La Batalla contra Las Bambas (por Juan Mendoza)
Se acaba de abrir un nuevo frente de batalla contra la minería en Las Bambas. ¿Cuál sería el impacto macroeconómico de la paralización del proyecto? ¿Cuáles son las causas del conflicto? ¿Cómo podemos hacer para superar el entrampamiento de manera sostenible?
La paralización de Las Bambas sería un severo traspié para el desempeño económico de nuestro país. Para tener una idea de la magnitud del proyecto, vale la pena recordar que durante la construcción del mismo se han invertido 10,000 millones de dólares, equivalentes a 5% del PBI del Perú, y se han empleado poco menos de 18,000 personas. Ahora bien, la producción anual de la mina sería, a partir del primer trimestre del 2016, de 400,000 toneladas de cobre, 90,000 onzas de oro, 450,000 onzas de plata, además de producciones menores de zinc y molibdeno. Incluso a los menguados precios actuales de los metales, el valor anual de las exportaciones del proyecto sería de 2,500 millones de dólares.
Sabemos, de acuerdo a diversos estimados, que el multiplicador de la actividad minera es de alrededor de 1.6. Por lo tanto, la puesta en operación de Las Bambas aumentaría el PBI del Perú en el 2016 en 4,000 millones de dólares, vale decir cerca de 2% del PBI actual. Asimismo, el proyecto incrementaría la recaudación tributaria en alrededor de 1,000 millones de soles al año, de los cuales 400 millones serían canon para la región Apurímac. Además, la mina debería crear al menos 50,000 empleos nuevos entre directos e indirectos. Las Bambas tiene reservas que le garantizan una vida útil de 20 años o más. Con una tasa de descuento real de 4%, el valor presente del proyecto es de 34,000 millones de dólares, vale decir, 17% del PBI actual del país.
Así, el impacto macroeconómico de Las Bambas es excepcional por donde se le mire. Es, por ejemplo, superior al que hubiese tenido la puesta en marcha de Conga o la reciente entrada en producción de Toromocho. Y mi estimación es conservadora por varias razones. En primer lugar porque asume que la vida útil de la mina es de apenas 20 años. Pero sabemos que solo tres de los siente cuerpos mineralizados del yacimiento se han explorado hasta la fecha. En segundo término, mi estimación usa los precios actuales de los metales que están muy por debajo de los valores observados en los últimos años. En tercer lugar, mi cálculo no toma en cuenta el efecto dinamizador sobre la inversión privada, no solamente en minería, que supondría el inicio de operaciones de Las Bambas. Dicho de otro modo, no he considerado qué impacto negativo tendría la suspensión del proyecto sobre el ánimo de los inversionistas.
¿Cómo es posible que un país subdesarrollado como el nuestro considere siquiera por un momento suspender un proyecto como Las Bambas? ¿Qué lógica retorcida tendría uno que emplear para justificar la paralización de la mina? Está claro que quienes se oponen a Las Bambas viven de espaldas a los criterios de eficiencia económica, pues el PBI anual generado del proyecto es equivalente a 3 veces (así como lo lee) el PBI de la región Apurímac. Si la mina no opera, cada apurimeño dejará de recibir cerca de mil soles anuales por concepto de canon minero. Recordemos, además, que la región es la más pobre del Perú, con un ingreso per cápita que es apenas 30% del promedio nacional. Entonces, sería un completo despropósito, desde el punto de vista económico y del desarrollo de Apurímac y del país, que Las Bambas no entrara en operación.
Considero que la oposición a Las Bambas se explica por dos razones fundamentales. En primer lugar, quienes están atrás de las protestas buscar capturar una mayor fracción de las rentas que el proyecto generaría. Ahora que la construcción de la mina está a punto de terminar, quienes protestan buscan extraer más beneficios por parte de la empresa privada a sabiendas que es difícil abandonar una inversión cuando el grueso del capital ya se ha invertido. En otras palabras, al poner a la empresa entre la espada y la pared, algunos de quienes protestan esperarían, con alta probabilidad, recibir nuevas o mayores transferencias por parte de los accionistas de la mina. Digo entre la espada y la pared porque eso es justamente lo que ha ocurrido en los últimos días en que el gobierno no hizo nada para prevenir la escalada violentista, excepto cuando ya se empezaban a contar los muertos.
