Un Presidente irresponsable
Nunca llegué a entender bien eso de que el Presidente es, constitucionalmente, irresponsable. No sé si es irresponsable políticamente o también jurídicamente. Dicen por ahí que lo protegen para evitar las denuncias maliciosas que podrían llegar, pero terminan generando un individuo con aires de rey infante, un heredero que necesita un tutor que lo guíe. Y, trágicamente, en este caso se hace más palpable que nunca la comparación.
Por cierto, si quieren evitar que al Presidente le lluevan denuncias, ocupémonos del sistema de justicia porque a todos nos pueden llover la mismas denuncias con la misma facilidad. Doy fe.
Me parece sumamente trágico discutir sobre si alguien es responsable en un país que necesita a gritos menos víctimas y más protagonistas.
Mis dudas me llevan a divagar sobre el tema y me vivo cuestionando, tal vez como cualquier lector acucioso que podrá advertir y pensar ¿se debe premiar al Presidente por su honestidad brutal al aceptar que no está preparado para el cargo? ¿o más bien debería sancionársele por una afirmación que linda con el cinismo descarado? Vale aclarar una cosa, distinto es ser capaz, sentirse capaz y otra serlo en realidad o estar preparado. Desde esa perspectiva, habría que ver, en retrospectiva, cuántas de nuestras autoridades engañaron al sostener ser la mejor opción solo por llegar al poder. Y claro, nosotros asumir nuestra responsabilidad en el drama que vivimos ¿fuimos engañados o simplemente pecamos por omisión?
El discurso de la responsabilidad en el Perú es una broma de mal gusto, un chiste pesado que nadie quiere escuchar, como aquella que pregunta que te revienta en la cara y te hace sonrojar: ¿eres responsable de lo que nos pasa? ¿de alguna manera u otra? ¿o siempre es alguien más?
Irresponsabilidad de una empresa que provoca un desastre ecológico inmenso. Una verdadera acción de asunción es la siguiente; no importa si fue el oleaje anómalo, no importa si el buque se estrelló, no importa si Diosito así lo quiso, nosotros la embarramos -literalmente- y debemos limpiar esto. Así actúan los mayores de edad, los responsables. Los demás miran al techo, silban, eluden. La responsabilidad es una mancha de petróleo penetrante, incómoda. Nadie quiere verla, pero ahí está.
El destino o tal vez el mismo Dios (a quien hacemos también responsable de muchas de nuestras desgracias), nos está mostrando la salida. Tenemos que madurar y adquirir responsabilidad o, mejor dicho, demostrarla. No flagelarnos, ni postrarnos a lloriquear porque la responsabilidad, -a diferencia de la culpabilidad (lacerante y tortuosa)- exige mirar de frente y de pie para concluir con sobriedad que sí, es crucial cambiar de rumbo.
¿Cómo hacerlo? ¿qué sigue? No lo sé, cada quien tendrá su propia receta y acción de remediación. No puedo sugerir respuestas pues sería irresponsable. Cada quien en su metro cuadrado.
Lima, 01 de febrero de 2022
Eduardo Herrera Velarde.