Cada uno baila con su propio pañuelo
No hay mejor expresión limeña para graficar la situación actual. Que cada uno se defienda como pueda porque estamos frente a un escenario de pérdida total de consciencia colectiva, de verdadera empatía, de rumbo.
Y no es que piense o crea con sinceridad aquello del “bien común” o el desprendimiento propio en pos de bien del otro. Soy un confeso admirador de la potencia individual. Eso, por ahora, no ha variado. Simplemente veo que en nuestro país está primando el interés individual colisionando con el otros y eso, a mi juicio, es contrario al deber ser, a la ética, a la naturaleza del sentido humano. No nos eleva.
Para muestra un botón.
Resulta realmente inaudito que existan personas que se alivian e incluso fomenten la barbarie que está sucediendo en muchos puntos del país y tuvo su origen en Huancayo. Cómo avalar el saqueo, la vulneración a la libertad individual, la destrucción de la propiedad privada. Cómo respaldar e ignorar la muerte de seres humanos.
Por supuesto, del “otro bando”, hay de aquellos que señalan con razón la insensatez de semejante conducta, que son los mismos que acusan al Estado de “criminalizar la protesta”, cuando les conviene. Como dije, cada quien baila con su propio pañuelo, validando su interés personal.
Es un genuino conflicto de interés. Un conflicto de interés nacional.
Esto se extiende a muchas otras actividades. Solo nos interesa la justicia cuando choca con nuestros intereses o el de algún conocido. Solo impulsamos leyes que nos favorecen. Solo cumplimos lo que nos conviene. Solo pensamos en el corto plazo que es el que -con torpe ingenuidad- pensaremos en ver.
Siendo ello así cabe pensar, solo teóricamente, qué les espera a aquellos que no tienen micrófono para defenderse. No me refiero a quienes protestan. Las personas que viven en la miseria no tienen la posibilidad de protestar porque no tienen voz. La masa insatisfecha, los sindicatos, los transportistas ¿querrán representarlos? ¿o simplemente “solo jalarán agua para su molino”?
Tan personalistas somos que no buscamos instituciones, buscamos nombres de personas que nos salven. Hasta que los nombres se acaban y caen en el descrédito, por eso vamos camino directo a una anarquía y de ahí a lo que salga; ¿somos ingobernables o simplemente no tenemos visión de unidad? Y con esto no me refiero al discurso edulcorado de “trabajar unidos”, un discurso que no aterriza. Lograr un país, una nación, implica cooperación, denota institucionalidad.
La cooperación implica poner mi interés individual en curso y encontrar a alguien que sintonice; tal cual como funciona el libre mercado. Un zapatero necesita un vendedor. Un cevichero, necesita del pescador. De ahí en más todo se construye y se genera la prosperidad.
Las instituciones son precisamente aquellas que extinguen los nombres y los personalismos. Con una institución todos somos personas x, iguales ante la ley y la argolla desaparece. De ahí en más todo es posible. El grupo de personas disociadas se convierte en una Nación.
Cooperación e institucionalidad es lo que debemos motivar. Prescindiendo de nombres, de pañuelos individuales, de egos. Solo así, llegaremos a la verdadera unidad.
Lima, 05 de abril de 2022
Eduardo Herrera Velarde