¿Cómo se conecta el PBI con el bienestar?
En los últimos meses circulan cada vez más noticias respecto de una
desaceleración de la economía peruana, lo que significa que el PBI crece más
lento (ver post anterior). Entre 2002 y 2011 Perú fue la economía que más
creció en América del Sur. La pregunta es: ¿qué es el PBI, para qué sirve que
crezca y qué relación tiene con el bienestar?
El crecimiento económico significa producir más y se suele medir a
partir de la tasa de variación porcentual con respecto del año previo; por
ejemplo, en el período enero-mayo de 2013 la economía peruana creció 5.4%, lo
que quiere decir que se produjo 5.4% más que el mismo período del año 2012.
El crecimiento se mide por el aumento en el Producto Bruto Interno
(PBI)[1];
el PBI es el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales
producidos en una economía durante un período de tiempo;[2]
entonces, cuando el PBI aumenta significa que se produce más. Sin embargo, el
aumento en el PBI es solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier
estrategia es el aumento en la calidad de vida de los habitantes de un país, es
decir, el desarrollo humano. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la
calidad de vida. Un país puede crecer pero no desarrollar.
Veamos el detalle. El PBI no es un indicador de bienestar por una
serie de razones, aunque sí puede estar conectado con el bienestar. Por ejemplo, en la medida que el PBI mide
cuánto se produce, incluye la producción de cosas negativas (males) para el ser
humano y para el medio ambiente; por ejemplo, producir más drogas o productos
hechos por industrias contaminantes; ambos aumentan el PBI, pues se produce más. En
términos más simples, el PBI mide cuánto se produce, no cómo se produce ni qué
efectos tiene, ni tampoco quién lo produce. De ahí que el crecimiento económico
sea solo un medio, pero no un objetivo último de un país.
¿Cómo se conectan el crecimiento con el aumento en la calidad de
vida? En general a través de dos canales. En primer lugar, si se produce más,
podría pensarse que siempre aumenta
el empleo. El mayor empleo lleva a mayor ingreso y por ende a mayor demanda por
bienes y servicios que elevan el bienestar; pero, ¿es así? No necesariamente;
por un lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se
logre con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas;
la consecuencia es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los
niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son
“empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias educativas ni
el estado de salud para acceder al empleo, es decir, no están preparadas para
tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y
salud sean fundamentales para tener un
capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
En segundo lugar, como el crecimiento significa producir más,
entonces lleva a un aumento de la recaudación tributaria y por ende de la
capacidad de gasto del gobierno. ¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar
los recursos que le “entrega” el crecimiento económico? En ese caso de nada
serviría que el gobierno tenga más recursos si no sabe cómo usarlos para elevar
el bienestar. ¿Y el sector informal que no paga impuestos?
Las dos razones descritas explican por qué hay muchas economías con
excelentes resultados económicos, pero pobres resultados sociales; lo que pasa
es que los “conectores” no funcionan.
Además, el aumento en el PBI está acompañado de un aumento en la
población. Por ello se suele usar el PBI por habitante como un indicador
alternativo, que mide cuántos bienes y/o servicios podría comprar una persona
en un año si los ingresos se dividieran en
partes iguales. El uso del PBI por habitante tampoco es un indicador de
bienestar pues no es verdad que el ingreso de un país se divida en partes
iguales. La distribución del ingreso importa. Cuánto más desigual sean los
ingresos en una economía, menor impacto del crecimiento económico sobre el
bienestar. Y América Latina es la región más desigual del mundo, incluso que
África.
El mensaje es el siguiente: El PBI es un indicador del avance
productivo de un país, pero no uno de bienestar; para medir este último se
necesitan otros indicadores, la tasa de pobreza (medida por diversos métodos),
la tasa de mortalidad infantil, la proporción de hogares con acceso a agua
potable y desagüe, la desigualdad de ingresos, el acceso a una educación de
calidad, etc. El tema está en que los
resultados económicos no son iguales a los sociales. Los primeros son una
condición necesaria, pero no suficiente para lograr los segundos.
De ahí que en la búsqueda de indicadores que unan lo económico con
lo social, entidades como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) desde 1990 publica el índice de Desarrollo Humano (IDH), que está
compuesto por la esperanza de vida al nacer[3]
, la alfabetización de los adultos mayores de 25 años, el acceso a los tres
niveles de educación y el ingreso promedio de un habitante del país, es decir,
salud, conocimientos e ingresos. En el Informe correspondiente al año 2012
(publicado en 2013), Perú ubica el puesto 77 de 186 países, mientras que los
cinco primeros son Noruega, Australia, Estados Unidos, Países Bajos (Holanda),
Alemania y Nueva Zelandia. China, que
entre los años 2001 y 2008 creció a una tasa promedio de 10.7% promedio anual,
se ubica en el puesto 101. El crecimiento espectacular de China no se ha
reflejado, como podría pensarse, en un desarrollo humano alto.
[1] También se mide a partir del PBI por habitante.
[2] Para fines del presente post no hago la distinción entre PBI
nominal y real; entiéndase que hago referencia al PBI real.
[3] La esperanza de vida al nacer mide el número de años que un recién
nacido viviría si las condiciones de salud prevalecientes en el momento de su
nacimiento permanecieran durante toda su vida.