La segunda explicación de la oposición a Las Bambas es que la mina es un nuevo escenario de la guerra que la anti-minería le ha declarado al país. En efecto, hay opositores al proyecto que, disfrazados de defensores del medio ambiente, buscan detener a toda costa la locomotora de la minería. Algunos de estos opositores han llegado al extremo de afirmar que Las Bambas ya está causando daño al medio ambiente a pesar que la mina ni siquiera ha entrado en operación. Increíble, pero cierto. Desprovistos de argumentos reales, estos opositores se refugian en la mentira desembozada para azuzar a los extremistas, y a los pobladores desinformados, contra la empresa privada. Lo triste para nuestro país es que la anti-minería ha cosechado numerosas victorias en los últimos años, en especial durante el presente gobierno. Conga y Tía María, proyectos rentables detenidos por la sinrazón, son ejemplos emblemáticos del enorme daño que la anti-minería le viene causando al país.
Las Bambas es el nuevo campo de batalla de los anti-mineros quienes, con cada victoria, se hacen más fuertes y osados. Su premio mayor es desbarrancar a la economía de mercado y al sistema capitalista a los que se oponen con virulencia. Bajo el amparo de teorías trasnochadas e ideologías fracasadas, los anti-mineros proponen acabar con el “extractivismo” o la “re-primarización” de la economía peruana. En la práctica, por supuesto, torpedear a la minería es amar la pobreza y el atraso. Sería un desperdicio de nuestro tiempo desentrañar las razones psicológicas que pueden motivar a una persona a oponerse al progreso y al desarrollo, a actuar como si la envidia, el odio, y la mentira fuesen virtudes y no defectos.
¿Qué podemos hacer para defender a Las Bambas de la anti-minería? La solución de fondo es que el gobierno haga respetar el Estado de derecho y no abandone a su suerte al sector privado. En este sentido, Las Bambas no es sino una consecuencia directa del desastroso manejo de los conflictos en Conga y Tía María en que, lejos de hacer respetar las leyes de la República y los derechos de propiedad, el gobierno se desentendió del problema. Sin embargo, los sucesos desde el 2011 nos dicen que es más seguro prenderle velitas a un santo que esperar que este gobierno abandone la desidia y el andar negligente que lo caracteriza. Por lo tanto, la próxima administración, a partir de julio del 2016, es la llamada a recuperar el principio de autoridad y restaurar el Estado en derecho en nuestro país. Mientras eso sucede, cada peruano de bien, interesado en el bienestar de nuestro país, debe defender, en la medida de sus posibilidades, el asalto de los anti-mineros contra nuestro desarrollo.
Ahora bien, considero que el nuevo gobierno tendría que revisar el proceso de descentralización con la finalidad de evitar que el canon minero siga siendo un botín que capturar. En particular, debemos contar con un mejor diseño de instituciones y mecanismos para que un mayor número de personas se beneficien con mayor rapidez de la explotación minera. Este nuevo diseño debe buscar que las personas perciban, de forma clara, cuál es el aporte de la actividad minera al incremento de su bienestar. Sugiero, asimismo, que este diseño considere y potencie las positivas, aunque limitadas, experiencias de las contribuciones mineras voluntarias y del programa de obras por impuestos.
Hace unos meses calculé que la producción de Conga era equivalente a 300 años de la producción agropecuaria en las zonas aledañas al proyecto. Asimismo, estimé que suspender Tía María sería similar a renunciar para siempre al cultivo del arroz o de la papa. No quiero hacer cálculos parecidos para Las Bambas porque no quisiera que nos deprimamos más, apreciado lector. Pero, no olvidemos que lo que hoy es recurso no necesariamente lo es mañana, que solo es cuestión de tiempo hasta que nuestro cobre pierda valor estrepitosamente como ya nos sucedió con el guano, el salitre y el caucho. Reflexionemos sobre la gigantesca contradicción que representa ser tan pobres en la superficie con tantos recursos sin explotar en el subsuelo.
Cronos, el Dios griego del tiempo, fue eventualmente derrocado de su trono y desterrado del cielo. Y el tiempo se nos acaba si queremos aprovechar nuestras riquezas naturales antes que el avance tecnológico las vuelva obsoletas. Cada día cuenta. No podemos resignarnos a que nuestros hijos sigan respirando el polvo del subdesarrollo. Es hora de actuar.
Juan Mendoza.
Lima, 30 de setiembre de 2015.