Cuatro años para el olvido (por Juan Mendoza)
Las generaciones futuras recordarán al gobierno de Humala como otra oportunidad perdida en la historia del Perú. La presente administración no podía haberse iniciado con mejores auspicios: miles de millones de dólares en inversiones programadas, arcas fiscales boyantes, y optimismo generalizado. Los resultados, luego de 4 años, absolutamente descorazonadores: Un abismal descenso en la tasa de crecimiento económico, inversiones privadas en caída libre y un ambiente de negocios deprimido.
En efecto, la desaceleración es palpable. La tasa de crecimiento promedio ha caído desde 6.7% entre el 2007 y el 2011 a 4.7% entre el 2012 y el 2014. Y el 2015 apenas avanzamos 1.7% hasta mayo. Ahora bien, no todo debería ser necesariamente culpa del gobierno. La caída en los términos de intercambio y la menor demanda por exportaciones podría haber reducido el crecimiento en muchos países de la región como Chile y Colombia. Y estos dos últimos países son buenos para compararnos pues comparten con el Perú el haber apostado por la apertura comercial y económica. Además, Chile tiene en común con nuestro país su enorme dependencia con respecto al precio del cobre. Sin embargo, tanto en Chile como en Colombia, la tasa de crecimiento promedio entre el 2007 y el 2011 es exactamente la misma que la experimentada entre el 2012 y el 2014: 3.8% en el caso de Chile y 4.5% en el de Colombia. [La reciente desaceleración chilena tiene, para cualquiera que sigue la economía del país del sur, nombre propio: las socializantes equívocas reformas de Bachelet.] Todos los datos son del Banco Mundial y están disponibles en http://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.KD.ZG.
Tenemos entonces que la diferencia entre la tasa de crecimiento del Perú respecto a la de Chile ha caído desde 2.9% entre el 2007 y el 2011 a tan solo 0.8% entre el 2012 y el 2014. Asimismo, la diferencia entre la tasa de crecimiento del Perú respecto a la de Colombia ha descendido desde 2.2% entre el 2007 y el 2011 a 0.2% entre el 2012 y el 2014. Así, más allá del potencial efecto del entorno internacional, la desaceleración en el crecimiento peruano tiene otras causas.
En mi opinión la menor expansión de la economía se debe a la inconcebible inoperancia del Ministerio de Economía y Finanzas para activar la inversión pública, que no deja de contraerse, y a la ineficacia del gobierno para proteger a las inversiones mineras cediendo fácilmente al accionar de grupos de interés disfrazados de defensores del medio ambiente. Conga y Tía María son solo dos ejemplos de los muchos proyectos rentables y con financiamiento asegurado cuya paralización es responsabilidad directa de la ineficacia del Ejecutivo.
Considero, asimismo, que el desdén por el crecimiento económico es consistente con la filosofía de la administración del Presidente Humala, obsesionada con la redistribución del ingreso. En efecto, el último mensaje de Ollanta Humala ha dejado en claro lo que le importa a este gobierno. Lejos de anunciar medidas concretas para retomar el crecimiento, para reactivar la inversión pública y privada y para mejorar la provisión de bienes públicos, como seguridad ciudadana, defensa nacional e infraestructura, Humala prefirió recitar una inconexa retahíla de sus supuestos logros sociales. [No puedo ser más escéptico sobre estos logros pues no hay evaluaciones de impacto sobre los programas sociales y no entiendo cómo puede aumentar la anemia infantil entre el 2011 y el 2014 en medio de tanta “inclusión social”.] El fondo del asunto es que Humala y sus seguidores piensan que primero hay que redistribuir para luego crecer ignorando las montañas de evidencia que sugieren todo lo contrario: que no hay forma de reducir rápidamente la pobreza sin tasas de crecimiento elevadas.
El legado de la filosofía asistencialista que ha inspirado a este gobierno será difícil de erradicar. Los pobres tendrán un mayor incentivo a permanecer pobres. Es improbable que político alguno se atreva a tocar a las vacas sagradas en que se han convertido Juntos o Kali Warma por miedo a perder votantes. Seguiremos gastando valiosos recursos en estos programas que solo deberían tener un carácter de emergencia. Mientras tanto, las calles permanecen tomadas por los delincuentes, el Estado no controla amplias regiones del territorio nacional y no tenemos una sola vía en todo el Perú que pueda ser calificada como autopista de acuerdo a los estándares internacionales.
Pero hay una luz al final del túnel: Este es el último año de Ollanta Humala. Será difícil ver una gestión económica tan mediocre como la suya a partir del 2016.
Juan Mendoza.
31 de julio de 2015.