Cultura que trasciende: el verdadero legado de un liderazgo efectivo
“Cultura es lo que hace la gente cuando el dueño no está” escuché decir a un profesor y colega del IPADE de México. Imagine por un momento que usted, como líder, tuviera que ausentarse de su compañía por un periodo prolongado. ¿Qué ocurriría? ¿Continuaría todo funcionando con la misma eficacia y dedicación? La forma en que su equipo responda a estas situaciones revelará la verdadera fortaleza de su liderazgo y la autenticidad de los principios que haya inculcado en su organización.
El ambiente interno de una empresa no se limita a un conjunto de normativas y políticas, que muchas veces son similares entre empresas del mismo sector; representa más bien, la esencia y el modo de actuar de las personas que la integran. Es una fusión de valores compartidos, prácticas diarias y comportamientos que definen la manera de trabajar e interactuar. Es como comparar el libreto de una obra teatral con la interpretación por diferentes grupos actorales.
En este contexto, una identidad corporativa sólida se caracteriza por empleados que se identifican tan profundamente con los ideales y metas de la empresa que se convierten en sus embajadores naturales, incluso cuando ya dejaron de laborar en esta empresa. La relevancia de una cultura organizacional robusta está respaldada por evidencia concreta: una investigación de PwC demuestra que las organizaciones con culturas corporativas sólidas experimentan un incremento del 50% en el nivel de compromiso de sus colaboradores, lo que se traduce en mayor productividad, innovación y retención del talento.
Una identidad firme se manifiesta en la capacidad de los empleados para afrontar tanto los momentos de éxito como las adversidades. En épocas favorables, se refleja en la celebración colectiva y el reconocimiento mutuo de los logros. Durante periodos difíciles, se evidencia en la resiliencia, la unidad y la habilidad del equipo para apoyarse mutuamente y mantener un espíritu positivo. Esta cohesión y compromiso son vitales para la continuidad y el progreso sostenido de la organización. Bien decía Peter Drucker que “la cultura se come a la estrategia en el desayuno”.
El liderazgo del propietario de empresa es crucial en la formación y preservación del clima laboral. La conducta y los valores que este imparte a los directivos (en muchos casos familiares), se proyectan en todos los niveles de la empresa. Directivos que predican con el ejemplo, demostrando integridad, empatía y dedicación, motivan a sus colaboradores a emular estas cualidades. De este modo, el entorno de trabajo se convierte en un reflejo del liderazgo: transparente, coherente y sólido.
Establecer y mantener una cultura organizacional fuerte conlleva desafíos, como la resistencia a los cambios, la dificultad para alinear subculturas y preservar la unidad en equipos geográficamente dispersos (muy importante en épocas de trabajo remoto). La cultura que fomentemos hoy constituirá el legado para el futuro de nuestra empresa. Esta identidad, cimentada en la autenticidad y el compromiso, será el pilar que guiará a la organización en cada etapa de su trayectoria, garantizando su adaptabilidad y éxito a lo largo del tiempo.
El reto está planteado: ¿qué tipo de cultura estás forjando en tu organización? ¿Tu estilo de liderazgo inspira a tus colaboradores a dar lo mejor de sí mismos, incluso en tu ausencia? Las respuestas a estas interrogantes no solo determinarán el éxito de tu empresa, sino también su capacidad para perdurar y prosperar en un entorno en constante evolución. El momento de actuar es ahora. Construye una cultura que no solo resista el paso del tiempo, sino que también inspire a las futuras generaciones de líderes y profesionales.