Alianza Lima: apagón reputacional
Una final de campeonato entre los dos eternos rivales del fútbol peruano, con toda seguridad, es un suceso para el cual se deben tomar todas las previsiones del caso, en todos los aspectos. El espectáculo debe limitarse a la contienda deportiva y los protagonistas ajustarse al orden establecido para evitar problemas internos o externos. Hasta aquí, nada del otro mundo… pero todo se salió de control.
Universitario de Deportes terminó ganándole justamente al Alianza Lima en su propia casa; pero el anfitrión quedó como un mal perdedor, apenas segundos después del pitazo final: un inesperado -pero no fortuito- apagón de las luces principales del estadio impidió la celebración de los ganadores, la entrega del trofeo y abrió la posibilidad de una desgracia de gran magnitud que felizmente no sucedió.
Luego de la oscuridad vino una seguidilla de hechos que torpedearon la reputación del Alianza Lima y que dejan mal parada a la institución, a sus dirigentes y -de taquito- a la propia hinchada del club. Una descabellada acción, con consecuencias a todo nivel, que quedará grabada como una indeleble mancha reputacional.
La reputación es la valoración que se hace de las acciones o inacciones de las personas u organizaciones, la cual se incrementa exponencialmente en contextos de inmediatez y viralización de la información sobre ese accionar. La sorpresa y vergüenza por el comportamiento antideportivo del anfitrión dio la vuelta al mundo por las redes sociales. Las infelices declaraciones del delegado de club deportivo, achacándole la responsabilidad “a las autoridades” solo fueron gasolina al fuego encendido. La negación de lo evidente mantiene la crisis; pero la mentira, la incrementa.
Testimonios de los asistentes al estadio dieron cuenta del pánico surgido tras el apagón. Al peligro de evacuar el estadio a oscuras, se le agregaron los temores de actos violentos entre las “barras bravas”, y el ser víctimas de delincuentes que -aprovechando el pánico- hicieran de las suyas. Irónicamente, “a todas luces” fue una desgraciada decisión.
Al día siguiente se mantuvo la crisis: Alianza Lima sacó un “comunicado oficial” expresando que el apagar las luces del estadio fue para “incentivar la rápida evacuación de las tribunas y así preservar la integridad y seguridad del público y de las instalaciones deportivas”. A la mentira se la tergiversación con pretextos absurdos que nadie podría creer.
Las consecuencias apenas comienzan a aparecer. La Fiscalía anunció el inicio de averiguaciones contra los que resulten responsables de los presuntos delitos de exposición de personas al peligro y disturbios en agravio de ciudadanos y agentes de la Policía Nacional. Precisamente, la institución policial negó que hubiese alguna orden o coordinación con el dueño de casa para apagar las luces del estadio. Por su parte, la Federación Peruana de Fútbol informó que iniciaría un procedimiento disciplinario de oficio.
La abrupta y provocada finalización de la jornada no solo impidió la celebración de los visitantes, sino la realización de la premiación y de todo el despliegue publicitario y mediático preparado para la ocasión. Hay obvias repercusiones en los patrocinadores, anunciantes y demás actividades de promoción y marketing quienes vieron frustrados sus esfuerzos y, por lo tanto, se lo pensarán mucho antes de volver a apostar por un equipo mal perdedor.
Lo que pudo haber quedado como una reseña de la final de un evento deportivo se convirtió en un caso de daño reputacional y de un pésimo manejo comunicacional del Alianza Lima, en el que todo lo que no se debe hacer en una crisis, se hizo: negación, engaño, tergiversación, negligencia y cobardía al no haber alguien que dé la cara para asumir la responsabilidad de un pésimo actuar.
Es probable que haya sanciones de todo tipo, que se enfrentarán y se cumplirán; consecuencias en futuros patrocinios, que ahora seguramente se meterán en la congeladora; pero la sanción moral, esa que queda grabada en la mente de todos aquellos que se han sentido decepcionados por un inexplicable accionar, será imborrable y será recordada de cuando en cuando. Este apagón no es uno cualquiera, es un apagón reputacional que ya forma parte de la historia del Club Alianza Lima.
Autor: Miguel Antezana. Coordinador académico de los Diplomas Internacionales en Comunicación de ESAN. Asesor, consultor y conferencista en temas comunicacionales. Socio principal de Antezana Comunicación Corporativa. Creador y organizador del Congreso Suramericano de Comunicación Corporativa – COMUSUR y académico fundador de la Cátedra Itinerante de la Nueva Teoría Estratégica (CiNTE). Se ha desempeñado como Ejecutivo de Planificación Estratégica y de Comunicación Corporativa en CAF – Banco de Desarrollo de América Latina; y como Director de Comunicaciones y Protocolo en el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo del Perú (MINCETUR). MBA por la Universidad Politécnica de Madrid, España. Coach ontológico certificado por The Newfield Network.