Kubo y la búsqueda del samurái
La llegada de Kubo y la búsqueda del samurái a la cartelera local es una agradable sorpresa disfrazada de película para niños. Si está imaginando que las cintas animadas son buenas excusas para que solo los pequeños pasen un buen momento, Kubo y la búsqueda del samurái le dará la contra.
El filme narra la historia de un niño tuerto que vive en una cueva aledaña a un pueblo costero del antiguo Japón, específicamente en una época resguardada por samuráis. Él, vástago de un fiero guerrero asesinado, vela por su madre enferma que posee poderes mágicos pero que a la vez está perdiendo la memoria. Ella carga con un pasado desdichado. Ha sido marginada por su familia -una casta de seres inmortales y malvados- que está al acecho de su hijo para robarle el ojo que le queda. Lo que luego descubrirá Kubo es que para remediar su destino deberá encontrar una armadura mágica que le ayudará a vencer a su enemigo más poderoso: su propio abuelo, el hombre que le arrebató un ojo.
La primera lectura que se puede hacer de esta película es que carga con un argumento triste y violento. Y es así. Conlleva violencia en un sentido que los temas pueden ser traumáticos para el niño protagonista -y quizá para cualquier infante-. Sin embargo, esa dureza argumental es tamizada por hermosas escenas despojadas de vistas grotescas. Kubo y la búsqueda del samurái tiene imágenes tan bellas que se asemejan a una exposición de impresionismo oriental. O quizá esté más cercano a haikus en movimiento con efecto enternecedor. Ni qué decir de los diálogos. Parlamentos inteligentes y conmovedores que los espectadores más pequeños quizá no podrán captar al instante, pero que las dosificadas cuotas de humor los devolverán a la historia.
Travis Knight, animador y director del filme, se las ingenia muy bien para abordar los eventos desafortunados, lo que empuja a una reflexión madura de temas como el amor familiar, la traición, la desventura, la lealtad o la pérdida de los seres queridos; aspectos intrínsecos de la sociedad japonesa, antigua y contemporánea. Kubo y la búsqueda del samurái es apta para menores por la manera en que resuelve sus conflictos, más allá de todo lo dicho. No es pesimista, tiene potentes luces de amor a todo nivel e invita a compartir experiencias hogareñas desde distintos ángulos, más allá del contexto que plantea el filme.
Kubo y la búsqueda del samurái ha sido trabajada en stop motion por Laika -el estudio de animación estadounidense propiedad de Nike que intenta dar pelea al todopoderoso Pixar Disney y que es el creador de la exitosa ParaNorman (2012)-. Lamentablemente en la cartelera nacional solo es posible verla en su versión doblada. Con ellos nos privamos de apreciar las voces de Art Parkinson, Matthew McConaughey, Charlize Theron, Rooney Mara, Ralph Fiennes y Brenda Vaccaro, en los roles principales. Cuestión de demanda, dicen los exhibidores en nombre del mercado.
Kubo y la búsqueda del samurái es firme candidata para llevarse el premio a Mejor Película Animada en febrero próximo. Pero más allá del reconocimiento de la Academia, lo que nos deja esta pieza es el refuerzo de la desmitificación: las películas de dibujos animados hace rato dejaron de ser solo para niños. Los adultos, especialmente los que son padres, pertenecen a un target potencial para conquistar. Además, repito, es un filme que ata lazos fraternos en torno a temas espinosos. En tiempos donde la sociedad de consumo nos convierte en zombis alienables, ¿acaso la familia no es la mejor y mayor fuente de amor?
PD: La versión de While my guitar gently weeps que aparece al final de la película es la cereza del pastel.