¿Para qué sirve el crecimiento económico?
Lo que está ocurriendo en Perú es una respuesta, entre muchas otras razones, del bajo bienestar alcanzado por una gran cantidad de peruanos. Si revisamos indicadores de acceso a servicios básicos comprobaremos la afirmación anterior. Sin embargo, la economía peruana entre 2001 y 2021 fue la segunda economía de América Latina con mayor crecimiento promedio anual. Entonces, ¿qué pasa? La respuesta corta es la siguiente: el crecimiento es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el bienestar. Veamos.
El crecimiento se mide por el aumento en el Producto Bruto Interno (PBI); el PBI es el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos en una economía durante un periodo de tiempo, cuando el PBI aumenta significa que se produce más. Sin embargo, el aumento en el PBI es solo un medio y no un fin en sí mismo. El fin de cualquier estrategia es el desarrollo; es el aumento en la calidad de vida de los habitantes de un país, es decir, el desarrollo humano. Crecer es producir más, desarrollar es mejorar la calidad de vida.
El PBI no es un indicador de bienestar, aunque sí puede estar conectado con el bienestar. Por ejemplo, como el PBI mide cuánto se produce, incluye la producción de cosas negativas (males) para el ser humano y para el medio ambiente, como drogas o productos hechos por industrias contaminantes; ambos aumentan el PBI, pues se produce más. El PBI mide cuánto se produce, no cómo se produce ni qué efectos tiene, ni tampoco quién lo produce. De ahí que el crecimiento económico sea solo un medio, pero no un objetivo último.
¿Cómo se conectan el crecimiento con el aumento en la calidad de vida? A través de dos canales. Primero, si se produce más, podría pensarse que siempre aumenta el empleo. Se sigue que más empleo lleva a mayor ingreso y, por ende, a mayor demanda por bienes y servicios que elevan el bienestar, pero ¿es así? No necesariamente; por un lado, el avance tecnológico está originando que la mayor producción se logre con un uso más intensivo de máquinas y tecnología, pero no de personas; la consecuencia es que aumenta el PBI, pero no el empleo. Por otro lado, si los niveles de educación y salud son de baja calidad, no todas las personas son “empleables”. Quieren trabajar, pero no tienen las competencias para acceder al empleo, pues no están preparadas para tomar los empleos. De ahí que las reformas en los sectores de educación y salud sean fundamentales para tener un capital humano que pueda sostener el crecimiento futuro.
Segundo, como el crecimiento significa producir más, lleva a un aumento de la recaudación tributaria y, por ende, de la capacidad de gasto del gobierno. ¿Qué ocurre si el gobierno no sabe cómo gastar los recursos que le entrega el crecimiento? ¿Y el sector informal que no paga impuestos? La consecuencia es que los aumentos en el PBI no se reflejan en el bienestar.
El mensaje es el siguiente: el PBI es un indicador del avance productivo de un país, pero no uno de bienestar; para medir este último se necesitan otros indicadores, la tasa de pobreza (medida por diversos métodos), la tasa de mortalidad infantil, la proporción de hogares con acceso a agua potable y desagüe, la desigualdad de ingresos, el acceso a una educación de calidad, etc. El tema está en que los resultados económicos no son iguales a los sociales. Los primeros son una condición necesaria, pero no suficiente para lograr los segundos.