Consecuencias económicas de la crisis de fertilidad (por Juan Mendoza)
Este artículo discute posibles explicaciones de la crisis mundial de fertilidad y algunas de sus consecuencias económicas.
Cada vez en cada lugar más mujeres deciden tener menos hijos. La disminución en la fertilidad es tan severa que en algunos países de otrora crecimiento demográfico acelerado la población originaria viene declinando durante las últimas décadas. Por ejemplo, la tasa de fertilidad total, vale decir el número de hijos por mujer, es 1.3 en Grecia, España, y Portugal, y 1.4 en Italia, de acuerdo a datos del Banco Mundial. En el norte de Europa, la tasa fertilidad es ligeramente mayor, pero, en general se ubica por debajo de 2.1. Este último número, conocido también como la tasa de reemplazo, es considerado el mínimo nivel para que la población no descienda tomando en cuenta las tasas de mortalidad vigentes. En algunas regiones asiáticas, como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Japón, la tasa de fertilidad es igual a 1.3. En los Estados Unidos la fertilidad acaba de descender por debajo de la tasa de reemplazo. En América Latina, México y Argentina tienen una tasa de fertilidad de 2.2, apenas por encima del nivel de reemplazo, pero en Costa Rica, Cuba, Chile, Brasil la tasa de fertilidad es igual o menor a 1.8.
En nuestro país la tasa de fertilidad promedio es igual a 2.3 hijos por mujer según la proyección del INEI. Sin embargo, la fertilidad viene cayendo con rapidez: era 3 hace veinte años y más de 7 en 1950. De continuar la tendencia en la caída de la fertilidad la población peruana dejará de crecer durante la década del 2030. Además, el promedio nacional oculta la alta variabilidad en la fertilidad regional. En muchos departamentos de la costa, como Lima, Ica, Arequipa, Tacna y Moquegua, la fertilidad se encuentra por debajo de la tasa de reemplazo.
La correlación negativa entre desarrollo y fertilidad es parte, por supuesto, de la transición demográfica que se ha observado en el mundo luego de la revolución industrial. Sin embargo, la magnitud del descenso en la fertilidad es inusitada pues implica, de continuar las tendencias de las últimas décadas, primero una estabilización y luego una caída de la población mundial antes del final del presente siglo. Así, no será un problema para el mundo producir más alimentos para una población en explosión, como en el apocalíptico escenario malthusiano, sino más bien tener menores personas productivas en cada generación sucesiva.
Recordemos que durante la mayor parte de la historia de la humanidad existía, más bien, una correlación positiva entre la fertilidad y el ingreso per cápita – o la educación o el estatus socio-económico. Así, antes de la transición demográfica, de acuerdo a Betzig (1986) y Scheidel (2000), el estatus o el rango social tenían una relación positiva con el éxito reproductivo en sociedades tan diversas como la Celta, Egipcia, Persa, China e Hindú. Con la excepción de las élites greco-romanas, en que la monogamia era la práctica socialmente aceptada, la gran mayoría de las sociedades humanas toleraban, y esperaban, mayor número de descendientes entre los individuos más exitosos. Skirbekk (2008), por ejemplo, sobre la base del trabajo de van Gulick (1974), refiere que el emperador de la dinastía Ch`i vivía con miles de mujeres en su palacio.
El avance en el análisis del ADN nos permite una aproximación a la disparidad entre el éxito reproductivo de las personas y su rango social en el mundo de ayer. Skirbekk (2008) resume diversos estudios que concluyen, por ejemplo, que 0.5% de la población masculina mundial tiene un ancestro común alrededor del siglo XII o XIII- probablemente Genghis Khan quien parece haber tenido al menos cientos de hijos en Asia y Europa – y que 20% de los hombres en Irlanda del Norte tienen un antepasado común alrededor del siglo V – probablemente el caudillo Niall.
¿Qué explica la rápida reducción de la fertilidad? La primera explicación es la esbozada por Becker hace más de cincuenta años. De acuerdo a la misma, la fertilidad ha descendido debido al incremento en el costo de oportunidad de criar a los hijos. El costo de oportunidad incluye no solamente los recursos materiales sino el tiempo asignado por los padres a la crianza de sus hijos. A su vez, este incremento en el costo de oportunidad es consecuencia de la prima que el progreso tecnológico ha asignado a la habilidad y la adquisición de habilidades productivas, que ha tenido un correlato en mayores tasas de participación femenina en el mercado laboral. En otras palabras, a medida que los países se desarrollan mujeres más educadas enfrentan una mayor pérdida de oportunidades e ingresos laborales si deciden tener descendencia.
