Esa loca tentación de romperlo todo
¿Quién no ha sucumbido a un momento de ira? A veces dejarse llevar por esos impulsos es un placer momentáneo que desencadena una liberación de energía que, aparentemente, tranquiliza. Y es que es muy difícil mantener el equilibrio bajo algunas circunstancias como las que vivimos.
Recibir insultos, leer absurdos cuando se trata de construir una argumentación razonable, escuchar gritos desaforados o estridencias, nos colocan en un ambiente de retos constantes más aún cuando se habla de política hoy en el Perú.
En este dilema me he venido situando desde hace algunos años; para ser concreto desde que empezó la crisis política en nuestro país con la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski y todo lo que vino luego. La estridencia ha ido en pleno crecimiento y diera la impresión que, poco a poco, nos vamos acercando a una gran explosión o caos supremo.
Debo de ser frontalmente claro: no estoy de acuerdo con nada de lo realizado por este gobierno y, me considero, un abierto opositor. Estoy de acuerdo con muchos de los objetivos de la izquierda (como mayor justicia para quienes trabajan más y, lamentablemente, no consiguen resultados); discrepo en las formas. Pienso que la izquierda, simplemente, no sabe el cómo.
Frecuentemente me hago la misma pregunta ¿y cómo salimos de esto? Ahí es donde viene el gran dilema mío, sobre todo a mérito de propuestas como las de la revocatoria del Presidente.
No estoy en condiciones de discutir si es una propuesta legal o no. Creo que, a estas alturas, ya no se trata de esto. Simplemente considero que es importante darle equilibrio a una salida o a una solución que cambie las cosas. Porque quienes nos consideramos defensores del Estado de Derecho y de la institucionalidad, no podemos jugar con las reglas. Para tal caso, mejor convoquemos a un golpe militar y listo. Aunque ya sabemos en que acaban todas las dictaduras de ese tipo.
¿Pero si te están robando en la cara y se están atornillando en el poder? ¡no podemos permitirlo! Ahí viene mi invocación a la calma. Romperle la cara a alguien que te insulta en el tráfico, es muy “liberador” (lo sé por experiencia propia). Pero luego vienen los estragos. Te duele la mano, te sientes mal y no te sientes orgulloso de la solución, más aún si tienes personitas atrás que te ven (hijos, por ejemplo). Uno no puede estar solucionando los problemas con golpes, gritos, insultos porque algún día te tocará cosechar lo que sembraste.
No tengo una salida a este problema en el que nos hemos metido todos y del cual somos responsables por acción u omisión. Lo único que sé es que tenemos que ejecutar una salida limpia y eso requiere reflexión. Ahí viene la palabra tan de moda últimamente: equilibrio. Equilibrio en la contundencia, firmeza y prontitud, mezclados con la elegancia y sobriedad de un cisne. Por eso no sucumbamos a la loca tentación de romperlo todo. Recordemos que atrás vienen otros que nos están mirando.
Lima, 20 de octubre de 2021
Eduardo Herrera Velarde