ChatBot GPT versus la valija de Lionel Messi
Dos días después de que Lionel Messi rompiera con la lógica y con sus propios demonios y maldiciones y que el mundo por fin viera al rosarino levantar la copa del mundo, Hernán Casciari leyó este cuento en el ya mítico programa de radio “Perros de la calle”.
No pasó mucho tiempo para que la historia de la valija de Messi, y lo que esta figura significó para los migrantes argentinos en la Barcelona de los principios de milenio, se viralizara.
El video llegó al mismo Messi, quien en agradecimiento le dejó un mensaje de voz a los conductores, sacándoles un par de lagrimones. Puede usted anotarme en la lista de los moquientos que se emocionó no solo con el texto, sino con la respuesta del jugador.
Mientras me sonaba la nariz pensaba en Casciari y en la maleta de Messi, a partir de la fiebre desataba por el ya famoso Chatbot GPT.
Esta IA, que amenaza arrasar con el trabajo de periodistas, redactores y productores de contenido, se está convirtiendo en una especie de fetiche, que promete rapidez, eficiencia y, cómo no, ahorro de costos.
Pues bien, la salivación de muchos ya es masiva. Se imaginan kilómetros de kilómetros de contenido escrito al minuto, a partir de unos cuantos datos, siguiendo lógicas de indexación que nos posicionarán rápidamente en los primeros lugares del buscador, satisfaciendo clientes y, cómo no, facturando rápidamente.
Negar que el Chat GPT tiene una serie de ventajas, y que puede ser de mucha utilidad para la producción de contenidos no solo sería iluso, sino también un poco tonto y presuntuoso.
De hecho, si lo que buscamos es ofrecer los 5 consejos para protegernos del COVID, o los 10 puntos que debemos tener en cuenta para comprar un auto de segunda mano, la IA de marras puede ser de mucha utilidad.
Incluso hay experimentos interesantes, en los que el chat ha asumido una personalidad determinada respondiendo acorde a esta. Ya se han publicado algunas columnas de opinión y se debaten los límites –si estos debieran existir–, en la producción académica o científica.
Pero ya está probado hasta la saciedad que ser un purista que defiende la vieja usanza de cualquier oficio o profesión, y negar el progreso, es un camino tan inútil y condenado al fracaso como el andar de adolescente calenturiento por una nueva tecnología.
Una vez más: ni el cine mató a la radio, ni esta murió por la televisión. El papel impreso sigue existiendo a pesar del ebook y la fiebre por los vinilos volvió a pesar del CD, de Itunes y de Spotify.
Así que evaluar todo en su justo medio, como lo hace El País en este informe, sería el mejor consejo.
Soy de los que creen que el Chat GPT sumará contenido a una realidad donde ya la sobreabundancia no solo es latente, sino también muy peligrosa (mire usted a los fraudistas en Estados Unidos, Brasil o Perú) y podría terminar generando saturación y una gran cantidad de ruido. Quienes algo sabemos de comunicaciones conocemos perfectamente lo nocivo que es este elemento para el éxito de cualquier estrategia.
Pero también podríamos estar generando desconfianza entre nuestras audiencias, quienes con razón podrían dudar si el contenido que consumen está escrito por un humano o por un algoritmo entrenado, dañando así los vínculos y la confianza entre marca y público.
Lo que la IA aún no podrá remplazar al menos hasta que, como dice Harari, adquiera conciencia humana, es algo único.
Piense nuevamente en Casciari. En su capacidad de recordar, procesar y entender las emociones que produjo el desarraigo del migrante hace 20 años. Piense en su capacidad para plasmar en palabras el paralelo exacto que se formó entre esos sentimientos, la felicidad vivida por los inicios de Messi y el recuerdo de la patria.
La tarea no termina ahí. El autor viaja en el tiempo, hasta 2022 y utiliza la épica que significó ganar el mundial, luego de tantas derrotas, para producir un texto insuperable usando como hilo conductor, lleno de simbolismo, un artefacto tan simple como una maleta.
Lo siento, defensores del ChatBot GPT, para lograr eso se necesita algunas características que no tiene aún una IA: talento, olfato, sentimientos, capacidad de procesar recuerdos y, sobre todo, calle.
Mucha calle.
Para más señas: una IA, que jamás se paró en una cancha de fútbol, intentó predecir al ganador del Mundial de Catar y los 4 primeros lugares.
Si usted apostó algunos soles con esa referencia, entenderá perfectamente mi falta de emoción.
A quienes aún vemos a estas herramientas tecnológica como complementos sumamente útiles, pero accesorios para la producción de contenido, nos toca elevar aún más la valla. Es decir, impulsar equipos de personas altamente talentosos que puedan destacar por encima de la sobre abundancia y la estandarización y, así como Casciari, arrancar una lágrima, una risa, una mueca de aprobación o de desprecio.
En resumen: sentimientos tan humanos que solo puedan ser causados por otro ser humano y que logren mover audiencias.
¿No es eso lo que queremos lograr al final con nuestro contenido? Humanizar a nuestras marcas hasta que sean parte de la vida de nuestras audiencias, nutriéndolas de contenido relevante. Alimentarlas con fast food no pareciera ser el mejor camino para lograrlo.
Cuidado entonces: a pesar de que algunos sueñen con que las fantasías de SkyNet estén cada vez más cerca aún falta tiempo para que su cafetera eléctrica decida asesinarlo una mañana.
Así que antes de abandonar a su equipo de contenido por una sexy inteligencia artificial, quizás valga la pena aprender que los enamoramientos fogosos no siempre tienen un final feliz.
Si no, pregúntele usted a nuestro Premio Nobel.