¿Por qué no creo que se hagan reformas?
Una de las grandes lecciones que deja la historia económica y política del Perú es la necesidad de conectar los buenos números macroeconómicos con el bienestar microeconómico del ciudadano de a pie. El nexo entre ambos son las reformas en sectores tan sensibles como educación, salud, pensiones, informalidad, entre otros. Hacerlas es difícil. Una reforma es un cambio, y no es fácil llevarla a la práctica ni tampoco se puede hacer rápido, pero sin ella no se podrá elevar el bienestar de todos. Así de simple.
Hoy damos por hechos algunos rasgos de la economía que en su tiempo necesitaron reformas: la estabilidad monetaria, la responsabilidad fiscal y los bajos niveles de deuda pública como porcentaje del PBI son ejemplos. El origen de la inflación actual es externo y no por irresponsabilidad monetaria.
Ellos configuran la solidez macroeconómica que sin duda debemos mantener, pero que no se ha manifestado como quisiéramos en el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos. La razón es que no se han reformado los sectores que justamente conectan los resultados económicos con el bienestar. La buena macroeconomía no fue, no es, ni será suficiente. Hay que construir sobre ella.
El primer elemento para lograr poner en marcha una reforma es el consenso de la mayoría de los actores involucrados. No puede hacerse por un conjunto de iluminados. De hecho, como todo cambio, las reformas enfrentarán el rechazo de algunos grupos de interés que no estarán dispuestos a perder los privilegios que reciben con el statu quo, pero más de lo mismo no es solución.
El segundo elemento es la forma de hacerlas; comenzar por proyectos piloto en áreas específicas y no en temas tan grandes como pretender reformar todo el sector salud. La población tiene que ver primero resultados para luego apoyar la extensión del piloto a todo el país. Este elemento se eslabona con el tercero. La única manera de que una reforma tenga apoyo poblacional es que la ciudadanía vea resultados. Solo así creerá.
El cuarto elemento es una adecuada comunicación por parte de los responsables de implementar las reformas. La ciudadanía tiene que saber qué se va a hacer, cómo se va a hacer, en cuánto tiempo se esperan resultados, etc. Las reformas significan cambios y si vamos a cambiar, sopesaremos los beneficios y costos del cambio.
Siempre habrá oposición a las reformas, pero muchas veces no se sabe a qué ni por qué. Sin embargo, es un tema que tiene que trabajar el gobierno con una agenda clara, en especial en el campo social. Si existen metas económicas, ¿por qué no existen en el campo social? La gente se opone a las reformas cuando no siente las mejoras.
En quinto lugar, la credibilidad es clave; por eso la mayoría de reformas se hacen al comienzo de los gobiernos y no hacia el final. El cuándo hacerlas importa tanto como el cómo hacerlas. Las reformas no se pueden hacer en un contexto donde la credibilidad de las autoridades está en caída. Por eso, aprovechar los buenos tiempos para hacer reformas es clave.
Los impactos de una reforma no son de corto plazo. Los gobiernos y los congresos deben ser conscientes de ello. Algún gobierno posterior obtendrá los beneficios. ¿Estarán dispuestos a ello?