El crecimiento en el 2016 (Parte II) por Juan Mendoza
En la entrega anterior había sostenido que es altamente improbable que el crecimiento del PBI, medido en dólares, en el 2016 supere el 1%. Asimismo, había proyectado que las exportaciones e importaciones el próximo año serían aproximadamente iguales, a diferencia del 2015 en que el déficit de la balanza comercial será de alrededor de 1.5% del PBI. Ahora continuaré examinando el comportamiento reciente y probable evolución de la inversión privada, la inversión pública, el consumo público y el consumo privado. El propósito de este examen es explicar mi proyección del PBI para el 2016 por el lado del gasto agregado. La estimación supone que el tipo de cambio real está cerca al equilibrio.
Recordemos que la inversión privada cayó en -1.7% en el 2014 y en -6.3% en la primera mitad del 2015. Hay un conjunto de razones que explican la contracción en la inversión privada. En primer lugar está la caída en los precios de los metales. Menores precios reducen la inversión pues hacen que iniciar o continuar algunos proyectos ya no sea rentable, y además porque reducen las utilidades de las minas en operación y, en consecuencia, la reinversión de utilidades.
En segundo lugar, la inversión se ha reducido por los efectos directos e indirectos de la anti-minería. Los efectos directos de este movimiento son las minas que se paralizan como Tía María en el 2015. Los efectos indirectos son el desincentivo que la paralización de algunas minas tiene sobre otras inversiones dentro y fuera del sector minero. Algunos pueden decidir no invertir si observan que hay una probabilidad no desdeñable de que si invierten su capital quedé inmovilizado por el accionar de los anti-mineros.
En tercer lugar, la inversión privada se ha reducido por el enfriamiento de la economía. Ello ocurre porque una expansión más lenta del ingreso real reduce el crecimiento de la demanda y, por lo tanto, el valor esperado de las utilidades de las empresas.
En cuarto lugar, la inversión se ha reducido pues hay incertidumbre sobre las políticas del nuevo gobierno. Este efecto tiene lugar pues hay un componente irreversible en muchas inversiones debido a lo cual es racional esperar a observar las nuevas políticas, antes de tomar la decisión de invertir. Es decir, la irreversibilidad en la inversión hace que la opción de esperar tenga valor. En Cajamarca, por ejemplo, hay diversos proyectos mineros rentables que no se inician mientras no se resuelva el entrampamiento de Conga.
Lamentablemente, las cuatro razones que explican la caída en la inversión en el 2014 y en el 2015 seguirán con nosotros durante el 2016. La reciente debilidad en el precio del cobre, por ejemplo, parece ser un predictor de menores precios el próximo año. Asimismo, es improbable que hay un norte claro sobre cómo destrabar los proyectos mineros paralizados. Es decir, no será sencillo reformar el marco institucional que ha impedido que proyectos rentables se hayan paralizado durante el último quinquenio. Está claro que la anti-minería se escuda en el supuesto interés por cuidar el medio ambiente para paralizar inversiones rentables. Pero la razón por la cual la anti-minería tiene adherentes, además de la falta de información, es que muchas personas no perciben el beneficio de los proyectos mineros. Y ello ocurre porque la minería no crea empleo directo significativo, pues es intensiva en capital y tecnología, y porque el Estado, en sus diversos estamentos, no gasta eficiente y eficazmente los impuestos resultantes de la explotación minera. Hay, sin duda, fórmulas para superar este entrampamiento, como aprovechar la experiencia positiva de la contribución minera voluntaria o impulsar el programa de obras por impuestos. El asunto es que, por lo menos en los siguientes meses, no es razonable esperar una solución efectiva a los miles de millones de dólares en inversión minera paralizada.
Tampoco ayudará a la dinámica de la inversión privada la campaña electoral que se inicia, pues nuestros políticos tienen la tendencia a hacer propuestas efectistas para ganar elecciones pero no para gobernar. Ejemplos incluyen la promesa del gas a doce soles, la dicotomía “oro o agua”, o la participación de empresas estatales en hidrocarburos por tratarse de un “sector estratégico”. El problema es que estas promesas efectistas y electoreras tienen consecuencias luego de los comicios porque generan demandas redistributivas mayores y restringen el rango de acción de la política económica. En suma, con un contexto externo desfavorable y con incertidumbre doméstica lo más probable es que la inversión se siga ajustando a la baja en el 2016. Dado que el ajuste a menores precios relativos observado en el 2015 no estaría completo, por la necesidad de un ajuste ulterior por la probable debilidad en los precios de los metales, y por el compás de espera hasta que se defina la nueva política económica parece razonable que la inversión privada se vuelva a contraer durante el 2016. Un número razonable sería alrededor de 6.5% de caída en la inversión privada para el próximo año. Esa caída contribuiría negativamente el crecimiento del PBI el próximo año en aproximadamente 1.25%.
Ahora bien, no comparto el optimismo de algunos en que durante el 2016 observaremos una fuerte recuperación en la inversión y el gasto públicos. Creo que la estrategia de la política fiscal está fundamentalmente equivocada desde finales del 2014 en que se anunció, sin necesidad, la reducción de las tasas del impuesto a la renta. Por otro lado, si el año en curso es una muestra de la incapacidad de la administración presente para dinamizar la inversión pública ¿Por qué tendría ello que cambiar de forma radical en el 2016? Además, la entrada del nuevo gobierno probablemente significará que la inversión pública se atrasará en agosto del 2016. Un análisis similar se aplica al gasto público. Por ello, creo una proyección razonable, y probablemente optimista, sería que el impulso fiscal sea cero o incluso ligeramente negativo durante el 2016.
En resumen, el efecto externo positivo debido al cierre del déficit comercial sería básicamente neutralizado por la caída en la inversión privada y un impulso fiscal nulo. Si suponemos, además, que el consumo per cápita se mantiene constante lo cual sería consistente con que las personas estén suavizando su consumo en un año de bajo crecimiento, el consumo privado crecería alrededor de 1.3%. Todo ello implicaría que el PBI, medido en dólares, crecería entre 0.5% y 1% durante el 2016.