STRAIGHT OUTTA COMPTON
Mucho se habló sobre la inclusión de filmes y actores afroamericanos en las nominaciones a los premios Oscar a inicios de año. Sin reparos a la Academia se le acusó de racista. Algunas voces señalaban que los estudios de Hollywood padecían un síndrome que todo lo veían blanco…y, evidentemente, verde. Toda apreciación es subjetiva, circunstancial y cambiante. Si bien algunas películas quedan lejos del alcance de los premios, otras se sitúan cerca de los radares de la preferencia del público, sostenidas por el boca a boca o porque representan a un sector de la población que ve reflejadas sus costumbres, voluntades o aspiraciones. Straight Outta Compton pertenece a esta última categoría.
Straight Outta Compton narra la historia de la banda de gansta rap N.W.A. (Nigazz With Attitude), una de las más influyentes para las nuevas generaciones de raperos y hiphoperos a nivel mundial y que recogió el sentir barrial en letras que enervaron a las autoridades, especialmente en Los Angeles. Drogas, armas, sexo, represión policial y discriminación, fueron los temas más frecuentes que desarrolló la banda. La película de F. Gary Gray ofrece un arco temporal que va desde la problemática de cada integrante del grupo -tanto a nivel emocional como social- hasta la muerte de uno de ellos por SIDA, pasando por las etapas de fama, detenciones y peleas internas.
Para realizar una película acerca de la marginalidad en la que viven las minorías étnicas, sobre todo en los Estados Unidos, es necesario conocer el engranaje de discriminación, violencia y pobreza que se respira en cada esquina de los barrios más picantes. En este contexto, la música es un tubo de escape que ayuda a desfogar la rabia y la frustración de la juventud que vive aquejada por estos componentes y que cada cierto tiempo son azuzados por los medios de comunicación.
Straight Outta Compton tiene eso a su favor: explota al máximo los discos de N.W.A. y construye una banda sonora poderosa que acompaña los pasajes destacables del filme. Además, pone como centro de gravedad en los momentos más interesantes de la película el caso de Rodney King (el taxista afroamericano brutalmente agredido por la policía de Los Angeles en 1991), otorgando un halo de injusticia que se respira en las casi tres horas de proyección. Gray une elementos que podrían ayudar a darle una mirada fiel a lo que se vivió a fines de los ochentas e inicios de los noventas. Hasta ahí todo bien.
No obstante, el realismo es la clave que debe sostener a cualquier película que desee mostrar la vida en los guetos o de grupos marginales, no importa si esa realidad incomoda. Al contrario: si irrita y sacude al espectador, mejor. Boyz n the Hood (1991), La Haine (1995) y Trainspotting (1996) lo lograron. Si bien las tres cintas representan realidades distintas, la fuerza de sus personajes -respaldados por diálogos y situaciones llevadas al borde de lo admisible- asegura que creamos lo que vemos sin cuestionarlo, más bien ayuda a comprender la naturaleza de las acciones. Y es ahí donde Straight Outta Compton empieza a resentirse.
Los diálogos edulcorados que se desprenden de las escenas de romance o de reconciliación entre los miembros de la banda, opacan en cierta medida a la esencia de bajo fondo que pudo haber explotado mejor el director. N.W.A. no fue una banda cualquiera. Su hit Fuck the Police provocó que el F.B.I. le enviara una carta de advertencia por “apología a la violencia y desacato a la autoridad”; fue la primera banda que elevó de forma brutal a una categoría gloriosa la venta de drogas, el sexo violento y las armas como medio para ganar notoriedad y respeto.
Gray no aprovecha el historial del grupo y le otorga muchos minutos a lágrimas innecesarias o conversaciones insustanciales. Quizá el hecho de que dos de los exintegrantes de N.W.A -Ice Cube y Dr. Dre- hayan sido los productores del filme limitó al realizador, cayendo en una biografía oficial que puedo haber dado mejores resultados.