¿Qué pasó en Estados Unidos?
La economía estadounidense ha estado en el centro
de las noticias en las últimas semanas. “Shutdown” y “debt ceiling” son
expresiones sobre las cuales se ha escrito mucho alrededor del mundo. Veamos
qué son y qué implicancias tienen.
La Constitución de los Estados Unidos señala que el gobierno (poder ejecutivo) solo puede realizar gastos si han sido aprobados por el Congreso (poder legislativo). Si el gobierno gasta por encima de sus ingresos, la diferencia, llamada déficit fiscal (véase post de la semana pasada) se cubre con deuda y el monto en que se endeuda también debe ser aprobado por el Congreso. ”Debt ceiling” significa “techo de deuda”, es decir, es el límite máximo al que puede pedir prestado el gobierno. Si el gobierno llega al techo, entonces ya no puede pedir más, a menos que el Congreso lo apruebe. Lo que ha venido ocurriendo es que cuando la deuda se acercaba al techo, el gobierno pedía al Congreso una “elevación del techo”, es decir, poder endeudarse más.
¿Qué pasó la semana pasada? Pues que el Congreso no elevaba el techo de la deuda. ¿Por qué no lo hacía? Para eso debemos tener claro que el Congreso en Estados Unidos tiene dos cámaras: la de senadores (435 miembros) y la de representantes (100 miembros). En el Senado, los demócratas (el partido de Obama) tienen mayoría, pero en la cámara de representantes la tiene los republicanos. Y estos últimos se oponían al aumento en el techo de la deuda.
Más aun, el presupuesto anual del poder ejecutivo va del 1 de octubre de un año al 1 de octubre del otro año. De modo, que antes del 1 de octubre el Congreso debe aprobar el presupuesto para que el gobierno pueda gastar, por ejemplo, en los sueldos de los empleados públicos. Sin embargo, al no hacerlo, apareció el “shutdown”, es decir, una parte importante de los servicios brindados por el gobierno dejaron de funcionar y eso significó que cerca de un millón de personas dejaran de trabajar. Esto ocurrió entre el 1 y el 16 de octubre. Note el lector que los conceptos de “shutdown” y “debt ceiling” están relacionados, pues si no se aprueba el presupuesto, entonces el gobierno no solo no puede gastar en pagos de planillas, sino tampoco en el pago de su abultada deuda que financia el déficit fiscal. ¿Y cuál es el problema si Estados Unidos deja de pagar sus deudas y por lo tanto quiebra? Pues que la economía más grande del mundo (produce cerca del 20% de la producción mundial) dejaría de ser un lugar seguro, es decir, los bonos estadounidenses ya no serían seguros y eso haría tambalear a todo el sistema financiero con consecuencias imprevisibles.
El aporte más importante de los dos gobiernos de Obama es la reforma del sistema de salud, que sin entrar en detalles, permitiría que millones de ciudadanos accedan a un seguro médico. En términos simples, los republicanos exigían el retiro del denominado “Obamacare” y a cambio elevarían el techo de la deuda. Esta era la postura del ala radical del partido republicano, denominado “Tea Party”. Unas horas antes del 16 de octubre (fecha en la cual se terminaba el dinero del gobierno) los republicanos cedieron y se acordó lo siguiente: una solución temporal al problema, pues se elevó el techo de la deuda hasta el 7 de febrero. Tendremos otra situación similar en las semanas previas a la fecha mencionada. Además, se reabrirá el sector público hasta el 15 de enero. Solo se está ganando tiempo.
Ahora bien, el problema de fondo es el déficit fiscal. Ningún gobierno (ni nadie) puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida; es decir, el gobierno y el poder legislativo deben llegar a un acuerdo en términos de un plan de saneamiento fiscal para que se reduzcan algunos gastos y aumenten los ingresos. No hay otra. Lo mismo le pasaría a cualquier persona que se acostumbre a gastar por encima de sus ingresos y se endeuda para “tapar” la diferencia. No cabe duda que la política influye en la economía y viceversa. Lo ocurrido en Estados Unidos es un ejemplo claro.