Institucionalidad en serio
Institucionalidad en serio
Felipe Gutiérrez, CEO Concertum
Si hubiera un ranking mundial sobre Institucionalidad similar a los de calificación de deuda o riego país, como Moody’s, Standard & Poors o Fitch Ratings, el Perú estaría muy por debajo de lo que está en materia económica. Es que el manejo político y de gestión del estado es pobre y se ha degradado significativamente en los últimos años, producto de la poca afección de la clase política respecto de las instituciones democráticas, la Constitución y las leyes y por la falta clamorosa de una praxis bien intencionada. Salvo el BCR y, en un menor grado, el MEF, nuestras instituciones adolecen de manejos impredecibles sujetos al vaivén de la política y de la influencia indebida de intereses que no representan el bien común. La estabilidad relativa del actual gobierno- silencio sísmico mediante- se debe a que al Congreso no le conviene obstaculizarlo demasiado y, mucho menos vacarlo y, recíprocamente, al Ejecutivo le viene bien el “nos quedamos todos” en modo supervivencia. Los anteriores 6 mandatarios vieron abortar sus mandatos precisamente por la carencia de ese pacto tácito de convivencia, que se puede manifestar a través de gobiernos sólidos con mayorías parlamentarias propias o a través de alianzas políticas bien estructuradas, que es lo deseable, o mediante equilibrios temporales o frágiles producto de acuerdos poco transparentes en los que se privilegian intereses particulares, que es lo que viene ocurriendo en el Perú. Cuando se discute sobre preservar la institucionalidad, es imperativo basarse en una plataforma principista que propenda a fortalecer y preservar las instituciones y no en una lógica circunstancial de captura de poder.
Los mismos juristas y personajes de la política y la academia que consideraron aceptable el cierre del Congreso en el 2019, la negación “fáctica” de la confianza, la invocación de competencias ajenas como cuestión de confianza, el veto a partidos políticos, las campañas demoledoras contra fiscales incómodos para sus posiciones, el boicot a la elección del decano del CAL y un largo etcétera, hoy son implacables y demoledores cuando la flexibilidad interpretativa se aplica a los “suyos”. Ahí no tienen problema en invocar intervenciones internacionales e injerencias heterodoxas.
Los principios son sólidos cuando su aplicación beneficia instituciones, ideas o normas que nos resultan incómodas pero son legítimas.