Niño Costero: Oportunidad para revisar cómo hacemos las cosas
Nuestro país está viviendo una de las crisis climáticas más duras de los últimos años. Miles de familias, muchas de ellas de escasos recursos, se han quedado no sólo sin agua ni comida, sino sin un lugar dónde vivir, y en algunos lugares la situación se torna peor, pues con el agua empozada han llegado las enfermedades. Nadie se imaginó que los efectos de las lluvias podrían ser tan devastadores.
En estas situaciones tan extremas surge lo mejor y lo peor del ser humano. Resulta muy motivador y esperanzador los numerosos ejemplos de solidaridad no sólo de las personas que se han organizado para donar ropa, víveres y horas de su tiempo para ayudar a otros, sino que diversas empresas han dado muestras contundentes de su compromiso con el Perú y con los más necesitados.
En esta situación, ese compromiso y propósito común de sumar es más poderoso que las diferencias, conflicto de intereses y competencia que suele haber en situaciones normales. Los que han apoyado no se han puesto a pensar si este es su rol o no, simplemente han pensado que hay una necesidad enorme y se tiene las capacidades para aportar y ayudar. Y así, no sólo se ha visto empresas donando importantes cantidades de dinero, sino que se ha visto que compañías pesqueras ponen sus embarcaciones a disposición para trasladar ayuda, empresas aéreas ofrecen vuelos gratuitos para transportar heridos, firmas que producen alimentos y agua donan grandes cantidades de sus productos, empresas telefónicas y financieras ponen a disposición sus plataformas tecnológicas para recaudar fondos, entre otras acciones solidarias. Es decir, cada actor ha puesto lo mejor que sabe hacer, sus ventajas competitivas sobre la mesa para aportar al bien común. Estos recursos son los que normalmente se utilizan para competir, pero que en esta ocasión se han utilizado, también, para cooperar, para generar un impacto positivo en las zonas afectadas.
Yo me pregunto, ¿cómo tendríamos que ver las cosas para que se genere, de manera regular y natural, una actitud de cooperación entre diversos actores para lograr el bien común? ¿Tenemos que esperar una situación extrema para alcanzar este tipo de consciencia en las personas e instituciones? Tratando de responder a esa pregunta, creo que el pensar en algo más grande que trasciende lo inmediato, un propósito compartido, tan amplio que para lograrlo no funciona competir sino cooperar, hace que todos los actores cambien de chip y actúen desde otro enfoque. Eso de por sí genera mayor alineación de intereses, y por ende, más confianza entre entidades respecto de lo que pueden lograr en conjunto para nuestra sociedad.
¿Se imaginan el rol que podrían jugar los líderes empresariales y las marcas como generadores de cambio social, a través de la identificación de propósitos trascendentes y compartidos? Esto implicaría repensar el rol que juega la empresa hoy en el Perú para plantearnos el rol de la empresa que este país necesita para estar mejor en el futuro: pasar del objetivo inmediato de generar utilidades y valor para los accionistas, y adicionar el objetivo de que en el ejercicio de nuestro negocio se esté generando un cambio significativo y positivo en las comunidades que sostienen nuestro negocio. Es decir, no sólo importa el qué, sino el cómo, y para eso, tenemos que partir de un por qué que esté a la altura de los retos que tenemos como sociedad y como líderes capaces de transformar el entorno trabajando con otros actores como Una Sola Fuerza.