¿Quién soy, de dónde vengo y a dónde voy? 2.0
Desde hace siglos, como humanidad nos preguntamos quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Hoy, estas preguntas siguen vigentes y una forma en la que se manifiestan es en la búsqueda de un propósito de vida. La reflexión sobre el propósito o misión personal comenzó a sentirse más con los millennials y los centennials lo hicieron tendencia, pero cada vez más personas de todas las edades y lugares se la plantean. De hecho, en el planeamiento estratégico de toda organización el por qué/para qué existe es un punto fundamental e incuestionable en cuanto a importancia pues todas las acciones se orientan a lograr dicho fin. Sin embargo, esa práctica normalizada en las organizaciones no siempre se lleva al plano personal.
El propósito de vida refleja nuestros valores y convicciones fundamentales y cómo queremos dirigirnos en la vida. Es una definición muy personal del éxito que nos permite medirnos bajo nuestros propios parámetros. También puede basarse en las fortalezas y pasiones personales, y en aquello que otros reconocen como único. Todos los días tomamos decisiones que van trazando el curso de nuestra vida. ¿Estas decisiones toman en cuenta nuestra misión?
En la búsqueda de nuestro propósito, hay 3 consideraciones a tener en cuenta:
1. Exige autoconocimiento: nuestro propósito de vida no llega de la nada en un momento de iluminación divina. Implica mucho trabajo detrás. Para ello, el primer paso es conocernos a nosotros mismos. Parece una redundancia decir “conocernos a nosotros mismos” porque “cómo no voy a conocerme si soy yo”. Pero lo real, es que estamos tan ocupados con el trabajo y las preocupaciones/distracciones de la vida que no nos observamos, no nos escuchamos, no atendemos nuestras emociones, y así terminamos canalizando lo no resuelto por otras vías (a través de enfermedades, por ejemplo) y llevando nuestro día a día sin perspectiva de lo que queremos lograr a largo plazo. Por ello, como prácticamente vivimos contra el tiempo, es importante agendar un espacio para nosotros mismos que nos permita probar cosas nuevas, practicar las que sabemos que nos hacen bien, etc. Hay dos ejercicios que suman mucho en el proceso de autoconocimiento: conocer nuestra historia familiar (quiénes fueron mamá y papá, la abuela, el abuelo, etc) da luces sobre aspectos que vienen de nuestro linaje y preguntar a otros su percepción sobre nosotros.
2. Reflexión constante: como todo en la vida, nuestro propósito es dinámico. Si nosotros cambiamos permanentemente y todo alrededor también, es esperable que el propósito se vaya ajustando por lo que debemos mantener una mente abierta y flexible. Por ello, es un cuestionamiento que nos debe acompañar siempre. Es un camino de más preguntas que certezas, pero así se avanza. Nuestro propósito de vida servirá como esa estrella guía que nos ayuda a ver las cosas en perspectiva y con motivación pues aunque el camino sea largo sabemos a dónde queremos llegar. Desde ahí, podemos tomar decisiones, incluso las más complejas, pues nuestro marco de referencia será seguir lo que nos permita acercarnos a nuestra misión.
3. Coherencia transversal: el propósito está en nuestro centro. Por tanto, corresponde vivirlo en todo lo que hacemos. Si bien es algo que ahora muchas empresas promueven, el propósito de vida va más allá del espacio laboral. Las personas somos más que lo que hacemos como trabajo. Corresponde preguntarnos: ¿cómo vivo mi propósito con la familia y amigos? ¿Cómo me acerco a mi propósito a través de mi trabajo, considerando que le dedico gran parte de mi vida? Como ciudadana, ¿de qué forma se manifiesta mi propósito? La coherencia es un desafío, pero uno que vale la pena asumir. No podemos disociar un rol del otro, somos uno y la autenticidad debe reflejarse.
En los últimos años he tenido la oportunidad de preguntar a distintos grupos de jóvenes sobre su propósito de vida. Algunos pocos la tienen clara, otros están en proceso y otros recién empezaban a cuestionarse. Lo que coincide en la mayoría es que no se lo preguntaron explícitamente antes. Por eso, al margen del nivel de claridad que tengan, escucharse siempre es muy enriquecedor. Todos podemos iniciar esta reflexión con nosotros mismos, nuestra pareja, nuestros hijos, nuestros estudiantes, con nuestro equipo de trabajo. A veces las preguntas son oportunidades que nos permiten pensar, a veces son las señales que uno necesita.
En situaciones tan duras como las que vivimos en el país, nuestro propósito se puede convertir en esa luz al final del túnel que nos ayude a levantarnos con energía sabiendo que aportamos a algo trascendental. La pandemia nos mostró que todo puede irse de un momento a otro, tengas la edad que tengas, vivas donde vivas, tengas recursos o no. Nos obligó a reflexionar sobre lo que realmente es esencial en nuestras vidas. ¿Y si aprovechamos la oportunidad que tenemos para vivir con sentido de propósito?