Cine chileno en el diván: gana premios, pero sin conquistar aún su mercado
Una mujer fantástica fue la mejor película extranjera en el Oscar. Su triunfo no se debe solo a la producción artística que encierra. ¿Qué hay detrás de un filme fuera de la mirada de su director?
El cinco de marzo de 2018 todas las portadas de las publicaciones chilenas, impresas y digitales, celebraron el mismo acontecimiento: por primera vez un largometraje de ese país ganaba un Oscar, el premio más comercial y mediático en el mundo del cine. Por los canales de televisión y las cabinas de radio desfilaron periodistas, críticos de cine y expertos en materia audiovisual que en amplias entrevistas desgranaron las virtudes de la cinta elegida. Además, analizaban el contexto cinematográfico de su país y su proyección para los siguientes años. El cine es un espejo contactó con dos profesionales de Chile para conocer de cerca estos temas, y un director peruano que explicó algunas de las diferencias entre los dos países.
Joel Poblete, crítico de cine y programador del Santiago Festival Internacional de Cine (SANFIC), atribuye el triunfo de Una mujer fantástica a distintos factores. El primero, la calidad de la película misma, elogiada desde su estreno mundial hace un año en la competencia oficial del Festival de Berlín, donde inició un recorrido internacional que la llevó a ganar el Fénix, el Goya y el Independent Spirit. Pero además de sus méritos artísticos, agrega el comunicador chileno, hay otros factores importantes.
“Entre ellos están su mensaje, la realidad que aborda y la descripción de algo que puede pasar en la sociedad chilena y que, finalmente, se vuelve universal. A eso le sumamos el impulso de publicidad y marketing desarrollado por Sony Pictures y el impacto mediático que ha conseguido su protagonista, Daniela Vega, apareciendo en portadas de distintos medios en Estados Unidos codeándose con figuras de Hollywood”.
Cabe recordar que la cinta sureña dirigida por Sebastián Lelio se impuso a otras nominadas que llegaban con pergaminos bastante prestigiosos. Por ejemplo, The Square, de Suecia, ganó el año pasado la Palma de Oro en el Festival de Cannes; On Body and Soul, de Hungría, se llevó el Oso de Oro en el Festival de Berlín del 2017; mientras que la película rusa Loveless, fue considerada por varios expertos como una de las mejores del curso pasado.
Poblete cuenta que, en general, la recepción de la crítica de su país fue muy positiva y la película dio mucho que hablar en la prensa local. Considerando el promedio de espectadores que habitualmente va a ver películas chilenas, tuvo una asistencia aceptable, pero no alcanzó a superar las 50 mil personas.
“Dentro de todo no es malo, teniendo en cuenta que a veces hay películas chilenas que han ganado premios en festivales y vienen precedidas de buenas críticas y al momento de su exhibición no consiguen superar ni siquiera los 2 mil espectadores. Ahora que se reestrenó hace algunas semanas, tras la nominación al Oscar y en estos días habiendo recibido el premio, es probable que esas cifras se hayan incrementado mucho más”.
Han sido pocas las películas que recibieron reconocimiento internacional y a la vez rompieron la taquilla en el país vecino. Machuca (2004) llevó casi 650 mil espectadores y Violeta se fue a los cielos (2011) casi 390 mil, ambas de Andrés Wood. Gloria, penúltimo trabajo de Lelio, convocó a más de 145 mil espectadores en 2013.
Algo que parece un común denominador y que forma parte de una decepcionante realidad de la cinematografía de Perú, Argentina, México, Colombia, y, por supuesto, Chile -por no decir de toda América Latina-, es que las comedias de baja calidad artística superan el millón o dos millones de espectadores y se mantienen por varias semanas en cartelera. En cambio, los films ganadores de festivales solo duran una o dos semanas en las cadenas de cines comerciales y deben buscar un salvavidas en las salas de circuitos alternativos.
Coyuntura manda
Leopoldo Muñoz, crítico de cine y realizador chileno, cree que el reconocimiento de Una mujer fantástica también se debe a una cuestión coyuntural. Para él, los guionistas Gonzalo Maza y Sebastián Lelio (recordemos que este último también es director del film) leyeron muy bien el pulso contemporáneo, lo cual lejos de ser oportunista parece una lúcida capacidad de observación respecto a las urgencias sociales. Sin embargo, precisa que con discursos no se fabrican películas, sino con imágenes.
“En ese territorio (el de las imágenes), Lelio ha demostrado extraordinario talento y sensibilidad con obras enormes como El año del tigre (2011), y que en su última película, de ambición popular, la viste de un barroquismo exquisito. Todos esos detalles, y más, probablemente, fueron decisivos para la Academia”.
Desde el punto de vista artístico, Muñoz complementa que la obra de Lelio resulta más compleja y sofisticada que la mera lucha de una persona transexual que enfrenta la muerte de su novio y al odio de la familia del fallecido. El crítico afirma que la forma de hacer cine de Lelio es el recipiente idóneo para el “contenido”, modo que se aprecia en la colorida estética, los arranques oníricos e incluso en sus referencias a escenas de Ascensor para el cadalso (Louis Malle, 1958) o Carne trémula (Pedro Almodovar, 1997).
“Se trata de cine dentro del cine que incluso en el guión apuesta por maniobras arriesgadas como la supuesta intriga de la llave del locker en el sauna Finlandia. McGuffin a lo Lelio/Maza, sólo para mostrar el tour de force al interior de las acaloradas piezas, donde la protagonista circula indistintamente entre los sectores exclusivos para mujeres y hombres. Ese tránsito devela la fantástica interrogante que puede llegar a ser su identidad para el resto”.
