Con los pies en la realidad
Uno de los grandes problemas que generan altos niveles de polarización es el hecho que cada persona trata de imponer su punto de vista como si fuera el correcto. Muchas veces se trata de un ideal, que como tal es eso, una situación inalcanzable, un simple deseo. Como consecuencia los debates, si es que podemos llamarlos así, terminan en insultos que van a las personas y no a las ideas. Si deseamos detener esta tendencia que no lleva a nada, me parece pertinente, sugerir (no imponer) algunas ideas.
Primero, sustentar cada medida con evidencia empírica y datos. Coloquemos un ejemplo. Nadie puede estar en contra de mejorar las condiciones laborales de todos; eso está bien; pero, celebrar la defensa de algunos sindicatos, sabiendo que el 78% de los trabajadores en el Perú son informales y no pertenecen a ninguno, es cuando menos, una falta de respeto a estos últimos. Entiendo que los políticos están desesperados por elevar su popularidad, pero, al menos desde mi punto de vista, no es razón. Ojo que no digo que esté mal mejorar a los trabajadores; lo que digo es que, si no se incluye a los informales, no logramos mejorar a la mayoría de los trabajadores peruanos.
Segundo, muchos defienden, por un tema ideológico, a las empresas públicas. En teoría no tiene nada de malo que una empresa sea pública. En teoría. Cuando vemos la práctica en el Perú, empresas como Petroperú, creo que deberían manejarse con criterios privados o mejor que no existan ¿Por qué? En lo que va de 2022 el Gobierno ha inyectado a la empresa, más de 9 mil millones de soles, que significan 9 mil millones menos para salud, educación, programas de lucha contra la pobreza, etc. Todo en nombre de las empresas estratégicas. Ojo que no está mal que existan empresas públicas; lo que está mal es que no funcionen y que dependan de la inyección de dinero del Gobierno Central ¿Sabe usted, estimado lector, de dónde sale el dinero? Pues de su bolsillo a través del pago de impuestos. ¿Mejora a los más vulnerables en algo? Seamos pragmáticos y por un momento, dejemos las ideologías. Jamás una ideología puede ganar a la realidad.
Tercero, aportemos y dejemos de insultar. Si algo no te parece, entonces realiza una propuesta basada en evidencia empírica. Y que se abra un debate limpio, transparente y respetuoso. La mente abierta es la que permite lo anterior; las mentes cerradas lo obstruyen.
Cuarto, no existen salvadores de “el pueblo” como quiera que definan a este último. Esto ocurre porque no se trata de un acto de fe, por muy buena intención que se tenga. Se juzgan los resultados, no las intenciones. Se necesitan equipos de personas honestas, con voluntad de servicio, en especial, a los más vulnerables.
Quinto, el Estado no es un botín. Está al servicio de todos y cuánto mejor funcione, mejor para todos. No debería ocurrir que cada presidente que llega, lo llena con personas amigas sin importar si saben o no saben. Los únicos perjudicados son los más vulnerables. La corrupción es un problema de personas y es un lastre para el crecimiento y eventual desarrollo.
Sexto, siempre poner un pie en la realidad. Ante cada medida, al menos preguntarse cuánto cuesta, quiénes se benefician, quién lo va a poner en marcha y si es o no viable. Dejemos el floro barato. Hagamos un mejor país para todos. Está en nuestras manos.