Midnight Special
En tiempos donde la nostalgia por los ochentas se hace evidente y un fenómeno como Stranger Things acapara la atención de diferentes generaciones, Jeff Nichols ofrece una historia de ciencia ficción atravesada por un corte dramático conmovedor que puede celebrarse como la adultez y maduración de un género que parece reinventarse con placer.
Midnight Special (2016) narra la vida de Alton (Jaeden Lieberher), un niño de ocho años con facultades sobrenaturales, que es secuestrado del seno de una secta por su padre biológico, Roy (Michael Shannon). Ambos emprenderán un viaje para llegar al lugar donde deberán cumplir una especie de mandato divino. Sin embargo, el FBI y un grupo de fanáticos religiosos intentarán impedirlo.
La trama se hace más compleja cuando descubrimos que Alton -tras superar algunos problemas de identidad- aclara su forma de ver la realidad, al punto que plantea el recurrente debate sobre la existencia de los mundos paralelos, una atractiva discusión de la física moderna -y también de las antiguas civilizaciones- que seduce a científicos y empíricos. El abordaje de un aspecto imposible de comprobar, como el que menciono antes, se mimetiza con el drama de la desintegración familiar.
Nichols es un director que se esmera por fortalecer, y destruir, las relaciones humanas desde eventos desafortunados que dejan heridas irreparables. Lo hizo en Mud (2012) cuando un niño pescador se hace amigo de un fugitivo de la justicia para ayudarlo a recuperar la gracia de un amor tormentoso. O también en Take Shelter (2011) cuando un hombre, a todas luces paranoico, intenta salvar a su familia de un evento apocalíptico basado en visiones. No olvidemos Loving (2016) la historia de amor interracial recreada a mediados del siglo XX en los Estados Unidos más conservador posible.
Esa forma de abordar las relaciones humanas tiene un sello patentado que se sostiene en los diálogos cortantes, los silencios desesperados y el expresivo lenguaje no verbal de sus actores. En Midnight Special, el director realiza una impecable e intensa labor con su elenco. Shannon -actor fetiche de Nichols-, Lieberher, Kirsten Dunst y Joel Edgerton, se complementan de tal forma que la película llega a generar angustia y compasión a un nivel íntimo que sobrecoge.
En Take Shelter, Nichols atisbó un acercamiento con lo sobrenatural pero es en Midnight Special que su trabajo entra de lleno en la ciencia ficción, haciéndonos recordar por momentos a Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) o E.T el extraterrestre (1982). Un homenaje a Steven Spielberg del que sale airoso, sin acusar una reverencia de pirata adulador. Una manera de alimentar la fantasía que van perdiendo los adultos, recordándoles que no tienen por qué dejar de serlo conforme van creciendo.
Una característica de las películas de Nichols, que también aparece en Midnight Special, es el retrato del sur estadounidense. El cineasta, nacido en Arkansas, transmite una estampa fiel del Deep South pero sin caer en el tópico de la discriminación a la que los medios de comunicación nos tienen acostumbrados -que no deja de ser real, pero tampoco exclusiva-.
Los escenarios rurales de atardeceres pictóricos, las largas carreteras que unen condados, la hostilidad y la indiferencia de su gente o la fascinación del hombre blanco por las armas, son presentados como telón de fondo que moldea la personalidad de los habitantes/personajes. Todo ello nos empuja a realizar un ejercicio de comprensión respecto de una sociedad lejana a la imagen habitual del capitalismo más salvaje del planeta. Nichols, a través de sus filmes, es un cronista de su región y su tiempo.
Midnight Special es ciencia ficción, pero también drama. Es intimista y analiza sociológicamente a sus personajes, al mismo tiempo. Es angustiante, aunque deja momentos para la calma. Es pertenencia y, de alguna manera, emancipación. Es la versatilidad de un director que con solo cinco películas va camino a convertirse en uno de los más interesantes de los siguientes años.