Poniendo al Ser Humano en el Centro de Nuestras Decisiones
“La dignidad es la creencia de que todas las personas, sin importar su edad o habilidades, de dónde vienen o qué apariencia tienen, – poseen el mismo valor como seres humanos. La dignidad es el “por qué” tu importas y el “por qué” debemos tratarnos unos a otros de manera positiva, compasiva y respetuosa.” (Extraído de un libro para niños de Global Dignity).
Las empresas son, en muchos casos, una radiografía perfecta de lo que es la realidad social de un país. Especialmente aquellas que operan a lo largo y ancho de la geografía nacional. Mi anterior empresa era una de ellas. Visitar sus operaciones por todo el Perú me permitió acercarme a una realidad que de otra forma nunca hubiera conocido y también me ayudó a identificar la que creo puede ser la causa raíz de muchos de nuestros problemas y conflictos actuales: lo poco que nos valoramos entre nosotros.
Sea por acción (maltrato e injusticia) o por omisión (falta de empatía y compasión) parecería que esa poca valoración que guardamos entre peruanos ha permeado en nuestra percepción del otro y ha hecho que nuestras brechas interpersonales se hagan cada vez más considerables: poca o nula comunicación, creciente desconfianza, directa intolerancia, materialismo, desintegración. No por nada somos uno de los países con menor confianza interpersonal del mundo.
La pregunta que deberíamos hacernos entonces, tanto a nivel empresa como país, es si es posible construir un proyecto común, un futuro juntos, si no cambiamos nuestra actitud y comportamiento hacia el otro y trabajamos para cambiar esa mentalidad egocentrista (mercantilista), sesgada y poco humana que nos lastra.
Porque es posible hacerlo, pero requiere de un propósito mucho mayor del que hoy algunas empresas e instituciones exhiben y de una apuesta decidida por poner al ser humano en el centro de nuestras acciones. Desde un replanteo del propósito, a iniciativas más asociadas con la propia cultura de la organización (Diversidad, Equidad e Inclusión) y sus procesos de gestión, hasta la toma de decisiones de negocio (o política pública).
Howard Schultz, mítico ex CEO de Starbucks, siempre dejaba dos sillas vacías en las reuniones con su equipo de liderazgo. Una silla representaba al socio y la otra al cliente. Al tomar una decisión relevante su equipo se preguntaría si esta los haría sentir orgullosos. Es decir, si tanto el socio como el cliente la aceptarían sin más.
¿Qué pasaría si separáramos una silla (sólo una) que represente a un peruano o peruana de a pie en nuestras salas de directorio o comité ejecutivo y, en ese momento de tomar decisiones transcendentales, le preguntáramos si estaría orgulloso de nosotros?
Para lograr una transformación empresarial o país necesitamos hacer sentir a nuestros stakeholders, empezando por nuestra propia gente, que tienen dignidad y nos importan. De hecho existen múltiples formas de hacerlo (varias empresas ya lo hacen). Para los que no lo ven tan claro, a continuación algunas ideas inspiradas por la propia Global Dignity (www.globaldignity.org):
1. Ayudar a que todas las personas persigan su propósito y significado en la vida, para alcanzar su máximo potencial.
2. Promover el acceso a educación, salud, agua y saneamiento, un ingreso digno, seguridad.
3. Respetar a todas las personas: su vida, identidad y creencias.
4. Proteger el mundo natural y el medio ambiente.
5. Enfrentar la injusticia, la intolerancia y la desigualdad.
¿Ingenuo? Quizás. ¿Necesario? Sin duda. Las empresas tienen la capacidad y la gran oportunidad no sólo de transformar su ecosistema sino también el país. Para eso no deben esperar a los políticos, deben ponerse manos a la obra, empezando por casa e impactando positivamente en todo su entorno: poniendo al ser humano en el centro. El camino al éxito pasa por dignificar a esa persona que tocamos todos los días con nuestras decisiones.