No es de extrañar, entonces, que la caída de la fertilidad esté concentrada entre las élites económicas, y, en particular, entre las mujeres con mayores niveles de educación. Skirbekk (2008) resume más de 900 estudios entre fertilidad y estatus socio-económico. Los indicadores de fertilidad incluyen el número de nacimientos, el número de niños nacidos vivos, la tasa de fertilidad total, así como la tasa de fertilidad total de la pareja. Los indicadores de estatus considerados son la educación, el ingreso o la riqueza, y la ocupación. En cada muestra se separa a las personas en dos categorías de estatus, alto y bajo, y se presenta la tasa de fertilidad relativa del grupo de estatus alto definida como la diferencia porcentual con respecto a la fertilidad del grupo de estatus bajo. Antes de 1750, el indicador de fertilidad relativa era cercano a 36 en el conjunto de los grupos de estatus considerados – esto significa que en promedio la fertilidad era 36% mayor en el estatus alto que en el bajo. Entre 1990 y el 2006 la fertilidad relativa de alrededor de -20 – es decir que la fertilidad de los individuos de estatus alto es 20% menor que la de los individuos de estatus bajo. La diferencia en la fertilidad relativa es mayor cuando se considera a la educación como medida del estatus. En este caso, la fertilidad relativa de aquellos con mayor educación es -18% en Europa y América del Norte, y -33% en las regiones menos desarrolladas del mundo.
Así, la evidencia empírica es consistente con la explicación económica del descenso de la fertilidad. Sin embargo, la teoría económica no es suficiente para entender por qué la fertilidad es menor en Europa del Sur que en Europa del Norte a pesar de tener menores niveles de ingreso per cápita. La teoría económica tampoco puede explicar la peculiar explosión en la natalidad en los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial, que dio lugar a la generación de los “baby boomers”, precisamente en una etapa de aceleración del crecimiento económico.
Hay al menos dos hipótesis adicionales para entender las características del descenso en la fertilidad. La primera es la posibilidad que las mujeres imiten el comportamiento de quienes consideran sus modelos en sus grupos sociales. En otras palabras, de acuerdo a esta hipótesis, las mujeres se “contagiarían” de modas o tendencias de aumento o descenso en la fertilidad. La segunda hipótesis es que la fertilidad tiene el potencial de descender con mayor rapidez en aquellas sociedades en que familia extendida tiene mayor importancia. En este caso, un individuo puede “disfrutar” de los hijos de sus parientes, incurriendo, además, en menores costos. Esta hipótesis es consistente con los patrones de fertilidad europeos en que la caída de la fertilidad ha sido más pronunciada en aquellos países en que la familia extendida tiene mayor vigencia como España, Grecia e Italia. Hace falta, por supuesto, evidencia empírica sistemática consistente con ambas hipótesis.
La caída en la fertilidad tiene dramáticas consecuencias económicas. La primera es la dificultad para financiar los regímenes previsionales de reparto en amplias regiones del mundo desarrollado. Estos regímenes están en crisis ya en Europa y Japón pues en ellos las pensiones de los viejos son financiadas con los aportes de los jóvenes.
En segundo lugar, la caída en la fertilidad tiene efectos negativos sobre la distribución del ingreso, como mencionamos en la entrega anterior en este blog. Ello sucede porque son las personas con mayores ingresos las que menos hijos tienen. Recordemos, además, que las habilidades productivas, que incluyen la educación, los buenos hábitos, y diversos atributos innatos o adquiridos generadores de ingreso, se transmiten entre generaciones. Entonces, debido a la tendencia de las personas a buscar parejas con niveles de educación similares, y en la medida que la educación esté correlacionada con las habilidades productivas, la caída en la fertilidad también puede implicar una mayor varianza en la distribución de habilidades productivas entre la población. En particular, si las personas con mayor educación son, en promedio, más hábiles que las de menor educación, y si las personas con mayor educación presentan tasas de fertilidad menores al resto, uno esperaría que la fracción de personas más hábiles se reduzca en las generaciones venideras.
Finalmente, muchas teorías recientes de comercio internacional se fundan sobre la idea de retornos a escala crecientes. Así, de acuerdo a estas teorías, mayores niveles de población, es decir mercados más grandes, implican mayor especialización y productividad. Hemos estado acostumbrados a vivir en un mundo con población siempre en aumento. Pero si el futuro es uno de población declinante, es posible que las ganancias en productividad puedan revertirse.
Juan Mendoza, 31 de enero de 2015.
Referencias
Betzig, Laura (1986). Despotism and differential reproduction.. A Darwinian View of History. New York: Aldine.
Scheidel, Walter (2008). “Sex and empire: a Darwinian perspective”. Manuscrito. Stanford University.
Skirbekk, Vegard (2008) “Fertility trends by social status”. Demographic Research, 18:5, 145-180.
van Gulick, Robert (1974). Sexual Life in Ancient China: A Preliminary Survey of Chinese Sex and Society from ca. 1550 B.C. till 1644 A.D. Leiden: Brill.