Las ideologías nos separan, ¿y el sentido común?
Primero, todos tenemos una idea de cómo quisiéramos que funcionaran las cosas en el Perú; eso está bien. El problema aparece cuando nuestra “manera de ver” se ubica por encima de la realidad, es decir, de la evidencia empírica. Los datos nos dicen qué funciona y qué no funciona. Los principales economistas de la historia basaron sus posturas a partir de lo que veían en la realidad.
Segundo, la economía es una ciencia social y no un acto de fe o una creencia. ¿Cómo funciona? Pues se observa un hecho de la realidad (digamos, subió el precio del pollo), luego se plantea una hipótesis sobre las principales razones, y finalmente se prueba o se rechaza la hipótesis. A continuación, si queremos alterar la realidad a partir de la conclusión obtenida, tenemos que evaluar si es posible hacerlo, cuánto cuesta y si tiene viabilidad política. Sin estos últimos pasos, la economía solo quedaría en buenas intenciones y dejaría de ser una ciencia.
Tercero, la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta que tiene múltiples dimensiones, como la política y la institucional, entre otras. No podemos entender qué pasa sin incorporar a nuestros análisis las otras dimensiones. Aquí, otra vez, cada uno puede pensar lo que quiera, pero debería tratar de ser lo más objetivo posible. No es un tema de amores u odios. Es un análisis frío que nos permita plantear soluciones más allá de lo emocional.
Cuarto, es difícil, aunque no imposible, hacer comparaciones entre economías. Lo que no se puede hacer es comparar la realidad, con sus virtudes y defectos, con lo que tenemos en la cabeza, que suele ser un ideal irrealizable. Es obvio que, al hacer la comparación entre la realidad y nuestro ideal, ganará el ideal, pero ¿es viable?
Quinto y siguiendo el punto anterior, comparemos realidades versus realidades, y veamos qué funcionó en otros países más o menos similares a Perú para adaptarlo. ¿Por qué no copiarlo? Porque las realidades dentro de las cuales funciona la economía son diferentes. Por ejemplo, ¿ha existido algún país de ingresos medios que haya atravesado por una crisis de expectativas como el Perú? Dicho sea de paso, las expectativas negativas son un dato que puede verse en las encuestas del banco central. ¿Qué hizo? ¿Cambió de presidente todos los años? ¿O se buscaron consensos entre los principales líderes, los empresarios y la academia, entre otros, para ponerse de acuerdo en una trayectoria futura que sea compartida, al menos por una mayoría de la población?
Sexto, hay que respetar las ideas de otros, siempre y cuando no vulneren el derecho ajeno. No se puede tolerar a un corrupto ni a un ladrón. La tolerancia es señal de democracia y buen vivir. Al final del día, todos queremos vivir en paz satisfaciendo las necesidades básicas de todos los ciudadanos y no solo de un grupo. ¿Por qué agitar los conflictos? ¿Por qué no sentarnos a conversar? ¿Por qué no ser más solidarios? Por momentos parece que solo sabemos insultarnos y descalificar las ideas con las que no estamos de acuerdo. Así no llegamos a nada.
Séptimo, ¿qué tienen en común las sociedades cuyos ciudadanos tienen una mayor calidad de vida? Pues una alta confianza interpersonal y respeto a las reglas de juego. Se llama fortaleza institucional y alto capital social. Es el pegamento que une a los miembros de las sociedades.
La economía es una ciencia social que nos permite, bien usada, entender cómo funciona la realidad. Y, por lo tanto, nos muestra qué caminos podemos seguir para mejorarla.
Muchos dirán que pierdo el tiempo escribiendo sobre utopías. Debe ser que prefieren vivir en un entorno conflictivo desde el que no se logra nada. Para que la economía funcione, debemos mejorar nosotros, las personas. ¿Por qué? Porque son nuestras decisiones sobre cómo actuar y qué hacer las que determinan cómo vivimos todos.