La crisis financiera de los Estados Unidos (parte 3)
La crisis financiera, al menos en sus inicios, estuvo asociada con la expresión subprime, pero, ¿qué significa? En primer lugar no tiene una traducción precisa al castellano, aunque puede aproximarse con préstamos de alto riesgo otorgados por el sistema financiero. En segundo lugar, ¿quién o qué es subprime? Puede ser el deudor, la entidad financiera especializada en ese tipo de préstamos o el préstamo en sí mismo. En tercer lugar, es posible definirlo por oposición a prime, traducido este último como de primera calidad.
En consecuencia, no existe un consenso respecto de la definición precisa de subprime. Ello obliga a precisar los requerimientos que debe tener un crédito para ser calificado como de alto riesgo; es decir, la especificación de los límites que determinan cuándo un préstamo no es riesgoso y cuando sí lo es.
A pesar de la ausencia de un consenso, la tendencia es a definirlo a partir de las características crediticias del deudor. En general, un crédito hipotecario de alto riesgo es otorgado a un deudor de ingresos medios y bajos con un pobre historial crediticio. En otras palabras un cliente riesgoso y con una alta probabilidad de problemas de repago. Sin embargo la línea divisoria entre alto y bajo riesgo obliga a una definición operativa.
Las características del deudor y los incumplimientos de pagos en créditos anteriores son analizados por un modelo crediticio desarrollado por Fair Isaac Corporation y es usado para determinar la calidad del deudor. El score crediticio, conocido como FICO, fluctúa entre 350 y 800. Los clientes subprime son aquellos con un FICO menor que 620, quienes representan un riesgo crediticio inaceptable para los prestamistas en el mercado hipotecario prime. En la medida que la expresión subprime también puede aludir al préstamo, un crédito hipotecario subprime presenta una tasa de interés mayor que uno prime, para compensar el mayor riesgo asumido.
El crecimiento del segmento hipotecario subprime aconteció desde 1995. De ahí en adelante coinciden en términos de tendencias al menos tres indicadores: en primer lugar, el aumento del porcentaje de préstamos subprime con relación al total de créditos hipotecarios otorgados por el sistema financiero de 5% en 1994 a 7.9% en 2003 y a 20% en 2005, es decir, los préstamos hipotecarios al segmento de alto riesgo llegaron a representar la quinta parte del total y crecieron a un ritmo de 26% anual. En segundo lugar, el porcentaje de propietarios de nuevas viviendas (del inglés, homeownership) aumentó de 64% a 69% en el mismo período, lo que significó un incremento de doce millones de nuevos propietarios. En tercer lugar, la duplicación del precio de las viviendas, en medio de una burbuja hipotecaria, cuya fase de aceleración ocurrió entre 2002 y el segundo trimestre de 2006.
El colapso de la burbuja hipotecaria fue el detonante de la crisis. Hacia el tercer trimestre de 2006 los precios de las viviendas alcanzaron sus niveles máximos y luego comenzaron a disminuir. Ello originó el aumento de los atrasos de pagos y embargos en el segmento subprime. En otras palabras, la disminución del precio de las viviendas ocasionó que los clientes subprime no pudieran enfrentar las deudas hipotecarias. El resultado fue el incumplimiento de pagos y el embargo de las viviendas por parte de las entidades financieras.
Diversos estudios concluyen que dos factores determinaron los problemas de repago: en primer lugar, la disminución del precio de las viviendas, hecho asociado al estallido de la burbuja inmobiliaria. Si el precio de las viviendas alcanza nivel por debajo del saldo pendiente del hipotecario, lo óptimo es no pagar. Un ejemplo lo aclara. Supongamos que un individuo compró una vivienda en US$ 400,000 dólares con una cuota inicial de 5%, es decir, US$ 20,000 dólares. Dos años después, la reducción el precio de las viviendas ocasionó que el valor de la vivienda sea de US$ 280,000 dólares. Una reducción de 30%. El propietario enfrenta un dilema: debe US$ 380,000 por una vivienda cuyo valor es de US$ 280,000. La decisión racional es abandonar la casa, pues de lo contrario deberá pagar US$ 100,000 dólares más. En segundo lugar, las características propias del deudor y el diseño de los préstamos, dependiente de la evolución del precio de las viviendas.
Desde el punto de vista de la entidad financiera, el embargo del inmueble no era deseable por dos razones: en primer lugar, asumía un activo con un precio en disminución y por lo tanto sería vendido a un precio menor que el préstamo otorgado; en segundo lugar, el proceso de venta de un inmueble embargado generaba una serie de costos legales y de mantenimiento del inmueble. En consecuencia, fueron afectadas aquellas instituciones financieras que habían prestado al segmento mencionado o que habían comprado títulos que contenían hipotecas de alto riesgo.
Resulta interesante hacer una analogía con otro país; en España, epicentro actual de la crisis europea, los problemas se iniciaron con el colapso de la burbuja inmobiliaria. La recesión y las altas tasas de desempleo ocurrieron después del colapso y no antes. La inyección de liquidez para los préstamos provino de bancos alemanes. España tenía superávit fiscales y bajos niveles de deuda pública como proporción del PBI.
El elemento clave está en los préstamos otorgados a clientes riesgosos. Otorgar préstamos a clientes con bajas probabilidades de pago es un riesgo no solo para ellos, sino para toda la economía, como lo demuestran los casos de Estados Unidos, España e Irlanda. Por lo general las burbujas, como ha sido visto en post anteriores, ocurren en contextos de booms de crecimiento económico, que en apariencia disminuyen el riesgo para todos. Los buenos tiempos crean un optimismo desmesurado pues se piensa que siempre va a ser así; la historia demuestra lo contrario, pues al avance de cualquier economía es cíclico.