Ni el pecado ni el escándalo
Se dice que el Ser Supremo tiene ciertas tolerancias. Perdona todos los pecados, pero no el escándalo. Y de eso se valen algunos humanos, seres terrenales, para complacencias o hipocresías; el escandalo no es admisible, el pecadillo sí. Ya sobre varias frases se han soltado en nuestra historia como aquella célebre que sostenía: “es pecado, pero no delito”.
Que todos los gobiernos han copado el Estado como si fuese un botín, sí claro, pero no tan rápidamente. Que en todos los gobiernos -en todos los niveles- hay corrupción, si claro, pero no tan evidente. Y por supuesto, que las Fuerzas Armadas siempre han sido objeto de maniobras del gobernante de turno para sustentar débiles gobiernos, por supuesto, eso también pasa, pero nunca con whatsapp incluido.
Claramente, toleramos muchos pecados, más no el escándalo que, dicho sea de paso, reemplazamos rápidamente por otro y por otro, sin salir ni siquiera del primero. El Perú es un país se escándalos y pecados comunes, “normalizados” como dirían algunos.
Llegamos así a otro concepto que podría determinar la suma de todos los escándalos y varios pecadillos más: la afrenta a la moralidad, la falta de moralidad o la incapacidad moral permanente. Dicho sea de paso, un concepto -la moral- muy ligado a lo religioso, erróneamente.
Y aquí vienen mis mayores dudas ¿una conducta reiterada de escándalos -voluntarios o no- pueden ser muestra de una inmoralidad permanente? ¿o tal vez estamos frente a una amoralidad? Quizá la seguidilla, la habitualidad, la persistencia en seguir adelante, con “pana y elegancia”, afrentando a todos para salir luego a sostener con gran desparpajo que “aquí no pasa nada”, sea indicativo que ya se perdió el norte, que estamos en la inmoralidad hace años, que ya toleramos todo y simplemente esto no da para más.
La solución es la que ya todos sabemos, con la cual nos preocupamos y miramos angustiados. Qué falta de valores, qué falta de reflexión, qué falta de justicia, y así sucesivamente; nos escandalizamos por esas carencias, pero validamos el pecado. Mientras tanto, y para no arrogarnos facultades divinas, nosotros mortales no podemos seguir perdonando ni el pecado, ni el escándalo. Nunca más.
Lima, 10 de noviembre de 2021
Eduardo Herrera Velarde