No hay que quedarse callado
No hay que quedarse callado
Felipe Gutiérrez/CEO Concertum
Abogar por ideas, intereses y planteamientos es un derecho constitucional y de enorme trascendencia, que ejercido abiertamente y en base a argumentos legales, técnicos y económicos, constituye un sólido aporte al estado de derecho y al desarrollo de una sana economía de mercado. El intercambio y escrutinio de propuestas en un ambiente democrático y de transparencia, en el que prime el sustento técnico y la apertura al diálogo serio, asegura la formación de decisiones y políticas públicas balanceadas y equilibradas. Ninguno de los casos de abierta corrupción que han afectado la moral y la economía nacionales, se hubieran perpetrado si hubiera estado vigente un régimen de transparencia en las gestiones entre agentes privados y funcionarios públicos. Una carretera que comunique la frontera sur-oriental peruana con el oeste brasilero, sin contar con un mínimo mercado que la sustente, a todo costo para el erario nacional, con sobreprecios y coimas no se habría construido si hubiera sido difundida contemporáneamente a su génesis. Habría merecido el repudio y las opiniones técnicas contrarias de ingenieros, economistas, políticos, periodistas y cuanto ciudadano con sentido común tuviese voz. Tampoco una refinería innecesaria y descaradamente sobrevalorada hubiera progresado. Menos, un sistema de repudio a la meritocracia para los responsables de la educación pública.
Las normas que establecen la vigencia del registro de visitas en línea en tiempo actual, el acceso a la información pública y la gestión de intereses, no se aplican con rigor y efectividad por desidia, desconocimiento o irresponsabilidad, lo que ocasiona perjuicios irreparables. La Contraloría deberá reparar en el hecho de que la prevención es mucho más útil que la auditoría ex post, que en la abrumadora mayoría de los casos, se convierte en una labor de arqueología costosa, paralizante e improductiva. Los medios deberían alentar el conjunto de normas que constituyen una gestión de intereses sana y abierta. No dejarse llevar por las presiones interesadas de lobistas informales y de abiertos traficantes de influencias que obstaculizan su vigencia efectiva, incluso desprestigiando su alcance y su importancia. Es como si los curanderos desprestigiacen a la medicina, los tinterillos a la abogacía o los falsificadores a los productos que depredan.
Este verdadero despropósito nos está llenando de Sadas, Chibolines, Swings, hermanísimos, Sarrateos y promotores de minería ilegal, tráfico de terrenos y delitos abiertos.
Es tiempo de alzar la voz.