Cambios y desafíos
Poblete no duda al decir que el cine de su país ha crecido mucho en las últimas dos décadas. Explica que los métodos de producción y distribución han cambiado gracias a los avances tecnológicos. El crítico manifiesta que también se nota un ambiente distinto en la recepción de las películas a nivel internacional, como demuestran los elogios en diversas latitudes, los premios importantes y la selección en competencias oficiales de festivales como Berlín y Venecia, algo casi impensado hace 30 o 40 años.
“Ha sido fundamental el surgimiento de nuevas generaciones de realizadores talentosos, creativos y dispuestos a abordar distintas realidades y temáticas. Esto, a la vez ayuda a que se hagan películas de distintos géneros y estilos”, afirma el entrevistado.
No obstante, a juicio de Poblete, todavía faltan muchas cosas para hablar de un verdadero avance en el sector. Remarca que es necesario tener una Ley de Cine como ya existe en algunos países de la región. Lo que sí hay son los fondos audiovisuales a los que se puede postular para desarrollar y realizar proyectos. Algunas instituciones como la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería (Dirac), Pro Chile y Cinema Chile ayudan en difusión, pero no basta, a criterio del programador.
A su turno, Muñoz agrega que en los últimos años, el cine chileno ha producido mayor cantidad de películas, buena parte de ellas interesantes y competitivas a nivel internacional donde se nota una búsqueda de identidad que en retrospectiva da cuenta de lo que significa ser chileno.
En ese sentido, prosigue el experto, se podría afirmar que Una mujer fantástica, Violeta se fue a los cielos (Andrés Wood, 2011), No (Pablo Larraín, 2012) Gloria (Sebastián Lelio, 2013), Matar a un hombre (Alejandro Fernández, 2014), entre otras producciones destacadas, se enmarcan en un proceso que lleva 20 años, donde el Estado ha dado algunas muestras de interés. Pero el apoyo también ha llegado desde festivales como Berlín y Rotterdam, además de fondos internacionales provenientes de Huber Bals Fund, World Cinema Fund y otros que marcaron la pauta estética de la producción chilena.
“Además de esa fértil producción en ficción, el documentalismo resulta el baluarte de la experimentación audiovisual, en especial el realizado por mujeres. En ese contexto es inevitable reconocer que también se hace un cine con afán mainstream, pero ramplón. Mayoritariamente se trata de comedias de enfoque televisivo”.
Muñoz precisa que el desafío del cine chileno está en entusiasmar al consumo interno. Para eso, indica, se requieren nuevos relatos que logren la complicidad con el gran público y escapar de los dictámenes estéticos y narrativos de los festivales europeos y sus fondos, pues ese interés en algún momento mudará a otra región del planeta.
Respecto a los fondos del cine chileno, advierte que son escasos y los que existen deberían tener una repartición más equitativa. Explica que al menos en el Fondo de Fomento Audiovisual son pocos los ganadores y éstos reciben importantes cantidades de recursos -en el concurso de 2017, seis documentalistas recibieron entre U$65 mil y U$165 mil-. “Debería ser al revés: mayor cantidad de ganadores y un impulso económico que sirva para gestionar recursos privados”.
¿Y qué pasa en el Perú?
Jonatan Relayze, director peruano que por su ópera prima Rosa Chumbe (2015) ha recibido elogios en diversos festivales del mundo, sostiene que el mercado cinematográfico nacional ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Detalla que el abaratamiento de costos gracias a la tecnología digital ha posibilitado ese crecimiento, más que todo cuantitativo.
“Cuando hice mi primer cortometraje en 16mm, en el 2002, se producían menos de cinco largometrajes al año con estreno en cines, ahora son entre 30 y 40 largos de los cuales se estrenan alrededor de la mitad y con mucho esfuerzo. Se debe resaltar la diversidad de la producción y la posibilidad de que muchos jóvenes hayan hecho sus películas sin tener que esperar por años”.
Pero este panorama también tiene un lado negativo para el realizador. Resalta que en la actualidad se está viviendo un proceso de “canibalización” en las salas de cine, donde las producciones de corte comercial tienen todas las posibilidades de un estreno en detrimento de otras propuestas. Por si fuera poco, enfatiza, se ha perdido el rigor al trabajar. Señala que el mismo abaratamiento de costos tiene un doble filo, ya que deja en evidencia la falta de crecimiento cualitativo en las producciones peruanas.
Para el realizador, el cine nacional es un reflejo del país, con el que comparte varias taras estructurales. Reflexiona que la raíz del problema son las grandes carencias en materia educativa que generan multitud de trabas extendidas a todas las actividades anexas.
“A nivel macro, necesitamos salir de la informalidad en la que se encuentra nuestro cine. Necesitamos mucha formación, especialmente en regiones. La importancia de la cultura ha sido dejada de lado y no es reconocida por la mayoría de gobiernos. Esto se constata cuando se observa el comportamiento del público frente a determinadas películas que son distintas a lo que habitualmente ofrece la cartelera”.
A pesar de ello, no niega que ha habido mejoras en los concursos del Ministerio de Cultura durante los últimos años, aunque se deben aumentar los montos de los premios de producción para acceder a coproducciones internacionales en mejores condiciones. También cree que se debe incrementar significativamente el fondo para el concurso de distribución porque la suma actual es insuficiente hasta para hacer una campaña pequeña.
Sobre el logro de Chile al obtener el Oscar por Una mujer fantástica, Relayze reafirma que el apoyo que recibió el film de Lelio en distintas instancias ha sido clave para alcanzar el objetivo. “Todo esto habla de un trabajo estructural que tiene muchos años en proceso y, por supuesto, responde también a un tema político, el de poner a su país en el mapa del cine internacional”.