Bukele y el 05 de abril
Seguramente esta será una opinión impopular, una más de mis opiniones impopulares.
La emoción de impotencia ante el descaro, “la pana y elegancia”, con la que la delincuencia nos chorea las oportunidades, parece legitimar una acción de venganza. Venganza radical y desmedida del sistema.
El Perú siempre buscó un protector, un gran padre que “ponga las cosas en orden”, que “diga las cosas como son” y que “actúe con mano firme”. Por eso a muchos les encanta, les fascina, el estilo Bukele o, en general, de cualquier bravucón que grita o brama para mostrar su potencia. Se confunde autoridad con autoritarismo.
Muchos protestamos por el cancelado 05 de abril reciente. Esa es la mejor muestra de cómo un “régimen de excepción” se convierte en una vulneración abierta a nuestras libertades traduciendo que estamos dispuestos a pagar sacrificios de nuestros propios derechos en pos de una seguridad de la cual tampoco podremos disfrutar plenamente. Esta situación viene a resultar tan paradójica como la de esos Alcaldes facilistas que cierran parques para mantenerlos lindos. En la práctica, por un “objetivo común” se autorizan atropellos para todos -sí, para todos-. De ahí en más vienen las expropiaciones, las leyes de sospecha, los toques de queda, etcétera. No hay límites.
Si Bukele hubiera tomado la decisión de hacer el 05 de abril acá en Perú como lo vivimos, estoy convencido que varios hubieran aplaudido. Pero no fue así, lo hizo Castillo y, además, lo ejecutó de una manera magistralmente torpe y desproporcionada.
El éxito de la justicia, de un estado de derecho no radica en la chambonada de conculcar derechos para la protección de los ciudadanos. Eso, honestamente, lo puede hacer cualquier macho alfa envalentonado y con algo de popularidad. El truco de un país desarrollado, civilizado, es impartir justicia de manera equilibrada y a la vez firme.
¿Quitarles el internet a los presos? Por supuesto ¿quitarles lujos y gollerías como reciben en las cárceles? Sin duda alguna ¿impedir que obtengan beneficios de manera irregular y corrupta aplicándoles penas severas cuando corresponda? También muy de acuerdo. Entonces surge la cuestión central: ¿cuál es el mérito de hacer cumplir la ley? Nada, es esa es precisamente la característica de un sistema sobrio y equilibrado. Lo otro, honestamente, es estridencia y exceso ¿hace falta matarlos de hambre? ¿hace falta humillar al otro para que “aprenda la lección”? ¿y si le sucede eso a un inocente o a alguien que conocemos? ¿quieren seguridad en las ciudades? Por favor, dejen de jugar a la “guerrita” y hagan algo con la justicia que “hace agua” hace tantos años en el Perú.
La contundencia de la ley, del estado de derecho, de la justicia no deben de confundirse con el extremo. No es débil quien garantiza equilibrio y tampoco es fuerte quien promete ajusticiamiento que, además, suele ser un boomerang. Si queremos ser una democracia y un país desarrollado debemos hacerlo por el camino correcto, siguiendo las reglas del juego que nosotros mismos hemos aceptado.
Lima, 12 de abril de 2022
Eduardo Herrera Velarde