Los delincuentes
Multidimensional. Se podría decir que Los delincuentes es una película que analiza el tema de la crisis de la mediana edad y los retos salvajes que propone el mundo contemporáneo. También tiene una lectura que interpreta la complejidad de las relaciones humanas en un entorno donde el amor es una sorpresa que aparece como una solapada necesidad. Incluso, la propuesta fílmica de Rodrigo Moreno podría ser un alegato de la libertad, que encuentra en las cuestiones sencillas de la vida la esencia para seguir adelante. Es decir, estamos ante varias películas dentro de una. Sin embargo, su amplitud no se limita a los temas que aborda. Los delincuentes encierra una versatilidad de géneros cinematográficos que se complementan a lo largo de sus tres horas de duración. Un experimento artístico que atraviesa diversos estados de ánimo que están cortados por el vértigo, la laxitud y el amodorramiento.
Morán (Daniel Elías) es un empleado bancario que planifica meticulosamente un robo a la entidad donde labora. Entregarse a la justicia es parte de la estrategia. Una vez cumplida su breve condena podrá gozar de lo sustraído y no tendrá que volver a la rutina de su miserable vida. Para alcanzar su objetivo, necesita de la complicidad de un compañero del banco, Román (Esteban Bigliardi), quien tendrá la tarea de guardar el dinero hurtado. Morán ha pensado en tomar el dinero ajeno suficiente para poder dignamente, sin lujos y lejos del bullicio de Buenos Aires. Durante el riesgoso viaje que emprenderá Román para ocultar el botín en la sierra cordobesa, experimentará sensaciones y sentimientos que cambiarán sus prioridades y perspectivas respecto a su monótona existencia. De esta forma los dos hombres enfrentarán escenarios que los harán despertar hacia nuevos horizontes.
Moreno hace una crítica social a la estructura empresarial que deforma la libertad del ser humano que, poco a poco, queda atrapado en una telaraña de tedio y deberes mecánicos hasta reducirlo a la condición de autómata descartable. Morán no tolera que su proyección de vida sea la de un jubilado contador de historias financieras, por ello el realizador pone en una situación excepcional a un tipo corriente, soso, y lo convierte en un ladrón sin ambiciones desmedidas. Solo toma lo justo para vivir tranquilo: ¿qué es lo justo?, ¿qué significa sentirse tranquilo?, ¿qué es la justicia?, ¿cuándo robar y bajo qué circunstancias se convierte en un dilema moral? En medio de estas ideas es que surge la segunda parte de la película cuando Román esconde el dinero y en un contexto rural experimenta la plenitud del libre albedrío y la chispa de la atracción espontánea con Norma (Margarita Molfino).
Moreno decide incluir un personaje femenino, Norma, para darle vuelta a la situación de la que huyen los aburridos hombres traspolando a la mujer hacia la capital, un ambiente del que después huirá por diversos motivos, pero que representa el caos de las grandes urbes, espacios en los que vivir es una ecuación monetaria de sobrevivencia. Pero Norma no solo es la bisagra de dos mundos sociales paralelos sino que será el punto de choque entre los dos hombres: un volcán de pasión y emociones, un bálsamo que así como llegó, inesperadamente, corre el riesgo de irse. Imagínense cambiar la ciudad por el campo, la oficina del banco por la cabaña alejada, la soledad por un torrente silvestre en la figura de una mujer. Los delincuentes propone un cambio, un nuevo inicio, una oportunidad, la única opción que queda.
Los delincuentes es grandiosa por la pericia en el manejo de los matices que sus géneros ofrece -del thriller al drama, de la comedia al romance- y su existencialismo de tesitura elemental que no pretende abarcarlo todo sino que escarba en el sentido de las decisiones humanas en los momentos claves de la vida.