Lady Bird
Christine “Lady Bird” Mc Pherson (Saoirse Ronan) es una muchacha de 17 años que está cansada de vivir en un entorno sin proyección. Los apuros económicos, la ausencia de pertenencia a un grupo popular y, sobre todo, las tensas relaciones familiares la obligan a ser distante y soñadora en partes iguales. Su madre, Marion (Laurie Metcalf), es su principal influencia, aunque casi siempre se repelen, discuten y desarrollan un tipo de acercamiento doloroso que puede ser tan desesperante como enternecedor. Su padre es bonachón y más parece un amigo que un faro de autoridad, una especie de refugio decadente a medio camino del naufragio. Sus amigos, muchachos que se debaten entre la búsqueda de la identidad y los estereotipos sociales influenciados por la moda. La ilusión de “Lady Bird” parece desvanecerse en cada rincón que husmea, pero ella no está hecha para claudicar. Da pelea desde sus evidentes limitaciones, desde la bofetada que le indica el destino. Para encontrar nuevos rumbos que satisfagan sus ambiciones deberá dejar todo atrás, he ahí su dilema.
Lady Bird marca el debut de Greta Gerwig como directora y guionista. Más identificada con la movida independiente estadounidense en su faceta de actriz, la joven realizadora ofrece en su ópera prima el retrato de un personaje complejo que está diseñado para generar empatía y compasión. La muchacha solo tiene un sueño -estudiar en alguna universidad de Nueva York, un espacio que la conectaría con la cultura y el “mundo real”, lejos de su monótona Sacramento-, pero la directora la dota de varios conflictos que pueden interpretarse como la construcción de una lucha por sobrevivir a los tópicos sociales ante los que cualquier adolescente sucumbe, pero que, por momentos, rechaza.
Christine se enamora de los chicos equivocados y se va de bruces cuando parece que sus relaciones van a mejorar. A pesar de todo, la protagonista no está hecha para sufrir. Lo que podría ser un drama lacrimógeno termina siendo un ejercicio de humor negro y mordaz como pocos. Gerwig se mofa de las posturas que imponen los censores sociales por medio de su protagonista. Christine podrá tropezar muchas veces, pero siempre tendrá una cara de optimismo y sagacidad que regalar, ello causa que esbocemos, desde la complicidad del espectador, una sonrisa en cada uno de sus líos.
El mejor de los conflictos, quizá lo más atractivo de todo el film, es el acercamiento pendular que esboza la directora sobre la relación entre hija y madre. Christine siempre recibirá una mano de hierro en la que podrá apoyarse, la misma que arrimará a la muchacha hacia un regazo seguro o un garrote de ternura poco habitual. La fuerza del entendimiento de dos seres marcados por situaciones parecidas que no deberían volverse cíclicas.
De manera inteligente, y con ironía, Gerwig también hilvana el catolicismo como imposición para posteriormente unirlo al despertar de un curioso libertinaje que ayuda a mirar el mundo con desencanto; todo fortalecido por los excelentes diálogos de las dos mujeres durante su convivencia diaria. Cabe decir que ambas actrices han recibido con justicia muchas nominaciones a diferentes premios durante la temporada por sus trabajos en la cinta de Gerwig.
Por otra parte, los personajes de Lady Bird padecen de afecto; más allá de que nunca lo reclamen, se amparan en las circunstancias desfavorables para hacerse fuertes. En el caso de Marion, la realizadora no presenta acusación alguna que determine culpabilidad en el trato hacia Christine porque el personaje tiene una idea dual de la maternidad: la preparación de la hija para encarar el mundo a condición de que nunca se aleje. Sin embargo, la chica existe para romper el eje.
La sublevación de Christine tiene sentido. Su rebeldía duele en el seno familiar, no porque ella denote ingratitud o indiferencia, sino porque tarde o temprano echará a volar y eso, en gran medida, representa el desmembramiento familiar, ergo, en el caso de “Lady Bird”, la maduración. Los problemas son menos complicados si todos están juntos, por más que la muchacha mire hacia otro lado. Lady Bird es una parábola que encierra afectos, desilusiones y perspectiva. La película de Greta Gerwig ahonda en el descubrimiento de una generación de forma divertida y entrañable, sin caer en la falsedad de las seudoproducciones de cascarón indie.