¿Qué hacer para reactivar la economía?
La economía peruana se encuentra en recesión. Si bien es cierto que la conceptualización de esta última no está exenta de controversias, el consenso apunta a una caída de la producción por dos trimestres seguidos, sea comparada con igual trimestre del año previo o con el trimestre anterior. En cualquiera de los dos casos, se cumple la regla de dos trimestres seguidos. Más allá del debate, la pregunta es ¿por qué?
Si bien es cierto que no hay una única respuesta, sabemos que una de las variables que condicionan el futuro de una economía son las expectativas, definidas como las creencias que las personas hacemos respecto de cómo se comportará la economía y el entorno en general, tanto en el futuro cercano como en el mediano plazo. Cualquier decisión económica se basa en las expectativas. Como ejemplos, podemos pensar en lo que creemos que ocurrirá con el tipo de cambio, la tasa de interés, el contexto político, etc.
Imagine usted que ahora está pensando poner un negocio. Si lo está haciendo, es porque espera que le vaya bien; para determinar esto último, trata de incorporar todas las variables, no solo económicas, que podrían condicionar lo que ocurra. Esto lo hacemos todos. Por eso, la decisión final de hacerlo o no hacerlo depende de las expectativas.
Muchas veces no les damos la verdadera importancia a las expectativas, pero son determinantes para el crecimiento económico y del empleo. Después de todo, nadie invierte para perder y esto no depende del tamaño de la empresa ni de su giro.
Cualquier economía para crecer depende de las decisiones que tomen los inversionistas y las personas naturales. Si existe cierto temor al futuro, justificado o no, preferirán postergar decisiones y eso se convertirá en una profecía autocumplida: como creo que las cosas no van a mejorar, entonces no invierto ni gasto y como consecuencia hago que se cumpla lo que creía que iba a pasar.
Por lo tanto, la primera tarea es volver a creer para volver a crecer. La duda, a la que no podemos dar respuesta, es si el discurso del 28 de julio cumplió o no con mejorar expectativas; eso lo sabremos en las siguientes semanas. La política está condicionando a la economía y, por eso, el primer factor que hay que cambiar son las expectativas.
El segundo factor, que no depende de nadie, es la magnitud del fenómeno de El Niño Global que golpeará a fines del segundo semestre del año. Esperemos que sea moderado; de ser fuerte, como ocurrió en 1983 y en 1998, podríamos tener un año en recesión. Y esta última impide crear empleo y reducir la pobreza.
En cuanto a la inflación, ya se encuentra en clara disminución desde enero; lo que se espera, en caso de que continúe la tendencia, es una reducción de la tasa de referencia del banco central a partir, aproximadamente, de octubre y con ella, una caída de las tasas de interés activas, lo que sin duda ayudará a aumentar los préstamos de consumo e inversión y con ello a reactivar la economía. No olvidemos que reducir la inflación no es igual a bajar los precios, sino a que suban menos. Un tercer factor es el comportamiento de la economía mundial, que tampoco presenta un buen comportamiento. Mientras la FED sigue subiendo su tasa, China sorprendió con un segundo trimestre negativo, no esperado por nadie. Y Perú depende de China.
Así las cosas, expectativas negativas, la posibilidad de un Niño Global fuerte y el lento crecimiento de la economía mundial conforman una tormenta perfecta. Sin cambios en las expectativas, no aumentará la inversión privada ni tampoco el consumo, y sin ello no será posible reactivar la economía. Más allá de detalles, la evolución de una economía depende de las decisiones que tomen las empresas (producen) y las personas (compran).