¿De qué dependerá la economía en 2024?
2023 ya está jugado y será recordado como el año de la recesión. La pregunta ahora es por 2024. Existen tres variables a analizar para poder proyectar el desempeño económico del año siguiente.
Primero, el comportamiento de la economía mundial. Perú sólo produce el 0.3% de lo que produce la economía mundial; por lo tanto, está expuesto a lo positivo y negativo del entorno externo. Aquí son claves China, Estados Unidos y la eurozona. Entre 2010 y 2019 el mundo creció 3.7% como promedio anual. Este 2023 cerrará en 2.6% y se estima que en 2024 lo hará en 2.9%. ¿Por qué el crecimiento tan lento? Porque las tasas de interés de política monetaria todavía se mantendrán altas en términos relativos. Así, la FED, el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra no piensan bajar tasas hasta bien entrado 2024. En términos simples, priorizan bajar inflación sobre el crecimiento.
Segundo, la intensidad del Niño. De acuerdo con las últimas cifras, la probabilidad que sea fuerte es de 49%, mientras que sea moderado asciende a 51%. La duración del evento climático se estima que llegue hasta mayo o junio de 2024. Esto nos permite proyectar un mal primer semestre de 2024, en especial en sectores como agricultura y pesca.
Tercero, la inversión privada, luego de caer cuatro trimestres seguidos, no mejora. Es clave porque representa el 80% de la inversión total y de su aumento depende la variación del empleo y la pobreza. Queda claro que, con la recesión que vivimos, en 2023 el empleo de calidad no aumentará y la pobreza subirá. ¿Y de qué depende la evolución de la inversión? Pues de las expectativas, que son creencias respecto de lo que ocurrirá en el futuro, en especial en los campos político y económico. La incertidumbre, en ambos campos, es veneno para el desempeño económico.
Veamos una metáfora. Ilustrar las expectativas negativas es equivalente a estar manejando en una carretera y encontrarse con una niebla muy baja, que impide observar más allá de un metro. Entonces no se puede avanzar a menos que se disipe la niebla. La economía peruana se encuentra en esa situación. ¿Cómo se sale? Un camino es esperar que la niebla se vaya sola, algo que puede demorar. Otra vía es con mejores faros y con algún mecanismo que retire la niebla. Este caso implica que el gobierno actual muestre resultados, pues para volver a crecer antes hay que volver a creer. El déficit de credibilidad de grande y más que buscar culpables hay que encontrar soluciones.
Tal vez la puesta en marcha de un mega proyecto podría detonar la aparición de otros, que redunden en un aumento de la inversión privada. Esta última no crece por decreto, sino que necesita un entorno adecuado.
Actualmente, existe una especie de depresión que ha frenado la economía. Todo lo vemos mal y actuamos en concordancia con esa visión. Entonces se convierte en una profecía autocumplida. No digo que estemos bien, pero sí que hay variables que muestran un buen comportamiento. Primero, la inflación pronto entrará al rango esperado por el banco central. Segundo, la economía peruana tiene la menor deuda pública de la región. Tercero, las finanzas públicas muestran un pequeño déficit fiscal. Cuarto, el sistema bancario es sólido. Quinto, la balanza comercial es positiva. Podemos seguir. Lo que falta es que, a partir de esa realidad, retomemos la confianza y con ella la inversión. Algo es claro: si la inversión no aumenta, no crecerá el empleo ni se reducirá la pobreza.
La economía peruana atraviesa por un momento difícil, en especial por factores no controlables (economía mundial y Niño) y otros internos, como la incertidumbre originada en el comportamiento de la clase política. Esto último puede y debe mejorar. Un poco de sensatez y menos improvisación y populismo pueden ser elementos claves. Nada de esto quita que haya factores estructurales que hay que mejorar.