La política sí importa
La política sí importa
Felipe Gutiérrez, CEO Concertum
El estado es administrado por políticos y por técnicos y burócratas. Estos últimos deben cumplir con las funciones que se definen en sus respectivos manuales de funciones, con las leyes y reglamentos y con las directivas y políticas que ordenan los primeros. El estado- a través de ministros, directores, gobernadores, alcaldes, congresistas, reguladores, etc.- adopta decisiones, define marcos normativos, establece requisitos, regula comportamientos, genera obstáculos e incentivos- que afectan la supervivencia, competitividad y operación de nuestros negocios y actividades económicas. Y lo hace basado en la Constitución y las leyes (muy numerosas y no siempre articuladas o armonizadas entre sí), pero también, en función de ideologías, orientaciones, sesgos, paradigmas e INTERESES. El modo en que se adoptan estas decisiones públicas responde a un marco y a un ecosistema complejo y variable, muchas veces impredecible, que no es familiar a los empresarios privados ni a los gerentes. En el Perú, esa falta de familiaridad es acompañada de un cierto desprecio por la actividad pública y por la política, lo que aleja aún más la posibilidad de moverse con destreza y eficiencia en ese mundo, deteriorando la capacidad de influir en él, de mejorar las condiciones de competencia y de evitar perjuicios mayores. Ciertamente, hay otros actores, que sí se manejan con más expertise en ese mundo y logran penetrarlo e influir en él: partidos, ONGs , think tanks, organizaciones sociales, siendo que la mayoría de ellos adolece de un desconocimiento- real o simulado- de las reglas de una sana economía de mercado y , además, de un sesgo anti-empresarial.
No sorprende entonces, que no haya nuevos proyectos mineros ni petroleros, que no rija el estado de derecho cuando se trata de bloqueos, secuestros o extorsiones contra actividades extractivas legítimas, ni nuevas inversiones pesqueras, forestales o turísticas; que obtener licencias y permisos sea un padecimiento kafkiano y que el empresario privado sea el malo de la película.( Los casos de corrupción rampante y grotesca, felizmente no representan una mayoría en la actividad empresarial y deben ser combatidos eficaz y drásticamente.)
La política sí importa. No ocuparse de ella es perder competitividad o dejarla en manos de quienes no quieren actividad empresarial competitiva.