¿Influye la política en la economía?
En las últimas semanas observamos
en diversos países, como Brasil, Egipto y Perú que la gente “sale a las calles”
a protestar por diversas razones relacionadas con el hecho de “no sentir” los
beneficios del crecimiento económico. No
observan mejoras significativas en educación, salud, seguridad, infraestructura
rural, etc. Sin embargo, ¿quiénes toman
las decisiones al respecto? Desde luego, lo que llamamos “la clase política”,
es decir, ministros, congresistas, funcionarios públicos, partidos políticos, entre
otros. ¿Por qué no toman las decisiones que la ciudadanía considera correctas?
¿Cómo se relaciona la economía con la política?
doble causalidad; por un lado, si la economía no va bien, los políticos que
dirigen el país aparecen como los primeros culpables por que no tomaron
decisiones correctas o si lo hicieron, fueron erradas; por otro, si la economía
va bien, es natural esperar que vaya “bien” para las grandes mayorías y eso
está relacionado con reformas claves en los servicios básicos, como educación y
salud. Si las instituciones políticas “no funcionan”, entonces estamos lejos de
legislar en torno de reformas claves. Existen dos escenarios para implementar
reformas: a través del consenso o de manera vertical. El primer camino es más
largo, pero conduce a resultados más sostenibles y es el mecanismo normal de
las democracias representativas. El segundo tiende a ocurrir en gobiernos con
características autoritarias.
La democracia es el gobierno del
pueblo, pero como todos no pueden gobernar, los ciudadanos eligen a algunos de
ellos para que los representen, tanto en el poder ejecutivo como en el
congreso. Muchas veces ocurre que la “clase política” olvida dos cosas: por un
lado, que “representa” a todos, por lo que no puede decidir lo que se le
antoje; por otro, cuando cualquier persona paga impuestos, financia los
ingresos de los “representantes”. En otras palabras, los congresistas o
representantes son los intermediarios entre la población y quienes deciden.
Este escenario ideal funciona mejor cuando existen partidos políticos sólidos,
de alcance nacional que canalicen las demandas de los ciudadanos, algo
inexistente en el caso peruano. El problema es que cuando no funciona, se abre
el camino a regímenes autoritarios.
Ahora bien, ¿se cumple el
escenario ideal en el Perú? Mi opinión es que no y una prueba de ello son los
bajos niveles de aprobación, tanto de congresistas como clase política en
general. En términos simples, los ciudadanos no se sienten representados por
quienes eligieron. Lo que observamos es que no saben cómo lograr consensos
(cada uno ve su propio interés), promesas sin medir las consecuencias y solo
con un afán electoral, escándalos de corrupción que hacen que los
congresistas pasen el tiempo
fiscalizándose unos a otros que discutiendo leyes a favor del desarrollo del
país, etc. Y eso tiene un impacto sobre la economía.
Por un lado, no avanzan las reformas pues ni
siquiera se discuten y es sabido que un país que no invierte bien en su propio
capital humano, no tiene posibilidades de sostener el crecimiento futuro; por
otro, la economía “crece menos que lo que podría crecer”, pues la incertidumbre
y la sensación de caos generan que se posterguen inversiones nacionales y
extranjeras. En el mediano plazo es muy
complejo tener una “buena economía” con una “mala política”, pues no es
sostenible la primera sin la segunda. La política no está divorciada de la
economía, aunque parezca que sí.