Queremos que se haga justicia
El país vive de espaldas a la justicia. Pese a ello, basta con ver los noticieros, el clamor popular, para percibir que lo que más necesitamos como sociedad es, precisamente, justicia. La justicia solo es mirada por algunos cuando les conviene, cuando tocan a alguien cercano, sin apreciar que, si toleramos lo injusto para otros, pronto nos llegará el karma como una cachetada de la que solo hay una escapatoria, una puertita que se abre convenientemente mediante algunos personajes convenientes que “aceitan” la máquina.
Justicia -denominada como social- para aquella persona que se mata trabajando de sol a sol y que no gana lo suficiente. O para esa misma persona, para evitar que tenga que comprar agua cuando constituye rol del Estado generar la conexión respectiva, un Estado de espaldas a su deber y que más parece preocuparse por cómo recaudar más y más. Y ojo, no hace falta, como pretexto, que el famoso derecho al agua exista en la Constitución para buscar más conectividad a servicios básicos. Justicia real para una madre que busca que el progenitor irresponsable de la cara ante el abandono de su prole.
En contraposición, lo que hemos generado es un bosque frondoso y caótico de legislación. Mucha de aquella absurda como las inventivas normas de la etapa COVID. Creemos que la Ley prevalece por sí sola y que esta es el único instrumento para hacer justicia. Justicia y legalidad no son lo mismo.
En esa misma línea, reclamamos un gran padre protector, acaso tirano o llanamente dictatorial que, de una buena cachetada o algún carajo, nos haga cumplir la ley. Vivimos la minoría de edad ciudadana con intensidad. A nadie le interesa la Ley en un país en donde se producen leyes, con minúscula, hasta para exportar.
Pese a la apariencia en el intento de construir un Estado de Derecho, todos sabemos que es un intento cosmético frente a la oposición de las argollas que resisten, se reinventan y se acomodan al poder de turno. No, la institucionalidad y las grandes reformas no pasarán ¡que viva el piloto automático! Déjalo ahí no más hermanito, no lo toques.
¿Quién debería encargarse de la reforma de la justicia? El imaginario nos lleva a pensar que el Presidente de turno o el Congreso ¿pero cómo pensar algo así si casi todos tienen problemas con esa justicia que debería de investigarlos con seriedad, prontitud y probidad?
¿Y entonces? ¿quién podrá defendernos? Tenemos a dos mujeres frente al Poder Judicial y a la Fiscalía, una esperanza para muchos, pero ahí tienen, el asunto no tiene nada que ver con género, se necesita voluntad para las reformas y, hablando del sistema de justicia, el juego de las sillas que encumbra a los grandes Magistrados termina acostumbrándolos al perverso status quo (así, en latín, como les gusta a los abogados).
Si me preguntan la receta podría soltar una lista de sugerencias, tal vez cierta o tal vez desenfocada. Ya a estas alturas la certeza de cómo hacer una reforma y quién debe hacerla no me acompaña y me encuentro más que confundido. De lo que sí estoy seguro es que momento de hablar del tema. Ya así habremos ganado el germen del cambio y eso es un gran paso para que hagamos justicia. Es hoy, es hoy.
Lima, 11 de enero de 2020
Eduardo Herrera Velarde.