Lo and Behold. Reveries of the Connected World
La naturaleza como terreno indomable siempre ha sido un tema que ha preocupado a Werner Herzog. En sus trabajos, largometrajes de ficción o documentales, ha registrado el acto desafiante del ser humano por controlar la naturaleza pretendiendo ser un conquistador de lo absurdo. O, en menor medida, lo presenta en una relación con su entorno donde le hace creer que tiene el sartén por el mango. Lo hemos podido apreciar en Fitzcarraldo (1982) Aguirre, la ira de Dios (1972), Grito de piedra (2001), Grizzly Man (2005) o Into the Inferno (2016), por ejemplo.
En Lo and Behold. Reveries of the Connected World (2016) le da vuelta a la tuerca y conecta con el mundo de la informática. Si bien este espectro es frío comparado con la naturaleza, es el que marca la pauta de la humanidad en tiempos recientes. La creación e impacto de Internet, la interconexión globalizada como herramienta -¿arma?- de la política y la economía, la posible conquista del espacio por parte de un grupo privilegiado, el individualismo/ostracismo a partir de las nuevas formas de comunicarnos, entre otros temas, son debatidos y analizados por científicos que responden una serie de preguntas ingeniosas e inteligentes planteadas por el director.
El documental se inicia en uno de los salones de la Universidad de California en los Ángeles – UCLA, en el espacio donde se creó Internet. A partir del nacimiento del mayor invento del hombre, Herzog deja abiertas interrogantes que cuestionan los esfuerzos de los informáticos por igualar a las máquinas con el ser humano. En Lo and Behol se admite que los artefactos pueden sustituir en diversos aspectos de la vida a quienes los crearon, pero si hay algo que nunca podrá ser programado serán los valores sociales, la ética y, sobre todo, los sentimientos. En contraposición se argumenta que los errores cometidos por acción tecnológica pueden compartirse para que no se vuelvan a repetir. Así podríamos acercarnos a cero margen de error beneficiando a la población. Los humanos, en gran medida, saben que sus propios errores son perjudiciales, sin embargo, llegan a repetirlos por voluntad propia: no aprende de los yerros, por más que cuestionen lo efectuado. Esa naturaleza contradictoria es precisamente lo que hace más humano al hombre. Esa afectación conduce a la reflexión. Lo sublime de la fragilidad no se tecnologiza. La capacidad de la inteligencia artificial es capaz de replicar las experiencias con mayor habilidad que la inteligencia humana pero carece de la capacidad de introspección.
La tecnología puede interconectarnos. También logra destruirnos. Pero, ¿es en realidad esta la que lo hace? La difusión incontrolada de información digitalizada, por ejemplo fotográfica, ha invadido un espacio que creíamos salvaguardado. Herzog presenta el caso de una familia que sufrió mucho al recibir fotos de la muerte de una de sus integrantes desde un servidor anónimo. ¿Los derechos a la privacidad se terminan cuando las personas mueren? La falta de una legislación con vacíos genera que la dignidad y el respeto en Internet sean nulos. Nadie se hace responsable de lo difundido y todos pueden ocultarse tras una pantalla.
Uno de los puntos centrales del filme está en el sentido de si podríamos vivir sin Internet. La propia naturaleza es la única que puede romper toda la red de comunicación globalizada. Por ejemplo, basta que un destello solar roce con la Tierra para que regresemos a la prehistoria del intercambio de mensajes. Nuevamente Herzog se remite a la naturaleza indómita como ya lo hiciera en otras de sus películas. Todo, desde la programación del suministro de alimentos hasta los reportes del clima para prevenir tragedias, está conectado a la red. Ya no podemos vivir sin Internet.
La responsabilidad y manipulación de quienes están más cerca del funcionamiento de Internet también se expone en la película. Si bien se persigue a los piratas informáticos, ¿acaso no son los servicios de inteligencia los mejores representantes de los sistemas de espionaje y pirateo del mundo? La fachada institucional no rinde cuentas a nadie y enviste de inmunidad a sátrapas o dictadores trajeados de demócratas. Felizmente el control de todo el flujo de información es una utopía. Así, la masividad de Internet ha provocado su propia vulnerabilidad. Nadie está protegido. Sin embargo, si algún gobierno exigiera el rastreo profundo de los ciudadanos como parte de una legislación podría transgredir los derechos elementales de los ciudadanos. La seguridad en Internet es una quimera. La línea de realidad entre la vida física y la vida digital es cada vez más borrosa y llegará un momento en que las amenazas en línea obstaculizarán nuestra capacidad de incorporar nueva tecnología.
¿Podrá Internet tomar conciencia sobre sí misma e ir más allá buscando variables que le den independencia? Internet es el mejor escenario para la evolución de la inteligencia artificial. Recordemos que las máquinas “aprenden” más rápido que las personas. Herzog también medita sobre la voluntad propia. Acota que el razonamiento analítico e imaginativo se está perdiendo. Las computadoras, y en cierto sentido Internet, son los peores enemigos del razonamiento profundo. En una parte del filme se desprende que la juventud de hoy utiliza máquinas para reemplazar su análisis sobre las situaciones que está observando. No entienden qué están viendo, escuchando o aprendiendo. Depende de Internet, qué les diga y cómo lo intenten descifrar.
Lo and Behold termina con una escena bellísima: un grupo de hombres cantan felices alrededor de una fogata. Sin computadoras ni teléfonos. Es el regreso a las raíces del ser humano. A lo espontáneo, lo no programado. Entonces, ¿tendemos que olvidar para comenzar? ¿Destruir para construir? El fuego como inicio del todo.