosas de manera diferente y pensar en circular. Mirar el proceso de manera integral y reflexionar en cómo lo transformamos para mejor, y cómo en el camino nos hacemos cargo del impacto de nuestra actividad en el planeta. Me cuesta pensar en una empresa del futuro que no llegue a concebir el mundo de manera circular. Además, hagámoslo por una razón sencilla: no pueden haber empresas exitosas en un planeta fallido. La transformación debe empezar hoy porque tarda y el planeta no espera.
- Institucionalidad: la empresa es una institución, y en un país donde estamos en una crisis de institucionalidad permanente, son las empresas las primeras que deberían estar a la altura de las circunstancias y fortalecer su gobierno corporativo. No importa el tamaño de la empresa, si esta no tiene una conducta íntegra, una buena estructura de gobierno, una mínima gestión de riesgos y un sistema de control y cumplimiento, tarde o temprano caerá (y en su camino traerá consigo abajo a su ecosistema). En este sentido, una basa fundamental del buen gobierno debe ser la transparencia. En una coyuntura donde la intuición pareciera invitarnos a mantener un perfil bajo, debemos comunicar e informar más de manera clara y honesta. Desde las pequeñas cosas a las grandes decisiones. Éxitos pero también fracasos. Ser transparentes nos debería llevar a tomar mejores decisiones y mejorar nuestra reputación, a alinear lo que decimos con lo que hacemos y a hacernos responsables y dar la cara cuando la embarramos (porque nadie es perfecto). Otro Perú es posible si damos el ejemplo.
El corto plazo es ciertamente acuciante y muchas empresas están con la cabeza centrada en llegar a fin de año. Se entiende. Pero si no sacan la cabeza del agujero para mirar más allá quizás sobrevivirán la batalla pero habrán perdido la guerra. La sostenibilidad de una empresa no es una carrera de cien metros, si acaso una triatlón. En este nuevo año, intentemos ver un poco más de allá de lo obvio y hablemos con los expertos en cada uno de estos temas, estoy seguro nos abrirán la mente (y el corazón). Y no olvidemos nunca nuestro propósito. La respuesta a nuestros grandes desafíos siempre suele estar allí. ¡Vamos con todo este 2024!