¿Qué es y para qué sirve el crecimiento económico?
Con frecuencia leemos que el Perú tiene las tasas de crecimiento económico más altas de América Latina. ¿Qué significa el crecimiento y de qué manera está vinculado con el bienestar de la población? El crecimiento económico significa producir más y se suele medir a partir de la tasa de variación porcentual con respecto del año previo; por ejemplo, en 2013 se estima un crecimiento de 5%, lo que quiere decir que se produjo 5% más que el año 2012.
El crecimiento se mide por el aumento en el Producto Bruto Interno (PBI)[1];
el PBI es el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales
producidos en una economía durante un período de tiempo;[2]
entonces, cuando el PBI aumenta significa que se produce más. Sin embargo, el
aumento en el PBI es solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier
estrategia es el desarrollo, es decir, el aumento en la calidad de vida de los
habitantes de un país. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la calidad
de vida.
Veamos el
detalle. El PBI no es un indicador de bienestar por una serie de razones, aunque
sí puede estar conectado con el bienestar.
Por ejemplo, en la medida que el PBI mide cuánto se produce, incluye la
producción de cosas negativas (males) para el ser humano y para el medio
ambiente; por ejemplo, producir más drogas o productos hechos por industrias
contaminantes; ambos aumentan el PBI,
pues se produce más. En términos más simples, el PBI mide cuánto se produce, no
cómo se produce ni qué efectos tiene, ni tampoco quién ni cómo lo produce. De
ahí que el crecimiento económico sea solo un medio, pero no un objetivo último
de un país.
¿Cómo se
conectan el crecimiento con el aumento en la calidad de vida? En general a
través de dos canales. En primer lugar, si se produce más, podría pensarse que siempre aumenta el empleo. Se sigue que
más empleo lleva a mayor ingreso y por ende a mayor demanda por bienes y
servicios que elevan el bienestar; pero, ¿es así? No necesariamente; por un
lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se logre
con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas; la
consecuencia es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los
niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son
“empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias educativas ni
el estado de salud para acceder al empleo, es decir, no están preparadas para
tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y
salud sean fundamentales para tener un
capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
En segundo
lugar, como el crecimiento significa producir más, entonces lleva a un aumento
de la recaudación tributaria y por ende de la capacidad de gasto del gobierno.
¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar los recursos que le “entrega” el
crecimiento económico? ¿Y el sector informal que no paga impuestos? La
consecuencia es que los aumentos en el PBI no se reflejan en el bienestar.
Las dos
razones descritas explican por qué hay muchas economías con excelentes
resultados económicos, pero pobres resultados sociales.
Además, el
aumento en el PBI está acompañado de un aumento en la población. Por ello se
suele usar el PBI por habitante como un indicador alternativo, que mide cuántos
bienes y/o servicios podría comprar una persona en un año si los ingresos se dividieran en partes iguales. El uso del PBI por
habitante tampoco es un indicador de bienestar pues no es verdad que el ingreso
de un país se divida en partes iguales. La distribución del ingreso importa.
Cuánto más desigual sean los ingresos en una economía, menor impacto del
crecimiento económico sobre el bienestar. Y América Latina es la región más
desigual del mundo, incluso que África.
El mensaje es
el siguiente: El PBI es un indicador del avance productivo de un país, pero no
uno de bienestar; para medir este último se necesitan otros indicadores, la
tasa de pobreza (medida por diversos métodos), la tasa de mortalidad infantil,
la proporción de hogares con acceso a agua potable y desagüe, la desigualdad de
ingresos, el acceso a una educación de calidad, etc. El tema está en que los resultados económicos
no son iguales a los sociales. Los primeros son una condición necesaria, pero
no suficiente para lograr los segundos.
De ahí que en la búsqueda de indicadores que
unan lo económico con lo social, entidades como el Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1990 publica el índice de Desarrollo
Humano (IDH), que está compuesto por la esperanza de vida al nacer[3]
, la alfabetización de los adultos mayores de 25 años, el acceso a los tres
niveles de educación y el ingreso promedio de un habitante del país, es decir,
salud, conocimientos e ingresos. En el Informe correspondiente al año 2013,
Perú ubica el puesto 77 de 186 países, mientras que los cinco primeros son
Noruega, Australia, Estados Unidos, Países Bajos (Holanda) y Alemania. China,
que entre los años 2001 y 2008 creció a una tasa promedio de 10.7% promedio anual,
se ubica en el puesto 101. El crecimiento espectacular de China no se ha
reflejado, como podría pensarse, en un desarrollo humano alto.
[1]
También se mide a partir del PBI por habitante.
[2]
Para fines del presente post no hago la distinción entre PBI nominal y real;
entiéndase que hago referencia al PBI real.
[3] La
esperanza de vida al nacer mide el número de años que un recién nacido viviría
si las condiciones de salud prevalecientes en el momento de su nacimiento
permanecieran durante toda su vida.