La crisis financiera de los Estados Unidos (parte 5)
La crisis parece simple de explicar: desde inicios del siglo XXI el mercado de viviendas experimentó un aumento explosivo de precios, en una escala sin precedentes. El boom inmobiliario estuvo alimentado por un boom crediticio. Las familias tomaron deuda del sistema financiero en la forma de créditos hipotecarios y con ello aumentaron la demanda por viviendas y mantuvieron la tendencia alcista en sus precios; a su vez, las entidades financieras obtenían el dinero para otorgar los préstamos mediante deuda que tomaban del mismo mercado financiero. Como cualquier inversión apalancada, los beneficios fueron magnificados mientras el activo subía de precio.
La tendencia mencionada tuvo un final abrupto en el segundo trimestre de 2006, momento en que los precios dejaron de subir para luego disminuir; la burbuja inmobiliaria había estallado. A partir del tercer trimestre de 2006, los incumplimientos de pagos (del inglés, default) y los embargos aumentaron a niveles no registrados en los últimos setenta años, en particular en el segmento de hipotecas de alto riesgo, más conocido como subprime.
Sin embargo, recién en agosto de 2007, el problema adquirió notoriedad, cuando el sistema financiero, que había invertido montos importantes en este tipo de hipotecas, comenzó a mostrar señales de un posible colapso. Como la historia lo muestra (véase entregas anteriores), el estallido abrupto y violento (por oposición a una desinflada gradual) barrió no solo con el sistema hipotecario, sino también con el financiero. La coincidencia y secuencia entre el fin de la burbuja hipotecaria y el aumento de los atrasos de pago y embargos en las hipotecas de alto riesgo no es casualidad. En otras palabras fue una crisis típica de excesos y de sobreendeudamiento, sostenida casi únicamente en el aumento del precio de las viviendas.
El detonante de la crisis fue el estallido de la burbuja inmobiliaria, es decir, la reducción de los precios de las viviendas. Ello disminuyó el valor, tanto de las hipotecas como de los títulos que contenían conjuntos de hipotecas, que eran activos para las entidades financieras. El otorgamiento masivo de préstamos hipotecarios estuvo basado en el supuesto de un aumento permanente de los precios de las viviendas. La complejidad de los productos financieros generó un pánico financiero moderno, entendido como un recorte abrupto de las líneas de financiamiento de las instituciones financieras. Fue una corrida de acreedores y no de deudores.
Las dos cuestiones claves para comprender la crisis son las siguientes: en primer lugar, ¿por qué creció de manera explosiva el segmento de hipotecas subprime? ¿Por qué a partir de 2003 y no antes? La información disponible muestra dos tendencias claves. En primer lugar, el porcentaje de hipotecas subprime aumentó de 7.2% del total de hipotecas otorgadas en 2001 a 7.9% en 2003 y a 20.1% en 2006. En segundo lugar, el porcentaje de hipotecas subprime titulizadas aumentó de 50.4% en 2001 a 80.5% en 2006. En otras palabras, la mayoría de hipotecas subprime otorgadas entre 2003 y 2006 fueron titulizadas, hecho que coincide con el período de mayor auge de la burbuja inmobiliaria.
Estados Unidos atravesaba un período de baja volatilidad macroeconómica, conocido como Gran Moderación. Los buenos tiempos, característica del entorno, facilitaban la mayor toma de riesgos. Prueba de ello fue la burbuja de las acciones tecnológicas y su colapso en 2000, hecho que interrumpió el período conocido como la Gran Moderación. Seguiría la burbuja inmobiliaria como un fenómeno más extendido a varios países de Europa, en particular España, Irlanda y Reino Unido.
En segundo lugar, ¿por qué el colapso de las hipotecas subprime generó una crisis financiera? Aunque la discusión es extensa, conviene mencionar que no existe consenso al respecto. Algunos elementos que configuraron la crisis existían de tiempo atrás, como la titulización y el modelo de originar y distribuir. Lo nuevo a inicios del siglo XXI fue un conjunto de innovaciones financieras, en especial en el campo de los derivados financieros. El florecimiento de los mencionados instrumentos permitió la incorporación en masa del segmento subprime. El desarrollo de productos financieros sofisticados ocurrió gracias al avance de las tecnologías de la información y la informática. La transmisión de información en tiempo real aceleró todos los procesos. Ellas fueron usadas por el sector privado de modo que todo lo riesgoso parecía menos riesgoso, es decir, apareció un problema de valorización de los productos financieros. La opacidad y complejidad exacerbaron la información asimétrica. El resultado fue el crecimiento del segmento subprime y el boom inmobiliario. El aumento en los precios de las viviendas ocultó todas las dificultades y complicaciones. El colapso de la burbuja inmobiliaria alimentada por el auge crediticio combinada con el crecimiento de los derivados extrabursátiles sin regulación y riesgos mal medidos determinaron la crisis crediticia en agosto de 2007.
El choque inicial que detonó la crisis fue el deterioro de la calidad de las hipotecas subprime en el mercado inmobiliario. La razón del mismo fue el estallido de la burbuja hipotecaria, reflejado en una disminución del precio de las viviendas a partir de agosto de 2006. El aumento en los incumplimientos de pagos acrecentó la incertidumbre del valor de los títulos respaldados por hipotecas. Como consecuencia, las agencias calificadoras de riesgo redujeron la calificación crediticia de una cantidad creciente de valores y anunciaron cambios en la metodología usada para evaluar dichos productos en julio, agosto y octubre de 2007. Ello generó una virtual evaporación de la liquidez en los mercados secundarios para los valores estructurados. Las pérdidas, menores calificaciones y cambios en las metodologías afectaron la confianza de los inversionistas en la capacidad de las agencias calificadoras para la evaluación de los riesgos de los complejos productos estructurados. Como resultado, los inversionistas optaron por una huida en masa de los mercados de todos los productos estructurados. Había ocurrido una corrida financiera no de depositantes como en el caso tradicional, sino de acreedores de las entidades financieras. Los inversionistas optaron por una fuga hacia la transparencia. La decisión fue invertir solo en activos líquidos y seguros, como los bonos del tesoro de USA.
La crisis inicial de liquidez dio paso a un problema de solvencia. Los bancos centrales intervinieron para mantener la estabilidad del sistema financiero global. Las instituciones financieras no tenían capital para cubrir las pérdidas. Las innovaciones financieras, como los productos crediticios estructurados y la creciente capacidad de los bancos para trasladar el riesgo fuera de sus balances, así como la mayor interconexión entre las grandes instituciones financieras convirtió una crisis de liquidez (tanto de mercado como de financiamiento) en una de insolvencia.