De Humani Corporis Fabrica
A Vesalio le valió caro experimentar con cadáveres. Por el hecho de violarlos, según la Iglesia, fue acusado de herejía y condenado a muerte. La intervención de un rey, que conmutó la pena, hizo que su obra perdure, sirva de referencia y salvó el pellejo al cultor de la anatomía moderna. Su más célebre libro, De Humani Corporis Fabrica, contradijo muchos preceptos de Galeno -que a diferencia de Vesalio, nunca diseccionó un cuerpo humano- y dio un vuelco al estudio de la fisiología. Durante el siglo XVI, en pleno apogeo del poder que ostentaban el Vaticano y la Inquisición, Vesalio demostró que la ciencia era más importante que los rezos al momento de salvar vidas. Para él, los cadáveres eran el estado final de una máquina perfectamente ensamblada y unida por órganos, huesos y ligamentos; a la vez, surcada por fluidos con diferentes fines. Es decir, propugnó que el cuerpo muerto adquiere una nueva perspectiva de estudio -o un nuevo uso- para la ciencia. Vita incipit post mortem.
Para los franceses Lucien Castaing-Taylor y Verena Paravel -Leviathan (2012)- recurrentes en llevar sus propuestas al límite, el cuerpo no solo es una máquina de experimentación o un envase que alberga todos los elementos necesarios para entender el funcionamiento humano. El documental que proponen -homónimo al texto ilustrado de Vesalio- es un viaje sensorial, a través de imágenes y sonidos, que puede ser apreciado como un conjunto de surrealistas óleos animados que no dejan de sorprender gracias a la espectacularidad de texturas y colores. Los investigadores registran intervenciones quirúrgicas por medio de cámaras de alta definición que transitan por conductos cerebrales, digestivos, uterinos, entre otros recovecos corporales. Desde este planteamiento estético, la película ofrece una caótica lectura del funcionamiento humano gracias a la hiperrealidad en la concepción de sus imágenes, pero, en paralelo, otorga múltiples opciones para entender cómo percibimos lo frágil y compleja que es nuestra especie.
Una de las aristas más atractivas del documental está relacionada a la vulnerabilidad que cargan sus personajes, tanto los integrantes del personal médico como los pacientes de los cinco hospitales que abarca el rodaje. Aquí no hay espacio para héroes solemnes cuya zona de confort podría establecerse en una serie dramática estadounidense. En De Humani Corporis Fabrica, el grupo de cirujanos se equivoca, maldice y satiriza, sin perder el sentido común de su trabajo. Tienen que lidiar contra un precario sistema de salud que recibe a migrantes y los condena a su suerte. Los descendientes de Vesalio, por momentos, son fríos, como los instrumentos que maniobran; y cercanos al automatismo de los ecógrafos que manipulan. Sin embargo, eso no los convierte en animales. Por otro lado, algunos pacientes sufren física y emocionalmente, sin que algún regodeo fílmico sensacionalista pueda asomarse. Otros, no son conscientes de la realidad que viven y la magnitud de su rol estelar en la cadena de descubrimientos científicos. Castaing-Taylor y Paravel entienden que la dureza de su propuesta temática y los impactantes recursos narrativos que utilizan -¿acaso una variable solapada del body horror realista?- son necesarios para dimensionar las facetas sociomédica y experimental de su trabajo. Estamos ante un engendro parido del cruce entre el documental golpeador y el videoarte vanguardista.
Si bien las imágenes obtenidas en las salas de operaciones, y hasta en un tanatorio, no sean aptas para estómagos sensibles, la película justifica el empleo de las mismas y las enfrenta a un final optimista donde Gloria Gaynor y New Order se emplean como telón sonoro. En la misma escena, la cámara recorre paredes pintadas de dibujos que dan cabida al sexo, el desenfreno y, nuevamente, la dualidad de lo mortuorio y lo vital. El miedo a lo desconocido y el jolgorio que permite la vida, conviven en un trabajo a partir de la celebración del éxito -o fracaso médico- y la fugacidad de la existencia.