La lucha de clases en el siglo XXI (por Juan Mendoza)
El capitalismo ha sido un éxito rotundo. En efecto, gracias al sistema capitalista, el mundo ha experimentado un incremento exponencial en el ingreso per cápita y en la esperanza de vida durante los últimos doscientos años. Por ejemplo, en Europa y Estados Unidos el ingreso per cápita se ha multiplicado por doce desde 1870. Asimismo, el crecimiento económico se ha extendido a amplias regiones del Asía y América, dominadas antes por la pobreza y el estancamiento. El habitante promedio del mundo de hoy vive el doble que sus tatarabuelos.
El aumento en el nivel de vida, consecuencia del capitalismo, ha transformado las sociedades humanas como nunca antes en la historia. La violencia, la enfermedad, y la ausencia de progreso eran la norma en el mundo de ayer. Era empresa de enorme riesgo para la salud y la vida misma viajar entre ciudades en la Europa medieval. El primer presidente de Estados Unidos, George Washington, perdió la dentadura en su juventud por falta de alimentación e higiene adecuadas. El ingreso per cápita de Francia e Italia era el mismo a inicios del siglo XVIII que a fines del imperio romano.
Hay, sin embargo, una seria amenaza a la continuidad del sistema capitalista. Esta amenaza es el aumento en la desigualdad en la mayoría de los países desarrollados desde fines de los años ochenta, como ha sido apuntado por Paul Krugman y Thomas Piketty entre otros. Así, en el país más desarrollado del mundo, los Estados Unidos, el ingreso de la familia mediana es hoy esencialmente el mismo que en 1995, al tiempo que los ingresos de las personas más acomodadas continúan expandiéndose. En la reciente cita de Davos se ha señalado que la mitad de la riqueza mundial está en manos del uno por ciento más rico.
El incremento en la desigualdad es un obstáculo para el capitalismo pues origina que amplios sectores de la población cuestionen el sistema, y demanden mayores políticas redistributivas. Peor aún, hay varias fuerzas que sugieren que la desigualdad puede ir en aumento en los años venideros.
La primera fuerza es el que el progreso tecnológico, motor del crecimiento económico, favorece relativamente más a quienes tienen más capital humano. En efecto, aquellas personas con mayores años de educación se benefician mucho más del avance de la tecnología que aquellas personas con escasa educación. El problema es que son las personas con mayor educación las que ya tienen mayor riqueza para comenzar. Así, la naturaleza del progreso técnico de nuestros días acelera el incremento en la desigualdad.
En segundo término, la globalización puede también incrementar la desigualdad. Ello puede ocurrir porque con mercados globales y con retornos a escala crecientes, las empresas más eficientes serán de mayor tamaño. Y, por lo tanto, los ejecutivos de estas empresas tendrán ingresos proporcionalmente mayores en comparación al resto de las personas.
Además, los bajos niveles de fertilidad entre las personas de mayores ingresos y educación son malas noticias para quienes esperan una caída en la desigualdad. En efecto, a diferencia del pasado, las élites socio-económicas tienen menos descendientes que las clases menos favorecidas. En la mayoría de los países de Europa, en el Japón y en Corea del Sur la tasa de fertilidad ha caído por debajo del nivel de reemplazo estimada en 2.1 hijos por mujer. La relación negativa entre fertilidad e ingreso se ve reforzada por la tendencia de las personas con mayor educación a casarse con personas de educación similar. Por ejemplo, la tasa de fertilidad de las parejas con estudios de doctorado es cercana a uno! En la medida en que la inteligencia y otros atributos generadores de ingreso sean heredables, la menor fertilidad de aquellos con mayores ingresos tenderá a incrementar la desigualdad.
¿Quién podría cuestionar que el capitalismo, que premia el esfuerzo, el emprendimiento y la habilidad del individuo nos ha permitido un aumento sin parangón en el bienestar del ser humano? Pero, es necesario enfrentar el desafío de la desigualdad para evitar la lucha de clases en el mundo de hoy.
Lima, 26 de enero de 2015.