Profesionalismo, ética y Lobbying
Profesionalismo, ética y Lobbying
Felipe Gutiérrez, CEO Concertum SAC
Todas las profesiones y oficios tienen buenos y malos exponentes. Las respectivas profesiones no son ni buenas ni malas, son necesarias y son los que las ejercen o desempeñan las que brindan un servicio ético y profesional o, lamentablemente, inmoral, informal o ineficaz. Sin caer en afirmaciones absolutas o maniqueas, todos conocemos abogados que son un ejemplo de ejercicio competente y ético, que manejan muy bien los principios jurídicos más elevados y evitan los conflictos de interés, son incapaces de corromper y respetan la ley y los procesos. Pero también existen abogados que no cumplen con algunos o todos los referidos requisitos o cualidades, que hacen de esta valiosa profesión fuente de historias, chistes y comparaciones ofensivas. Lo anterior puede afirmarse de médicos, ingenieros, contadores y curas y, ni qué decir, de políticos, ministros, fiscales, jueces, policías, congresistas, gobernadores y alcaldes.
En el tema del lobbying entendido como el necesario relacionamiento entre agentes privados y autoridades públicas, la situación debería ser la misma pero no lo es. Aquí si los malos lobistas han arrastrado la profesión o actividad hasta un posicionamiento negativo y hasta despreciable. No se concibe ni admite el lobbying profesional o bueno. Tanto es así que NADIE se autocalifica como lobista para evitar el repudio general. No obstante que todos los que ejercen el lobbying, haciéndolo formal o informalmente, llenan los requisitos conceptuales de la actividad, es decir, representan intereses privados ante las autoridades que van a adoptar decisiones, llevando puntos de vista concretos buscando sean adoptados o aceptados, niegan su esencia y se autodenominan “representantes”, “ abogados”, asesores de medios, gestores de asuntos públicos o gubernamentales o cuanto título esté al alcance con tal de evitar el de lobista. Por su puesto, para los que manejan los intereses contrarios, los referidos gestores sí que son lobistas y, por tanto, corruptos, traficantes de influencias o cabilderos en el peor sentido.
Todos hacemos lobbying, es tiempo de admitirlo- la ley peruana le llama Gestión de Intereses- y es hora de distinguir el lobby bueno del malo, el profesional del informal o ilegal.