La Falacia de la Nube
Durante un directorio el gerente general de la empresa explicaba, como parte del plan para el próximo año, que optarían por tener un ERP en la nube. Uno de los directores externos levantó la mano y preguntó “¿qué ventajas nos traería ello?”; otro director -experto en temas de tecnología- consultó “¿qué servicio tomarás: IaaS, PaaS o SaaS?” En ese momento se hizo un silencio incómodo en la sala. El gerente general respondió: “creo que será mejor que nos expliques la diferencia”.
Cuando se inició el desarrollo de la tecnología de la información, aproximadamente en la mitad del siglo pasado, se impuso su desarrollo sobre la base de un modelo conocido como “cliente-servidor”. Esto significaba que existía un cerebro central en un centro de cómputo (servidor) y usuarios remotos (clientes) que accesaban a sus servicios (almacenamiento, procesamiento y extracción de datos) a través de una conexión física. Conforme avanzó la tecnología, los servidores fueron reduciendo su tamaño y aumentando su capacidad, los clientes dejaron de usar terminales tontos y empezaron a tener computadoras personales y portátiles. De esta manera se fortalecían las llamadas redes de área local (LAN por sus siglas en inglés). Sin embargo, para el mundo de las empresas se hacía indispensable sostener comunicación muy lejana a su centro de cómputo (fuera del local de la empresa, incluso en otra región), y por ello se desarrolla una forma de emular las conexiones locales a través de los llamados “terminal server” o servicios de escritorio remoto (RDS) apoyadas por el uso de líneas dedicadas de comunicación.
Hacia finales de siglo, irrumpe con fuerza el desarrollo del internet y, con ello, la capacidad de conexión rápida y económica para conectarse entre clientes y servidores de manera indistinta. Se suma a esto que el hardware de procesamiento se hacia cada vez más económico (véase ley de Moore) lo que dio origen a la generación de servicios de housing y hosting, que en esencia significaba que las empresas no necesitaban tener un centro de cómputo in-house y podían poner sus equipos en el local del proveedor del servicio o usar los que este le rentaban. Esta fue la génesis de lo que hoy llamamos “La Nube”.
La Nube no es otra cosa que enormes centros de cómputo concentrados en diferentes partes del mundo equipados con una granja de servidores de alta capacidad, muy eficientes y económicos, al que podemos accesar gracias al vertiginoso avance del internet, que nos hace sentir como si estuvieramos conectados directamente por un cable. Esto en el mundo de la nube se llama IaaS (Infraestructure as a Service). Un dato importante es que puedes accesar a esto gracias a un alquiler definido por los requerimientos que puedas tener en el momento, y que puedes aumentar o reducir según las demandas de tu negocio.
Como sabemos, el hardware no funciona solo, se necesita un sistema operativo y una base de datos, por poner un par de ejemplos conocidos. A este tipo de recursos se les suele llamar software base, es decir programas de cómputo que requieren de especialización para poderlos ejecutar; no es software para uso de los usuarios regulares. De manera análoga a lo que pasa con el hardware, la nube también te permite accedar -vía alquiler y de manera variable- a una parte de estos recursos de software. A esto se le llama PaaS (Plataform as a Service). Es importante agregar que el IaaS como el PaaS vienen acompañados de otros beneficios como capacidad de redundancia, respaldo, ciberseguridad, etc., lo que hace que tengas una plataforma completa con costos razonables.
Ahora bien, los usuarios regulares de las empresas interactúan con la tecnología a través de programas específicos para su función: ERP (logística-finanzas-contabilidad), CRM (ventas), MRP (producción), etc. A esto se les suele llamar software de aplicación. Cuando en la nube cuentas con alguno de los servicios anteriores (IaaS, PaaS) la empresa sigue siendo responsable de la gestión (mantenimiento, actualización, corrección, generación) que implique la relación entre el software de aplicación y la plataforma+infraestructura. Esto es aún más relevante y crítico cuando el software de aplicación está muy “personalizado” a los requerimientos del negocio. En concreto, la empresa debe de contar con personal técnico que se haga cargo de esta armonía. Esto no es poca cosa pues como bien sabemos la tecnología no es estática, por el contrario, avanza aceleradamente (basta como ejemplo recordar cuantas veces al año debemos de actualizar el sistema operativo de nuestro smartphone).
La Nube también ofrece un modelo alternativo para ello. Se llama SaaS (Software as a Service). Esto implica que puedes rentar el software de aplicación que necesites y el consumo se mide por usuarios que accesan al mismo. Tal vez el ejemplo más sencillo sea el del software de mensajería (email). Hasta principios de siglo era común que en las empresas existiera un servidor de correos, que tenía al menos un sistema operativo y que encima tenía el aplicativo de correos. Y esto lo tenía que administrar un técnico en el centro de cómputo (¿recuerdan cuando teníamos que pedir que nos liberen la bandeja?). En la actualidad, lo común es que las empresas accedan a un SaaS de correos como Gmail, Hotmail, Outlook, etc. Es decir, un único software con el que se atieden a muchas empresa y usuarios. Esto trae ventajas respecto a los mantenimientos, actualizaciones, correcciones que se hacen solo una vez, no por cada cliente. Lo mismo esta pasando con otros softwares de aplicación como CRM o ERP (en este último caso imagine los cambios de SUNAT).
En conclusión, la mejor estrategia de renovación en TI (especialmente para una PYME) es usar el SaaS para funciones y procedimientos más estándar aprovechando así las ventajas operativas, técnicas y -sobretodo- económicas de lo que se puede llamar tecnología por demanda que ofrece La Nube.