El modelo económico si funciona
El modelo económico si funciona.
Felipe Gutiérrez, CEO Concertum
No perdamos nuestra capacidad de sorprendernos ante fenómenos que afectan muy seriamente nuestro destino como nación. Tan importante como eso, no aceptemos diagnósticos complacientes o equivocados, especialmente si su único mérito es que son “políticamente correctos”. Es un ejercicio frecuente usado por políticos de izquierda e incluso por organizaciones que buscan “humanizar” el capitalismo el de culpar al modelo económico por su (presunta) incapacidad de generar oportunidades para los menos favorecidos, de no mejorar los (paupérrimos y decrecientes) niveles de la educación, la salud y la seguridad públicas, lo que “justifica” la protesta social incluso en su versión violenta y radical. El modelo económico aplicado desde la Constitución de 1993 ha cumplido con sus requisitos y con sus objetivos: crear riqueza, generar empleo, recaudar (como nunca antes) y reducir la pobreza. El modelo contrario- el que no cesa de mostrar su pleno fracaso en cuanto lugar se aplica- no crea riqueza ni valor sino que más bien lo destruye, no crea empleo real e incrementa la pobreza en grados superlativos. (Venezuela, Argentina para citar dos casos muy cercanos). Todas las estadísticas y data sobre la materia permiten comprobar dichas afirmaciones. Los enemigos del modelo, quienes respaldan la alternativa destructiva de una economía con fuerte componente estatal, desconocen deliberadamente que la causa real de los bajos niveles de servicios públicos, de educación, salud y seguridad públicas, es el mal manejo estatal de autoridades públicas o funcionarios de distintos gobiernos. Estos tuvieron recursos provenientes de la gran recaudación derivada del esfuerzo empresarial y no los supieron invertir o gastar, por incapacidad, incompetencia, indolencia o corrupción. El salto a la garrocha de tamaña verdad se presenta a través de una supuesta falla del modelo que no genera ventajas para los desfavorecidos. Eso no es cierto y se comprueba con simular lo que el sector privado hubiera podido hacer con la gestión eficiente y honesta de tremendos recursos, en favor de la salud y la educación nacionales, con tan solo igualar los niveles de competitividad y manejo de sus actividades privadas. Echarle la culpa al modelo, distorsionando la realidad y desconociendo las estadísticas reales, es una práctica política perversa y muy dañina, que desvía la atención sobre el verdadero problema: la pésima gestión pública.
Defendamos el modelo- que tiene que ser complementado por reformas pendientes-y ataquemos las deliberadas distorsiones que pretenden fomentar modelos estatistas o intervencionistas que han fracasado en todos los lugares en que han sido aplicados.