¿Qué pasa si Grecia se va? (por Juan Mendoza)
Escribo estas líneas volando sobre el Océano Pacífico, esperando con ansías enterarme de la última novedad en el drama griego. ¿Qué habrá sucedido con las bolsas europeas y la estadounidense? El día se inició con severas caídas en Asía. ¿Qué habrá pasado con el dólar y el oro? Repasemos primero el torbellino en que está sumida la nación helénica.
En efecto, la ya delicada situación macroeconómica griega se ha agravado cada uno de los últimos días. El viernes 26 el primer ministro, Alexis Tsipras, interrumpió las negociaciones con sus acreedores, y anunció la realización de un plebiscito para el 5 de julio en que los votantes decidirán si quieren seguir el camino de la austeridad de un nuevo paquete de rescate o no. En la práctica, como lo ha enfatizado Jean Paul Juncker, es un plebiscito para decidir si Grecia permanece o no en la eurozona. Después del anuncio de Tsipras, largas filas se formaron en los bancos griegos, por el temor de muchos a la pérdida de valor de sus depósitos en caso Grecia abandone el euro. Se estima que tan solo el sábado 400 millones de euros dejaron el país. El domingo el Banco Central Europeo (BCE) estableció un tope a la financiación de emergencia de los bancos griegos, lo que forzó a las autoridades griegas a un “corralito” que durará por lo menos hasta el 6 de julio. En efecto, hasta entonces los retiros en los bancos tendrán un límite de 60 euros diarios por persona. Ante el temor de una implosión catastrófica en los precios de las acciones, también se ha cerrado la bolsa de Atenas hasta nuevo aviso. Por si fuera poco, mañana martes 30 vence el plazo para renegociar un nuevo paquete de rescate fijado por los acreedores de Grecia en febrero pasado y el país enfrenta un vencimiento de 1,550 millones de euros al Fondo Monetario Internacional. Por si fuera poco, es fin de mes y el tesoro griego debe pagar remuneraciones y pensiones además de enfrentar un vencimiento de casi 3,500 millones de euros al BCE el 20 de julio, amén de otros 3,000 millones a diversos acreedores en las siguientes cuatro semanas.
El futuro es imprevisible, por supuesto. Pero ¿qué puede pasar si Grecia finalmente deja la eurozona? ¿Qué consecuencias económicas y políticas podemos esperar? ¿Cuál puede ser el impacto sobre los mercados financieros internacionales? ¿Cómo le afectaría el Perú dicha salida? ¿Podemos hacer algo para protegernos?
En primer término, es imposible que el “corralito” se extienda por mucho tiempo. El sistema financiero para una economía es similar al sistema circulatorio para una persona. Si se interrumpe la cadena de pagos, como consecuencia del congelamiento de los depósitos, se desatará una severa contracción en el nivel de actividad. Por ello, si Grecia no consigue ponerse de acuerdo con sus acreedores deberá emitir su propia moneda para restablecer los pagos en su economía y evitar una caída monumental en el producto. Esta nueva moneda se iniciará seguramente con un valor similar el euro, pero se devaluará rápidamente debido a la correcta percepción, por parte de las personas, que su emisión crecerá mucho más que la del euro. El país helénico perderá, temporalmente, acceso completo a todo tipo de financiamiento internacional por lo que deberá reducir el déficit fiscal a cero al día siguiente después de salir del euro. El ajuste fiscal tendrá que ser inmediato pues es poco probable que se pueda financiar el gasto público con el impuesto inflación pues, en ese caso, las personas sustituirían la moneda local con el euro o el dólar. Es probable que Grecia imponga controles de capitales para evitar masivas salidas de capital. Sin embargo, después de una recesión inicial, con cuentas fiscales en equilibrio y ayudado por una fuerte devaluación, Grecia recuperará competitividad internacional lo que le permitirá retomar la senda del crecimiento.
En el plano internacional, la salida de Grecia de la eurozona reducirá los precios de los bonos soberanos de Portugal, Italia y España, los países que, en la mente de los inversionistas, son los más vulnerables a seguir el camino griego. Es improbable que alguno de estos países abandone el euro en el corto plazo pues recibirán financiamiento cuasi-ilimitado por parte del BCE y porque su situación es mucho más sólida que en el 2012 cuando la salida de Grecia también parecía inminente. Además, a diferencia de hace tres años, el grueso de la deuda griega está en manos del BCE o el FMI que podrán asimilar las pérdidas. Sin embargo, nada está muy claro en el mediano plazo pues si los griegos abandonan la unión monetaria, sin duda se fortalecerán los movimientos políticos extremistas anti-europeos tanto de izquierda como de derecha. En los países vulnerables el fortalecimiento de estos movimientos puede originar un cambio en las políticas de ajuste y, eventualmente, convertirlos en nuevas amenazas a la estabilidad de la moneda común. Así, aunque el riesgo de contagio financiero de la crisis griega sea limitado, no podemos decir lo mismo del riesgo de contagio político.
Ahora bien, si Europa abandona a Grecia con seguridad la acercará a los brazos del oso ruso. Es una perfecta oportunidad que Putin puede aprovechar para debilitar la lealtad de otros estados periféricos a una Europa poco solidaria. Además, habrá recriminaciones y búsqueda de chivos expiatorios dentro de la Unión Europea lo cual puede llevar a una mayor separación entre los estados “austeros” y “trabajadores”, como Alemania y Holanda, y los “gastadores” e “irresponsables”, como Italia y Portugal. Así, es probable que la crisis griega lleve a una crítica generalizada de las reglas de la unión monetaria. Esta crítica puede ser constructiva si lleva, por ejemplo, a que los países miembros constituyan una unión fiscal efectiva, al estilo de los Estados Unidos, como mecanismo de prevención de futuras crisis como la griega. Pero, sería una pena que la cuna de la civilización occidental sea la causante de un retroceso en el proceso de integración europeo.
Es altamente probable que el dólar se fortalezca pues la perspectiva de largo plazo del euro se debilitará si Grecia abandona la eurozona. Por la misma razón, deberíamos esperar un alza en el oro, clásico activo de refugio en épocas de turbulencia financiera. Asimismo, la incertidumbre sobre el impacto final de la salida griega sobre el crecimiento europeo debilitará las acciones en el mundo. Si la eurozona termina siendo arrastrada a una nueva recesión, es probable también que el alza de los tipos de interés en el mundo no ocurra tan rápido como se esperaba. Mi previsión, sin embargo, es que la moneda común sobrevivirá en el mediano plazo pues es mucho lo que Alemania y Francia perderían económica y políticamente si el episodio de Grecia se repitiera en otros países vulnerables. Por lo tanto, un inversionista podría aprovechar los sobreajustes de corto plazo en el dólar, el oro, los bonos soberanos de algunos países europeos y las acciones, para realizar ganancias debido a la conocida tendencia de los activos financieros a sobre-ajustarse.
Es poco o nada lo que una economía pequeña y abierta como la peruana, apenas perceptible en el concierto económico mundial, pueda hacer para protegerse de las consecuencias de una salida griega del euro. Más allá del colchón de las amplias reservas internacionales con las que contamos, las que nos permitirán limitar volatilidades extremas en el valor del dólar, nada podremos hacer si la crisis griega termina gatillando el inicio de una nueva recesión en Europa. El caos, dice la mitología griega, antecede la creación. Esperemos que el caos de hoy en Atenas lleve a la creación de reglas monetarias y fiscales eficientes en la eurozona.
Honolulu, 29 de junio de 2015
Juan Mendoza