Fragmentado
Al anunciarse una nueva película de M. Night Shyamalan el público y la crítica cruzan los dedos. Nadie sabe si sumará un fracaso más o si al fin regresará el gran cineasta que deslumbró con Sexto sentido (1999). Los seguidores del director no tomarán el anuncio como un fracaso ni una vuelta al inicio del éxito, ellos creen que todas sus películas guardan momentos distintos y destacables en su irregular filmografía. Sin embargo, Fragmentado es el retorno a los giros inesperados y a una narración que conduce a estados de tensión constante. Una fórmula que el cineasta de origen indio maneja con holgura. Es decir, Shyamalan está de vuelta.
Cuando Shyamalan era un niño recibió como regalo una cámara Súper 8. Tenía menos de 10 años y muchas ganas por grabar todo lo que lo rodeaba. Además era un gran consumidor de películas de ciencia ficción, suspenso y terror. Steven Spielberg era su gran ídolo y la década de los ochenta fue creando su hábitat cinematográfico ideal. El paso de los años, adolescencia y juventud, le hicieron descubrir y venerar a su otro gran referente: Alfred Hitchcock. Es del maestro británico que heredó el gusto por hacer de la grabación una experiencia orgánica que vaya de la mano con finales sorpresivos. Por ejemplo, se puede reconocer en su filmografía, y también en Fragmentado, guiños directos a Psicosis (1960).
Con Fragmentado, Shyamalan regresa para decir que sus aptitudes como cineasta creativo no estaban perdidas. La película cuenta la historia de Kevin (James McAvoy), un hombre que padece de trastorno disociativo -condición patológica que puede concentrar muchas personalidades en un solo individuo-, y que llega al punto más grave de su distorsión cuando secuestra a tres adolescentes y las encierra en un sótano con la finalidad de cumplir un llamado mesiánico que le ordena una de las 23 personalidades que lo gobiernan. Una premisa que no tiene pierde, pero que en la práctica termina de consolidarse por el trabajo de su elenco y el cálculo de la tensión que imprime el director.
James McAvoy es el gran responsable del buen rumbo de Fragmentado. Su papel de perturbado mental lo coloca en una posición expectante conforme avanza la película. El misterio que encierran sus personajes hace que no sepamos con qué nuevos diálogos, gestos o miradas nos saldrán en la siguiente escena (parte del ADN cinematográfico de Shyamalan). Los cambios de voz y el correctísimo manejo del lenguaje corporal elevan al actor como alguien que se desdobla con facilidad, escapando de los disfuerzos o exageraciones que pudieron haber diluido su trabajo. Sin embargo, para que McAvoy cuaje una actuación tan redonda es necesario fijarse en el equilibrio que le da Anya Taylor-Joy. El personaje que encarna la joven modelo que alcanzó la fama con La bruja (2016), también padece de cierto trauma que la acerca al protagonista. Esa relación de piedad y soledad subyace a un entendimiento de seres marcados por la violencia y la incomprensión.
Otro punto fuerte de Fragmentado es que tiene varias subtramas que alimentan a la historia central sin invadirse entre sí, siempre reveladas a cuentagotas para ampliar las probabilidades de resolución del conflicto sin afectar la particularidad de lo impredecible. Además, Shyamalan desteje con minuciosidad una maraña de términos psicológicos, a partir de la doctora Fletcher (Betty Buckley), para acercarnos hacia un tema lleno de controversias. Fletcher es la bisagra entre Kevin y su “evolución”, uno de los postulados fantásticos que el realizador propone como fin del argumento.
Es cierto que el éxito de Sexto sentido no se repetirá. La obra que catapultó a Shyamalan rompió los paradigmas del terror a fines del siglo pasado. Los giros inesperados no volvieron a ser los mismos en las producciones del género desde la película protagonizada por Bruce Willis. Esa fue la cúspide. Pero tampoco quiere decir que este director deberá vivir a la sombra de su filme más conocido. Con Fragmentado se desmarca del pasado glorioso y podría empezar un nuevo capítulo creativo.