Las realidades y mitos de la valorización de startups
Por: Luis Mendiola. Profesor de Finanzas de ESAN Graduate School of Business.
El proceso de valorización de empresas está envuelto en mitos persistentes que distorsionan la percepción de empresarios e inversionistas sobre el verdadero valor de un negocio. La falta de comprensión sobre cómo se determina dicho valor genera expectativas irreales y decisiones estratégicas equivocadas. La evolución constante del entorno empresarial, las presiones del mercado y las características intangibles de cada compañía hacen que la valorización sea un ejercicio más complejo que la simple aplicación de una fórmula.
Una de las falacias más extendidas es la creencia en los múltiplos estándar. Se asume que existen valores fijos aplicables a cualquier empresa dentro de una industria. Sin embargo, la realidad es que no hay reglas universales para la valoración, y los múltiplos de referencia no son más que aproximaciones iniciales. Los inversionistas suelen ajustar estos valores según sus expectativas de retorno de inversión, lo que significa que cada transacción responde a una lógica particular. Un negocio no vale simplemente un número fijo de veces su EBITDA o ingresos, sino lo que un comprador esté dispuesto a pagar en función de su propia estrategia y análisis de riesgo.
Otra concepción errónea es que el valor de una empresa se limita a sus activos financieros. Aunque los estados financieros son un insumo clave en cualquier evaluación, no son la única variable determinante. La marca, la cultura organizacional, la capacidad de innovación y la estabilidad del equipo directivo pueden impactar la valorización tanto como el flujo de caja. Un inversionista no solo compra balances contables, sino también la proyección futura del negocio y su capacidad de adaptación.
Relacionada con este punto está la creencia de que la valorización es un número absoluto. En realidad, el precio de una transacción no solo depende del monto acordado, sino también de la estructura del acuerdo. El tipo de financiamiento, las condiciones de pago y los mecanismos de salida pueden hacer que una cifra atractiva se diluya con el tiempo. En muchas ocasiones, un precio más bajo con mejores condiciones de pago y menor riesgo puede ser preferible a una oferta aparentemente más alta, pero con términos desventajosos.
También es común suponer que la valorización refleja un momento específico en el tiempo. Si bien los datos históricos son útiles para entender la evolución del negocio, los inversionistas miran hacia adelante. No están interesados únicamente en lo que la empresa hizo en el pasado, sino en lo que puede lograr en el futuro. La estabilidad, previsibilidad y sostenibilidad del crecimiento son factores que pesan más que los números pasados.
Entre los métodos de valorización, el múltiplo sobre ingresos es uno de los más utilizados, pero también de los menos precisos. Un dólar de ingreso siempre viene acompañado de costos, por lo que el verdadero interés de un inversionista está en el flujo de caja disponible. Métodos más sofisticados, como el flujo de caja descontado (DCF) o el enfoque de Chicago, ofrecen una visión más realista al integrar expectativas de crecimiento y riesgos asociados.
Otro error habitual es asumir que la valorización calculada en un análisis será el precio final de venta. En la práctica, una valorización es solo el punto de partida para una negociación. Factores externos, como la dinámica del mercado, la urgencia de venta y la capacidad de negociación, pueden hacer que el precio final diverja significativamente del valor estimado.
A menudo los empresarios creen que podrán vender su empresa en el momento más conveniente y obtener el monto necesario para su retiro. Sin embargo, el mercado no responde a los tiempos personales de los propietarios. La falta de diversificación patrimonial y la sobredependencia en el negocio pueden hacer que la venta no alcance las expectativas del dueño. Si una empresa se valora por debajo de lo esperado, puede ser un síntoma de problemas estructurales que deben corregirse antes de buscar un comprador.
El mito de que un alto margen de ingresos respecto a gastos se traduce en mayor valorización también es engañoso. Un margen elevado puede ser indicio de falta de reinversión en la empresa, lo que a largo plazo afecta su crecimiento y competitividad. Un negocio que no invierte en innovación o desarrollo tecnológico puede perder valor, ya que el comprador deberá compensar con nuevas inversiones los déficits acumulados.
Finalmente, la idea de que una empresa se venderá a un precio justo en caso de una contingencia inesperada es peligrosamente errónea. Si el propietario es la pieza clave del negocio, su ausencia puede generar una rápida depreciación. La falta de un plan de sucesión o de estructuras organizacionales sólidas aumenta el riesgo para cualquier inversionista, reduciendo drásticamente el valor percibido.
Comprender estos matices es esencial para cualquier empresario que busque maximizar el valor de su compañía. ¿Cómo pueden los emprendedores prepararse mejor para un proceso de valorización realista? ¿Qué estrategias han demostrado ser más efectivas para incrementar el atractivo de una empresa en el mercado?