Priscilla
A la sombra de la fama, existen personajes que perfilan las características más difíciles de apreciar en alguien popular. Testigos de primera línea que disfrutan y padecen los estados de ánimo de la estrella que los cobija. En ese sentido, la última película de Sofia Coppola acerca al espectador hacia una figura trascendental en la vida de Elvis Presley, su esposa Priscilla Beaulieu. Es desde la mirada de una novia de 14 años hasta la joven esposa que abandona al Rey, que Coppola explora lo complicado que fue para Priscilla ser un pájaro encerrado en una jaula de oro.
Basada en el libro Elvis and Me: The True Story of the Love Between Priscilla Presley and the King of Rock N’ Roll, escrito por la propia Beaulieu en 1986, Coppola recrea pasajes que presentan a un Elvis indeciso, voluble y encantador. Por momentos, una parodia de rockstar que cree que el centro del mundo está en su ombligo. Sin embargo, la mirada fácil hubiese podido ser que todo el foco esté puesto en el cantante, algo a lo que Coppola rehúye. La directora encamina su propuesta por los avatares de una mujer que fungió tanto de amor idílico como de figura decorativa.
El contexto que abarca la película -de casi una década y media (1959-1973)- también es determinante para examinar la relación de la joven pareja. Coppola incide en el rol de la mujer en un tiempo donde su opinión valía poco menos que nada y lo plasma a través de escenas que lastran el comportamiento de Elvis. Por ejemplo, cuando él le dice a Priscilla qué ropa debe ponerse o cómo debe comportarse en público. La película no se detiene en el ensañamiento de la anécdota para hacer quedar al cantante como un patán o un manipulador, sino que deconstruye un ambiente opresor en el que para ser “una mujer respetable” tenían que cumplirse ciertas condiciones.
El apartado de la narrativa y su forma de materializarse en la pantalla como una película moderna expresada en un tiempo pasado es otro de los atributos que tiene Priscilla. El sello de Coppola -un estilizado manejo audiovisual en términos de fotografía; movimientos y encuadres sutiles o elegantes; y un ritmo cadencioso libre de grandes sorpresas- también se aprecian en este filme. La hija de Francis Ford es una autora de voluntades especiales, de intensidades que someten fácilmente a cualquier duda cuando aparecen interrogantes que se atreven a cuestionar el tándem idea/expresión de su mundo creativo. Cabe aclarar que el guión fue trabajado por la propia realizadora.
Por otro lado, la pareja protagonista toca la tecla correcta en el juego de la complicidad, a tal punto que la unión de los personajes, en el eterno duelo interpretativo, se percibe compacta e irresistible. Cailee Spaeny como Priscilla Beaulieu y Jacob Elordi en el papel de Elvis Presley, entienden que ser jóvenes puede ser una lotería donde todos quieren ganar, aunque el riesgo sea alto. La voz engolada y la larga figura de Elordi frente a la diminuta y tierna apariencia de Spaeny solo son las expresiones finales que potencian las características de dos personajes aquejados por la soledad. Spaeny -Mejor Actriz en la última edición del Festival de Venecia por esta actuación- luce decidida en un rol difícil que se pasea por la faceta de la ilusión primaveral y la desazón ocasionada por el hastío.
Priscilla avanza por los claroscuros de una relación marcada por las adicciones, las infidelidades, el machismo y la fama. De esta manera, Coppola ilumina los deseos de su sufrida heroína para que sea ella misma la que determine un futuro propio. Como en la escena final, la joven no se libera exclusivamente del yugo de su marido, sino que alcanza la libertad para ser lo que ella misma está llamada a ser. Priscilla es un nuevo triunfo del cine sublime que Sofia Coppola siempre ha propuesto.