---Pasajes---
Tras una noche de copas, un hombre y una mujer se relacionan sexualmente sin pensar que la conexión especial que experimentarán tendrá consecuencias irreparables. Él es un egocéntrico director de cine. Ella, una joven maestra de escuela. El hombre está casado con otro hombre y los padres de la chica son conservadores. Él se ha enamorado y ella también. ¿Puede un amor primaveral romper los esquemas, orientaciones y gustos de alguien yendo en contra de todo?
La premisa de Pasajes es tan seductora como ambigua y va más allá de lo que cualquier historia idílica puede plantear; propone la concepción y el desarrollo de un amor tóxico definido por el deseo sexual y una serie de acciones egoístas disfrazadas de afecto. Tomas (Franz Rogowski) es manipulador y mentiroso, mientras que Agathe (Adele Exarchopoulos) es una duda femenina que persigue sus objetivos en el presente. Martin (Ben Whishaw) asimila la traición y, a diferencia de Tomas y Agathe, sabe capear el temporal.
Iras Sachs, director estadounidense que ganó notoriedad internacional en el Festival de Sundance por Forty Shades of Blue (2005)- plantea una narración donde el poliamor gana relevancia en espacios trascendentes y cotidianos, atravesados por personajes insatisfechos existencialmente. Sin embargo, lo que asoma como una insinuación perspicaz termina convirtiéndose en un melodrama previsible al que le faltan ideas para deconstruir con efectividad el laberinto bisexual por el que transita Tomas.
Hay triángulos amorosos que se viven desbocadamente, como si el mañana no existiera. Sobre esto saben Bertolucci y Dolan. Los soñadores y Los amores imaginarios van guiados por instintos primitivos donde el amor está asaltado por una pasión salvaje. En estos casos las emociones se sienten auténticas sin la urgencia de aproximarse a lo romántico. En Pasajes, se asimila cierta incomodidad cuando el espíritu de la película está atado torpemente al albedrío de Tomas. Sachs se esfuerza por hacerlo lucir llevándolo hasta un extremo, marcando el talante poco creíble de su figura caricaturesca.
Entre lo destacable de Pasajes se encuentra la actuación de Exarchopoulos -contenida y natural- y la función de su personaje en la trama. Ella se convierte en un punto de quiebre o agente discordante de la historia que va equilibrando las disputas surgidas entre los dos amantes, por más que termine siendo la gran sacrificada del embrollo. El rol de víctima se agudiza en un sentido penoso gracias a las decisiones ligeras de un guión que no repara en lo determinante que pueden ser las voluntades de Tomas y los verdaderos roles que representan estos convulsionados personajes. Agatha queda embarazada de Tomas y su iniciativa de abortar se resuelve más rápido que los confusos sentimientos del hombre. Machismo y homofobia insinúan un nuevo lindero que nunca es explotado adecuadamente por el director.
La última película de Ira Sachs es insufrible. La razón principal es que su propuesta de amor tóxico está simplificada a un conflicto unidimensional, aburrido y soso. Además, la falta de matices se evidencia a través de las acciones redundantes de un personaje caprichoso, Tomas, falsamente complejo, que parece sacado de una mala comedia adolescente. Es decir, Sachs -director con pericia en los dramas de parejas-, imposta riesgo y se deja llevar por las mieles del hedonismo más trivial. La sobrevaloración es la mayor virtud de Pasajes, una película oportunista que adolece de respuestas.